El teatro en medio del océano, una novela de Francisco Juan Quevedo
En los años 70 se puso muy de moda en España las novelas del escritor norteamericano Harold Robbins, un autor de éxito en su país desde la década de los 40, y con una vida personal bastante parecida a la que reflejó en algunas de us historias. Si hay un elemento común en las mayoría de los libros que escribió está la de contar con un personaje que ha nacido en un entorno hostil que poco a poco y a medida que se avanza en el libro alcanza un desproporcionado poder económico.
Sus novelas recrean el sueño americano, que no es otro que hacerte pensar que en un país como los Estados Unidos cualquiera con mucho esfuerzo puede alcanzar sus… sueños. Reivindica al triunfador pero muestra también la cara B de los que alcanzan el éxito con mucho sacrificio: un reguero de cadáveres, reales y ficticios, que deja diseminados a lo largo de este camino y las consecuencias internas y externas que provoca dejar tantos muerto, reales y ficticios, detrás.
Recordé mis anteriores lecturas de novelas de Harold Robbins leyendo El teatro en medio del océano (Destino, 2022), de Francisco Juan Quevedo, escritor grancanario que fue finalista con esta novela al Premio Nadal de este año, ya que cuenta la historia de un hombre que nace en la indigencia y que gracias sobre todo a sus malas artes para hacer negocios se convierte en uno de los hombres más poderosos de Gran Canaria a finales del XIX y principios del XX.
El teatro en medio del océano esta dividida en tres grandes partes que siguen el recorrido cronológico de la vida de su protagonista, Feliciano Silva, apodado El Guirre. Una primera (1867-1890); una segunda (1891-1918) y una tercera (1918-1921) que permite al escritor recorrer la profunda transformación de una ciudad a través de uno de sus grandes símbolos: la construcción e inauguración del teatro Pérez Galdós, tan llena de drama y sacrificio como la existencia de su personaje principal, al que rodea el escritor de una amplia galería de secundarios que con mayor o peor acierto dan sostén a lo que intenta construir: un gran fresco en el que se confunden los géneros (tiene mucho de western fronterizo así como de cine de gángster esta novela) que con sus toneladas de ficción le dan un atractivo inicial que, desgraciadamente, lastra con un estilo ampuloso y con muy pocos puntos y seguidos. La forma de contar la historia, además, se empequeñece por un lenguaje abusivamente soez, innecesario porque el relato no está narrado en primera persona.
Lo que me ha parecido más atractivo de esta novela es su vocación por historiar (sembrando de cadáveres el camino, eso sí) un pedazo de la historia de la capital grancanaria que me ayuda a entender mejor esa ciudad y esa isla que navega justo enfrente de la isla en la que vivo, y me hace pensar con cierto tímido entusiasmo de momento, que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva literatura escrita en estas islas con fines e intenciones similares, la de viajar al pasado en clave de ficción pero cuidando mucho el paisaje histórico en el que se mueven los personajes. Este tipo de literatura la cultiva con mucho empuje Ana García-Ramos del Castillo, sobre todo en Sueños rotos en la baja verde (Baile del Sol, 2022). En este aspecto, ambos escritores se sirven de la Historia para contar historias con el fin de observar el pasado para intentar explicar el presente
En la novela de Francisco Juan Quevedo tiene que venir un personaje de fuera, Miguel de Unamuno, para revelar a los canarios el origen de sus males como región desestructurada que es:
“Desde que llegué aquí, desde que hice otra escala en mi viaje, estoy oyendo hablar del problema local. Perdonad a un forastero un poco rudo os diga que yo no he visto hasta ahora en ese problema sino querellas domésticas, luchas por distinciones, algo de vanidad colectiva, escapes del aplatanamiento y rencillas cabileñas” aunque este tipo de reflexiones, que aparecen de vez en cuando en otras partes de la novela y centradas en otros asuntos con cierta enjundia en las islas no marcan constantemente el discurso de un libro que en su parte final recuerda a El padrino, novela y película porque se trata, como se dijo, de una obra dividida en etapas. Personalmente, considero la mejor la primera, con un tono salvaje y algo paródico en clave western.
Feliciano Silva comienza su fortuna con una sala de fiestas, Berlín, que se dispara cuando entra a trabajar una prostituta irlandesa de rabioso pelo rojo que a mi me hizo recordar a Maureen O’Hara solo que no en una película de John Ford sino de Sergio Leone.
El teatro en medio del océano se trata de una novela que pese a su estilo, pesado, muy pesado se hace en ocasiones, contiene una manera de enfrentarse al pasado de una capital y de una sociedad incapaces de reaccionar ante un hombre que no le guarda ninguna clase de respeto ya que si tiene una ambición en la vida es ganar dinero y más dinero. Destacaría porque me hizo gracia cómo se mete en el bolsillo al señor obispo de la Diócesis, entro otros prohombres de una ciudad que comienza a expandirse.
No sé si entra en los planes de su autor darle continuación en otro libro, podría aunque ya no pudiera aparecer como protagonista Feliciano Silva, pero si así fuera, le recomendaría que fuera más elástico con el estilo y que se preocupara por dotar a sus personajes de sustancia ya que al final parecen, como dicta Unamuno en su discurso, solo seres atrapados “en su aplatanamiento y rencillas cabileñas” .