El IV Mandamiento, un libro de Damián Marrero Real
“Mi madre, en sus ataques de ira, me parecía un ser sobrenatural , dotado de una fuerza inmensa, de un poder ilimitado. Un alien que acechaba detrás de las puertas y exhalaba un aliento frío y cortante”.
El IV Mandamiento, Damián Marrero Real, Ediciones Mesturadas, 2022
El caso de Damián Marrero Real en la república de las letras podría resultar más o menos insólito porque, que nos conste, publica sus primeros libros con edad madura, como si de repente los cantos no siempre de sirena de la literatura llamaran a su puerta para que volcase todo el mundo interior que lleva dentro en páginas y páginas que, hasta la fecha, van desde el ensayo riguroso y con ganas de pelea –con obras como Piel de papel, una encendida defensa de los libros de papel por encima de los digitales y Crónicas del aire, donde cuenta sus experiencias hospitalarias a la espera de un transplante– a los estrictamente literarios, con novelas como Leyeron con las botas puestas y ahora El cuarto Mandamiento (Ediciones Mesturadas, 2022), que se trata de una reedición muy cuidada y que incluye fotografías de Martina Marrero García, que gira en torno a un personaje, Teo, que además de escribir y contarnos episodios de su vida a propuesta de su psicóloga, lleva camino de ocupar un puesto muy destacado no solo en las literaturas que se escriben en estas tierras sino también en las que se escriben en otros territorios.
El escritor tiene la habilidad de hacerlo creíble y como tal, y a pesar de que la historia se narra desde su punto de vista, resulte casi al mismo tiempo tan encantador como odioso.
Por un lado está su sentido de observar lo que le rodea con una más que estimable ironía, una ironía que hace pensar y, por otro, que estamos ante un libro osado y valiente. Y ácido también sobre un asunto tan delicado en nuestra cultura como es la familia. El título, en este caso, no puede ser más acertado y, al mismo tiempo, irónico: El IV Mandamiento, aquel que reza “honrarás a tu padre y a tu madre”.
La novela se convierte así en una historia de encuentros y desencuentros, de retrato familiar y de pareja que roza en ocasiones el esperpento y de un libro que observa todo lo que toca, todo lo que describe, todo lo que conoce, con una mirada socarrona que no decae ni cae, por fortuna, en la más torpe de las burlas, que es la que provoca el gracioso, el responsable de esas risas tontas que evita como la peste la de reírse de uno mismo.
He leído El IV Mandamiento con una sonrisa boba dibujaba en los labios, asombrado porque siempre me asombro cuando un libro es capaz de alegrarme y entristecerme el día. Y si me procura alguna carcajada y otras tantas lágrimas, tantísimo mejor. Y eso es lo que consigue la lectura de esta novela singularísima, repleta de cargas de profundidad que estallan cuando uno pensaba que era imposible superarse en el capítulo siguiente. Es verdad que apreciaba la narrativa de Damián Marrero Real pero es que en El IV Mandamiento se supera, consigue lo más difícil todavía que es engatusar al lector, hacerlo cómplice de la historia que nos cuenta su protagonista, un tipo que anda bastante desubicado aunque su visión del mundo, de lo que lo rodea, esté teñida de una individualidad que nace de lo más profundo.
Merece la pena adentrarse en este libro que no supera el centenar de páginas para darse cuenta que se pueden contar muchas cosas sin necesidad de engordar con páginas y más páginas la novela. Y Damián Marrero Real lo hace. Lo mastico con El IV Mandamiento, título que encuentro muy superior a Leyeron con las botas puestas aunque sea consciente que se tratan de dos novelas radicalmente diferentes, de dos libros que se miran uno a otro en la lejanía aunque estén escritos por el mismo autor.
Esta distancia demuestra no obstante que estamos ante un escritor que cambia con bastante facilidad de palos con resultados la mayor parte de las veces brillantes. Lo mismo sucede con sus ensayos, si uno propone un conmovedor alegato en defensa del libro de papel por encima del digital, en el segundo retrata autobiográficamente un momento en el que tuvo que detenerse, mirarse a los ojos frente al espejo y aceptar el desafío de mostrarse desnudo no solo ante sí mismo sino también ante el mundo.
Pero si hay dos grandes protagonistas en este libro además de su narrador protagonista son sus padres, aquellos a los que hay que honrar con sus grandezas y con sus defectos.
“Mi padre tenía tendencia a la rutina. Comía siempre en el mismo plato y con el mismo vaso. Usó el mismo cinturón durante treinta años. Condujo siempre el mismo coche. Se levantaba a la misma hora aunque no tuviese que trabajar”.
No sé que nos deparará en el futuro literariamente hablando Damián Marrero Real pero si se trata de libros como El IV Mandamiento que se preparen sus lectores, sean iniciados como profanos, porque se aprecia que detrás de cada una de las páginas que dan vida a esta obra se encuentra un escritor de los pies a la cabeza. Un escritor, además, que al contrario de otros escritores se confiesa lector por encima de escritor. Y ese amor por los libros queda reflejado en Piel de papel y Murieron con las botas puestas. También en Crónicas del aire y menos, mucho menos en El IV Mandamiento donde la familia no tiene nada que ver con la que nos han vendido y aún venden: es otra cosa. Sueño para unos, pesadilla para otros.
“En cualquier caso, criado en un entorno de humillación y violencia, tendía a pensar que esa era la tónica dominante. En alguna ocasión, cuando tenía la rara oportunidad de visitar la casa de algún niño de mi edad, mi acusado sentido de la sospecha me llevaba a pensar que esas relaciones ocultaban algún secreto inconfesable. No podía ser cierta tanta armonía familiar, tantas demostraciones de cariño que seguramente eran una tapadera que disimulaban algún drama terrible”.
Saludos, a leer, que son dos días, desde este lado del ordenador