El último alzado, una novela sobre la Guerra Civil en La Palma de Guadalupe González Taño

Hasta hace muy poco la literatura que se escribe en Canarias había abandonado (quiero pensar que con penosa resignación) la repercusión que tuvo la Guerra Civil española en un territorio fragmentado y en el que no hubo apenas tiempo para responder al golpe de Estado propiciado por el ejército rebelde al gobierno legítimo de la II República.

Salvo títulos ya emblemáticos como El barranco, La prisión de Fyffes y Luchar por algo digno, de Nivaria Tejera, José Antonio Rial y Pedro Víctor Debrigode y memorias dispersas, ha comenzado en los últimos años a publicarse varias novelas y cuentos también cuya acción se desarrollan en esos días aciagos para España como Canarias. Algunos de ellos, la mayoría, menores por su incapacidad de observar aquellos tiempos de odio con una mirada que nos permita entender nuestro presente y otros por una necesidad de hacer justicia sobre un pasado que todavía sigue muy vivo en la olvidadiza memoria de los nietos y de los hijos de los nietos. Muchos de los cuales siguen pensando que aquella guerra fratricida todavía pasa factura y genera encendidos debates sin que la mayoría de las partes (de un lado como del otro) se atreva a pedir perdón, lo que demuestra que como sociedad no hemos avanzado demasiado a la que en 1936 dio por perdido el debate político por la palabra para apostar por el siniestro lenguaje de las pistolas.

El caso es que toda familia de este país cuenta con unos o varios muertos provocados por aquella guerra maldita y que esos muertos para nuestra desgracia reviven cada cierto tiempo para echárselos a la cara a los que defienden a los militares y civiles que se levantaron en armas aquel 18 de julio como a los militares y civiles que prefirieron seguir siendo leales a una II República que tanto las derechas como las izquierdas torpedearon cuando nació un día de primavera de 1931 y que prometía tantas cosas menos una guerra.

Acabo de leer con mucha interés y atención El último alzado (colección Memoria histórica, Ediciones Idea, 2023), de Guadalupe González Taño y las reacciones que me ha generado esta lectura son desconcertantes. Por un lado, porque no he podido dejar de leer sus más de 300 páginas y, por otro, porque se trata de una historia real (que entiendo se permite alguna licencia histórica), inspirada en la propia familia de la escritora.

Digo poco si digo que concluido el libro todavía tengo la piel de gallina, erizada por la emoción. Y todo porque basada en hechos reales, se nota, se aprecia, que el libro está escrito desde muy adentro y que muchas de las páginas no tuvieron que resultarle muy fáciles a la escritora durante la redacción de la novela. ¿Novela? Novela, digámoslo con todas las letras. Novela de no ficción si quieren pero novela al fin y al cabo.

El último alzado cuenta en su parte final con una bibliografía y fotografías de algunos de los protagonistas de esta historia que se inicia en 1904, aunque incluye una introducción que se desarrolla en 1975 y concluye en 1954, un amplio arco temporal en el que se mueve con oficio González Taño (lo que llama la atención porque se trata si no me equivoco de su primer libro), cronología que le da oportunidad para narrar la vida de sus protagonistas desde que eran jóvenes y vivían felices en Garafía, hasta su posicionamiento de izquierdas cuando irrumpe esa II República que vino para quedarse pero que no supo como mantenerse entre la inquina y la insidia de unos y de otros.

El título ya lo avisa, se trata de la historia de El último alzado, que no lo fue pero que da igual. Y de cómo el veneno de la guerra se filtró en una tierra que derramó durante aquellos años en el mar cualquier atisbo de paz, de concordia, de reconocimiento entre vecinos que hasta ayer se saludaban por la calle.

El libro está escrito sin artificios, no hay afán de experimentalismos (a lo más que llega la autora es a identificar a los narradores que en primera persona cuentan esta historia) y es precisamente este estilo parco, casi crudo lo que le da mayor fuerza narrativa a la obra. Un libro en el que hay buenos, en todas las historias familiares siempre hay buenos y malos, que también pululan en todas las historias familiares, pero sobre todo palpita por usar un verbo que evoca –redobles de tambor– una autenticidad, de cuento contado por alguien al que le han contado un millón de veces esta misma historia que no es otra cosa que una historia familiar de “nuestra” Guerra Civil. Y es ese tono de historia familiar uno de los grandes aciertos de una novela (El último alzado lo es, una novela) que en mi caso supo tocarme el corazón. Es lo que me pasa con algunos libros que me hablan de aquella desgraciada guerra que unos pocos de ambos lados se empeñan en resucitar en unos tiempos actuales que, como los que vivimos, me obligan a pensar que como país apenas hemos avanzado lo que se dice moralmente. Que no hemos aprendido la lección de que hablando se entiende la gente.

El último alzado cuenta con páginas muy descriptivas y bellas de nuestro personaje, Antonio González Cabrera, escondido en los montes de Garafía huyendo primero de falangistas y más tarde de los soldados. Y da una visión resumida y para todos los públicos de lo que significó la Semana Roja (que sirvió también de escenario para la novela Los milagros prohibidos, de Alexis Ravelo) y la represión que vino después… Es una historia sembrada de héroes, sí, pero de héroes de carne y hueso. Humanos, creíbles y por lo tanto tan cercanos que parecen que están inspirados en los muertos que también hay en mi familia provocados en aquella gran tragedia española.

Finalmente, me gustaría destacar la portada del libro, de este El último alzado, y de quien la firma, Elías Taño.

Saludos, over the rainbow, desde este lado del ordenador

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