La chica que escribía cartas, una novela de Pascal Buniet
Pascal Buniet es un caso aparte en las literaturas negras que se escriben a este lado del Atlántico. Francés de nacimiento aunque canario de adopción, Buniet decidió hace ya un puñado de años escribir novelas policíacas no en su lengua natal sino en español. Hasta el momento lleva publicadas cinco novelas, sin contar algunos relatos en antologías varias, y en todas ellas se pueden apreciar una paulatina y lenta evolución. Sobre todo en el estilo con el que escribe estas historias.
La chica que escribía cartas (M.A.R. Editor, 2022) está coescrita con Karlota Rocha, que es la autora de una serie de cartas que escribió cuando tenía quince años y que Buniet ha rescatado para hacerlas pasar por las de una de las protagonistas de la novela, Lucía, que ha desaparecido de su casa, en el sur de Tenerife. Todo esto lo cuenta el escritor en una pequeña nota introductoria y es, al mismo tiempo, una aclaración necesaria para entender el “contenido” que se le quieren dar a estas letras en la novela.
Tiene su miga esta aportación por lo que de experimento literario contiene. Aportan además de sustancia al desarrollo de un relato que propone una investigación para averiguar dónde se encuentra la adolescente desaparecida.
Los padres de la joven, divorciados, colaborarán en las pesquisas que realiza la inspectora Elena del Río, un personaje que ya había aparecido en una novela anterior de Pascal Buniet, Sombras en la meta, y que parece que podría convertirse en un personaje fijo, con serie propia aunque eso solo lo sabe su creador.
Los padres de la chica desaparecido son Freddy, un músico que toca en los garitos del sur de Tenerife, y su mujer, Carolina, con la que mantiene regulares relaciones después de que su matrimonio se hiciera añicos.
Unas de las características más atractivas del universo literario de Pascal Buniet es su descripción de los extranjeros que han fijado su residencia en el sur de la isla. El escritor se ha preocupado por mostrar en una serie de títulos cómo piensan y se mueven estas colonias que han reproducido a pequeña escala la vida de sus países. Pone el acento en la endogamia que los caracteriza y en este aspecto, los ingleses solo se relacionan con ingleses y los alemanes con alemanes. Sus interacciones con la población local se reduce así al área de servicios. Es decir, que se relacionan con la población nativa cuando salen de compras, van a la farmacia o realizan cualquier tarea con las administraciones.
No se da el caso en La chica que escribía cartas aunque al principio y de la mano del escritor conoceremos como se busca la vida un músico profesional digamos que varado en esta tierra, la tinerfeña.
Con el paso de los años las historias de Pascal Buniet se han ido ocupando en la investigación de un caso, en este caso la desaparición de una menor. Resolver el misterio se está convirtiendo así en una de las constantes literarias del escritor, que ya lo hizo y bien en La muerte sabía a chocolate, a título personal la mejor de sus novelas. La fórmula pero con otros personajes se aprecia en La chica que escribía cartas y el suspense invita a que se siga leyendo el libro para encontrar la solución y que uno se percate si sus sospechas primerizas eran correcta o solo infundadas.
No es nada fácil lograr que el lector se preste al juego. Para conseguirlo no hace falta crear trampas sino convencer a quien lee que no lo están engañando. Y Pascal Buniet, en este caso con la colaboración de Karlota Rocha, lo consigue.
La idea de añadir las cartas de la desaparecida y que se puedan leer las reflexiones de una mujer que todavía está descubriendo el mundo tienen mucho interés pese a que no aporten demasiado a la historia. Dan, sin embargo, densidad psicológica a la protagonista y pone color a lo que comenzó en blanco y negro. Tienen por lo tanto y ya se dijo, su miga.
La nueva novela de Buniet, novela que podría convertirse en la segunda de la serie “Elena del Río”, sabe mantener el equilibrio por lo que algunos se prestarán al juego de averiguar con las pistas que se ofrecen qué pudo pasar: ¿Un secuestro? Si fue así, ¿quién y por qué? El caso es que se sigue una investigación para descubrir lo qué pasó con una joven desaparecida de la que conocemos que es una voraz lectora.
Al enigma se suma la desaparición de un compañero de Lucía y cómo la pérdida, el no saber qué ha pasado, va consumiendo por dentro a los progenitores de la adolescente desaparecida. Está muy bien narrada la tragedia que viven los padres, la incertidumbre que los devora.
Pascal Buniet narra también cómo la desaparición afecta a su entorno más inmediato, a familiares y amigos. De fondo, un paisaje al que no cuesta dar identidad. El espacio urbano es el urbanizable del sur de la isla. El otro, un desierto salpicado por matas que parecen que esperan pacientemente las máquinas de demolición, las que horadan la tierra para construir nuevas viviendas, hoteles, apartamentos y cafeterías.
Constato que las novelas de Pascal Buniet están más cerca del universo de la novela enigma que del de la novela negra y criminal pero a veces se produce una mutación entre ambos géneros que el escritor procura dominar. Y cuando lo doblega su universo literario se vuelve oscuro, tanto, que a veces deja reflexiones muy negras. Críticas de alguien que conoce muy bien esta tierra.
Saludos, rock and roll, desde este lado del ordenador