El oro de Mauritania, una novela de Mariano Gambín
Tras consolidarse como narrador con el ciclo de novelas Ira Dei, que comenzó como trilogía para expandirse a otras nueve obras más, Mariano Gambín se distancia de ese universo y de los personajes fijos que lo protagonizan en El oro de Mauritania (Gociano, 2021), ya que solo aparece (y se escribe bien, aparece) uno de los personajes del grupo protagonista de sus trabajos literarios anteriores, la arqueóloga Marta Herrero, para centrar su atención en una intriga de alcance internacional que se desencadena y se desarrolla en este país africano.
El escritor ya había centrado la acción de una de sus novelas, concretamente El viento del diablo, en este marco geográfico, solo que al norte al desarrollar la trama al sur de Marruecos, ahora el radio de acción se desplaza a Mauritania, que es otro país que conoce bien Mariano Gambín, enfocando la atención en la expedición que financia un multimillonario canadiense de un grupo de arqueólogos de varias nacionalidades que irán custodiados por el ejército mauritano cuando se adentren en el desierto tras las huellas de la tumba de Mansa Musa, rey de Mali que vivió en el siglo XIV, y que está considerado como uno de los hombres más ricos de la Historia. Y cuando se escribe rico, es rico de verdad, tanto, que su vida está plagada de anécdotas donde la verdad se confunde con la leyenda.
Paralelamente a la expedición que parte en busca de la tumba de Musa y del posible y fabuloso tesoro que encontrarán allí enterrado, Gambín tiene la habilidad como en sus anteriores novelas de salpicar la trama con diferentes subtramas que convergen en un final sorpresa. Por las páginas del libro aparecerán y desaparecerán comandos terroristas islámicos, tropas francesas que actúan en Mali, donde intentan equilibrar la balanza de una guerra donde nunca habrá vencedores ni vencidos, así como militares de las fuerzas especiales del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica.
Con estos elementos, Mariano Gambín firma un relato que no tiene mucho que ver con los otros diez títulos que configuraban hasta ahora sus bibliografía. Y no solo porque Marta Herrero aparezca episódicamente, sino porque el paisaje en el que se desarrolla la acción no tiene nada que ver con sus novelas del ciclo lagunero y santacrucero, tampoco los protagonistas de la serie. El oro de Mauritania es una novedad en su universo literario, más próximo a la corriente literaria de política ficción anglosajona que a la novela de misterio y acertijos con ligero acento sagrado que puso de moda Dan Brown hace unos años.
Descubro así con El oro de Mauritania a un Mariano Gambín maduro y seguro de sí mismo. Lo que se materializa en una novela eficazmente estructurada, que da saltos capítulo va y capítulo viene, para narrar lo que hacen los protagonistas de su nueva aventura. En este aspecto, y como pasa en la mayoría de sus libros anteriores el escritor tinerfeño tiende al reparto coral de personajes, prestando un poco más de atención en unos que en otros.
Destaca así el multimillonario de origen canadiense Marcel Twain (¿homenaje al escritor norteamericano Mark Twain?) que organiza la expedición y a quien un grupo terrorista islámico quiere secuestrar.
La novela quiere, y lo consigue, entretener al lector. Mariano Gambín conoce muy bien los mecanismos que animan este tipo de literaturas (de aeropuerto, la llaman algunos), y cumple los objetivos porque resulta muy fácil sumergirse en ella y vivir con sus protagonistas no solo la aventura arqueológica sino también la complicada trama geopolítica que los envuelve. La novela mantiene así la velocidad de crucero hasta el final, una velocidad con sus picos hacia arriba que en ocasiones cortan la respiración. El entretenimiento está garantizado.
Esta novela es la tercera donde la acción no se desarrolla en Tenerife. Mariano Gambín ya escogió a algunos de sus personajes para situarlos en otros escenarios como sucede en El viento del diablo y también en Premonición. Fiel a su estilo, El oro de Mauritania cuenta con continuos saltos temporales y la acción se reparte además de en Mauritania, en Bamako, Mali; Yamena, Chad; Lisboa, Portugal; Langley, Virginia, Norteamérica; París y Bayona, Francia, entre otros.
El resultado final es notable. Evoca al mejor Ken Follet, que no es el de las novelas ladrillo tipo Los pilares de la tierra sino el que se sumerge en las aguas siempre turbias de la geopolítica. En este sentido, El oro de Mauritania no va a dejar indiferente a nadie. Es decir, ni a sus lectores como a los que se aproximen por primera vez al mundo literario de Mariano Gambín, un escritor que sabe contar historias y que crece con el paso del tiempo. Y así lo manifiesta en El oro de Mauritania, una novela con músculo y que además de entretener reparte información sobre un país y un continente tan cerca pero sin embargo tan lejos de Canarias.
Saludos, se ha escrito, desde este lado del ordenador