Bernard Cornwell, un pintor de batallas
Bernard Cornwell es en la actualidad uno de los escritores de novela histórica que más vende. Y no solo en su país, Inglaterra, también en España.
Es autor de una bibliografía copiosa, la mayoría dentro del género de la novela histórica y es el creador de algunas sagas que se han vendido muy bien y que posteriormente se han convertido en irregulares series de televisión. En mi caso, lo conocí a través de la serie que protagoniza Richard Sharpe, un soldado del ejército británico durante la campaña peninsular de Wellington por España contra el ejército de Napoleón, y otras que protagonizan reyes y guerreros de la baja Edad Media de su país y un yanqui que lucha al lado de los confederado durante la Guerra de Secesión norteamericana.
Casaca roja se desarrolla en otoño de 1777, un año después de la Declaración de Independencia americana, en la ciudad de Filadelfia, ocupada por las tropas británicas. El protagonista de la historia es Sam Wilping, un soldado británico que comienza a cuestionarse la lealtad a su país cuando conoce a una joven y atractiva rebelde.
Si se han leído las novelas de la serie Sharpe, sobre todo las que desarrolla en la península ibérica, se habrán dado cuenta que el escritor no disimula su desprecio a los españoles que combatieron contra Napoleón, fuera con su ejército como con la guerrilla que aterrorizaba a la retaguardia francesa.
La visión de Cornwell de los españoles es la de unos tipos duros pero muy burros (los guerrilleros) o una panda de petimetres del tres al cuarto (los militares). Los franceses pueden ser crueles pero refinados y los portugueses tipos honestos y valientes. En cuanto a los británicos, Bernard Cornwell reparte estopa a unos y a otros, pero subraya con especial chauvinismo la entrega de soldados y oficiales cuando se enfrentan a la muerte en los campos de batalla.
Esta visión de los suyos, los británicos, sigue siendo la misma en Casaca roja aunque el enemigo, los rebeldes, no son zafios como los españoles ni crueles ni refinados como los franceses. Son en todo caso tipos legales que luchan por su independencia que no libertad que es una palabra, esta última, que aparece muy poco en esta novela.
Castigado por su sargento y viendo de cerca la corrupción que devora al ejército británico por el que vino a América, Sam toma conciencia y por amor hace cosas que nunca hubiera creído que haría.
Como es habitual en la novela histórica, Casaca Roja necesita para contar esta historia más de 400 páginas. En alguna de ellas el escritor describe batallas que es un capítulo en su producción en el que destaca con absoluta brillantez se traten de la Edad Media o las Guerras Napoleónicas. Las que narra en Casaca roja son muy vívidas y es en estos capítulos donde se encuentra el escritor que lleva dentro Cornwell, un escritor que se parece más a un pintor de batallas que a un escritor porque la línea argumental que aguanta todas estas ficciones suele ser muy endeble.
Lo que cuenta y los personajes que presenta en sus historias suelen ser bastante vistos. Son más o menos los mismos que en otras novelas escritas por él solo que en una época diferente. Entre los villanos Cornwell abusa de tipos violentos y sin clase, normalmente suboficiales, y por el otro de oficiales que si bien pueden ser valientes en el campo de batalla también son unos malnacidos en retaguardia.
La guerra de independencia, esa de la que salió la simiente de lo que actualmente son los Estados Unidos cuenta con una gran bibliografía en la que abunda la novela y el ensayo. Si tuviera que destacar algún título entre los que he tenido la suerte de leer sobre este conflicto destacaría Las aventuras del sargento Lamb, de Robert Graves, una extensa novela que inspira lo escrito por un tal sargento Lamb que como casaca roja estuvo en América combatiendo a los rebeldes.
Casaca roja como novela no llega a la altura de Las aventuras del Sargento Lamb. No creo tampoco que esa fuera la pretensión de Bernard Cornwell aunque en mi caso la comparación, que como todas las comparaciones son odiosas, le hace flaco favor a las vicisitudes que padece su protagonista cuando descubre que si existe la patria, la patria es lo que se ama y no una entelequia de alcance nacional. Con todo, Casaca roja no deja de ser una entretenida novela histórica en la que por una vez Cornwell no mira con recelo al enemigo. El escritor volvió a este mismo escenario, la guerra de independencia de las trece colonias, en El fuerte, igual de recomendable que Casaca roja.
Escritas para toda clase de lectores, el estilo de Bernard Cornwell se limita al de sujeto verbo y predicado. Solo carga las tintas y revela al escritor que lleva dentro cuando describe batallas y la violencia que desata pero es que aquí está la madre del cordero en un género, el histórico, que pese a estas limitaciones teletransporta al lector a un momento de la historia en el que lo que valían eran los hechos y no las palabras.
Como en anteriores y posteriores títulos en la carrera como escritor de Bernard Cornwell, Casaca roja cumple su cometido que no es otro que el de ambientar en otro tiempo una historia de amor interrumpida por la guerra. Aquí no vale sin embargo combatir por hacerse con una corona o ir ascendiendo en el durísimo escalafón jerárquico del ejército británico en su enfrentamiento contra las huestes de Napoleón, sino la conversión de un compatriota que estando en América decide abandonar su lealtad al rey para abrazar la de la causa republicana.
La guerra de independencia, viene a decir el escritor británico, fue un conflicto desgraciado que casi terminó por ser una guerra civil. Eso desde su perspectiva. Una perspectiva que abusa una vez más de su desprecio a lo español cuando resalta la importancia de que Francia entrara en guerra contra Gran Bretaña por América olvidando (vamos a pensar que involuntariamente) que el reino de España también apoyó a los independentistas, y que por ese respaldo muchos militares españoles murieron en aquellas colonias tan alejadas entonces (y me temo que ahora también) de la mano de los dioses.
LO MEJOR: la descripción de batallas. Bernard Cornwell es un maestro en reflejar con palabras este tipo de escenas
LO PEOR: Las historias que cruzan a lo largo de un relato que supera las 400 páginas y que no aportan nada al seguimiento de la novela
Saludos, cuidadito que nos conocemos, desde este lado del ordenador