Luis Gasca coge el tren
Mi fascinación por los cómics, hasta entonces llamados colorines, fue gracias a Luis Gasca, Luis María Francisco Gasca Burges (San Sebastián, 17 de septiembre de 1933-San Sebastián, 6 de julio de 2021). Es decir, que sin Gasca no habría descubierto, o lo habría hecho más tarde, ese universo que comprimen las viñetas, ese cine para los pobres que decía el otro y ese arte, noveno lo llaman, que me enseñó a leer mientras observaba las viñetas.
En ese remoto pasado en el que casi nadie se reconoce llegó a mis manos por casualidad un álbum de Flash Gordon a todo color que editaba entonces, hablo de inicios de los 70 del pasado siglo, la editorial Buru Lan, cuya línea de cómic dirigía el señor Gasca que los dioses guarden.
Más tarde me regalaron varios números de aquella colección. 106, el 107 lo conseguiría años después sin saber todavía si hubo un 108, un 109 y hasta el infinito, de las historietas del gladiador rubio como la cerveza que termina en el planeta Mongo para hacer la revolución contra el empesador Ming, una especie de dictador chino del espacio. El caso es que su lectura me cambió literalmente la vida.
En aquellas revistas que luego se encuadernaban como tomos, los álbumes estaban dibujados por Alex Raymond, que fue el creador en los años 30 de Flash y por Dan Barry, que imprimió al héroe de otro carácter en los años 60. Tanto, que osaron traumatizar al pobre Gordon cuando Dale Arden, su resignada compañera cuaderno a cuaderno, lo abandona por un astronauta.
Durante mucho tiempo me pregunté si la Arden regresaría a los brazos de Flash. El caso es que Gordon se quedaba noqueado en esas historietas que, ya digo, marcaron mi niñez que es lo mismo que decir que marcaron mi vida y mi futura relación con las mujeres.
Gasca fue también el director de la primera gran enciclopedia de cine que leí en mi vida. Me refiero a la de Buru Lan, otra vez la dichosa editorial. Como las historietas de Flash (y de El hombre enmascarado, entre otros), la enciclopedia del cine llegaba en fascículos a los kioscos, fascículos que luego se encuadernaban en tomos.
Recuerdo que el apartado de ciencia ficción de esta enciclopedia –si no me falla la memoria– estaba firmado por José Luis Garci, autor de un libro sobre Ray Bradbury que se ha vuelto a editar, y uno de los guionistas del mediometraje más raro y exitoso del cine español: La cabina (Antonio Mercero, 1972).
Siendo todavía un infante me dediqué aquellos años donde era prácticamente imposible encontrar material sobre fantástico en España a buscar, precisamente, información sobre aquel cine y aquella literatura que apenas se explotaba ni traducía.
Logré poca cosa hasta que ediciones Vértice publicó la versión en castellano del Famous Monster of Filmland, lo que me llevó a conocer al mayor coleccionista y aficionado del género, Forrest J. Ackerman, un tipo que había convertido su casa en un museo de cosas raras relacionadas con el género y que encima hablaba esperanto.
Unos reyes mis padres acertaron con el regalo de aquel año, un libro de tapas blancas con la imagen de Bowman, el astronauta de 2001, en la portada que hablaba sobre cine y ciencia ficción. El libro, que todavía conservo, estaba escrito por Luis Gasca y si bien espantará a los que buscan ensayos sesudos sobre el género, aquella obra me mostró una nueva mirada sobre lo que más me gustaba esos días.
Es verdad que la ciencia ficción ha dado pasos de gigantes desde entonces pero el libro de Gasca tiene la virtud de hablar de muchas películas que mucho me temo no veré nunca. Además, y como se dijo, el especialista no perdía el tiempo destripando el largometraje fabulando retorcidas conclusiones intelectuales sino que contaba de qué iba, su argumento en unas pocas líneas que te daban la sensación entonces y ahora de que ya la habías visto porque Gasca te la había contado.
Recordad que eran tiempos en los que hablar de algo tan común hoy día como el vídeo y los computadores resultaba cosa de… ciencia ficción. Recordad que ni existía teléfono móvil ni video llamadas. ¡¡¡Joder, eso solo lo veías o lo leías en películas y novelas!!!
Me consta que Luis Gasca escribió otros libros. Libros sobre cómic, alguno firmado con Roman Gubern, y libros sobre cine. Uno de ellos centrado en el destape que publicó entrega por entrega la revista Interviú. Su muerte, como era natural, ha conmocionado al fándom nacional, y razones no faltan para lamentar la ausencia de un hombre que hizo todo lo posible para que España se adentrara en un cine y en unos cómics que, gracias a gente como él, comenzamos a llamar así, cómic, lo que antes reconocíamos como colorines, chistes o tebeos.
Leo también que Luis Gasca fue director del Festival de Cine de San Sebastián y que formó parte de una asociación de críticos de cómic. Creo, no obstante y como Groucho Marx, que saldría por patas si existe un club capaz de admitir a gente “como yo” pero no hay duda que su aportación como pionero a que todas estas revistas populares se establecieran en España se debe al tesón y el empuje de gente como Luis Gasca. Tipos que entendieron que el cómic y el cine del espacio (ese que se hace preguntas sobre cómo será nuestro futuro) son un arte.
Un arte que Gasca, se repite, contribuyó a que llegara a gente como quien ahora les escribe. Y tanto fue el efecto, tanto ruido hizo la detonación, que todavía –y a mi edad– sigo enganchado a ellos. A los cómics, al cine que me cuenta amenazas de otros mundos.
Y no vale solo dar las gracias. Vale en todo caso volver a sus libros y recordar que hace tiempo, eones si quieren, aquellos friquis pobres y progres (en eso no hemos cambiado demasiado) fuimos niños. Eso sí, niños más parecidos al de El pueblo de los malditos que a los otros. Niños, imaginaba uno entonces y ahora, que pensaban que el futuro era suyo. Nuestro.
Sobre si tenían razón o no eso, mucho me temo, es otra historia.
Saludos, gracias, desde este lado del ordenador