Una rareza llamada Juan, el negro

Esta es la novela de un escritor que disfrutó de cierta fama cuando este país de cuyo nombre no quiero acordarme estuvo al mando de un militar que fue todo menos franco con su gente, así que los libros de ese autor con apellido italiano tuvieron casi siempre un tufillo casposo a lo España una, grande y libre que no debería de desautorizarlo para aquellos lectores que tienen paladar para toda clase de sabores y sobre todo cuentan con un estómago a prueba de perdigonazos para aguantar ciertas lecturas que, pasado el tiempo, no son aptas para toda clase de públicos.

El escritor y periodista se llamó Domingo Manfredi y la novela de la que nos hacemos eco una rareza, Juan, el negro, sobre todo si se une a lo que se ha escrito de la Guerra Civil española, un conflicto que dio al mundo y es probable que dé en el futuro indiscutible obras maestras de la literatura así como relatos de sonrojo, dominados por la propaganda de aquellos turbulentos días como por el deseo de seguir abriendo las heridas en estos tiempos de guerra que vivimos.

Domingo Manfredi Cano se definía a sí mismo como “periodista, novelista, ensayista, poeta y conferenciante” y fue profesor de la sección de Periodismo en la Universidad de la Laguna así como director del Centro Emisor del Atlántico, de Radio Nacional de España (Tenerife) y del Centro Emisor del Sur (Sevilla). Ofició como corresponsal en Portugal de Radio Nacional de España y de TVE y a lo largo de su carrera profesional recibió numerosas distinciones que pueden consultar si tienen interés en la página web que su familia le dedica.

Hace el servicio militar en 1934, con solo 16 años, sirviendo como soldado del Regimiento de Infantería Soria nº 9, en el cuartel del Duque. Con esa Unidad participó en la Guerra Civil, donde fue herido en el Frente de Córdoba y atendido en el centro de primeros auxilios instalado en una casa de Espiel (Córdoba), en la que conoció a la que luego sería su esposa, Magdalena Mayoral Pérez.

Al término de la Guerra Civil ya era alférez provisional y en 1939 fue destinado a Lanzarote aunque estuvo poco tiempo en la isla de los volcanes. De su sí larga estancia en Tenerife sale una guía de viajes que recuerdo que andaba por casa de mis padres pero vaya uno a saber dónde se encontrará hoy. Tengo sumo interés en conocer las recomendaciones de este hombre sobre la isla en la que desarrolló una buena parte de su carrera profesional y, al mismo tiempo, cómo lo recuerdan si hay alguien del oficio de informar que lo recuerde tras su paso por tierras tinerfeñas. Quiero imaginarlo con una máquina de escribir portátil y una cámara de fotos cruzada al pecho mientras anda por los barrancos de una isla que no le ha hecho todavía el homenaje que se merecen a sus abruptas quebradas.

Como todo soldado que combatió en la desdichada Guerra Civil, la mirada que Manfredi da en Juan, el negro, sobre esta pesadilla que aún amputa a este país de marcianos que es España es la de mirar de tú a tú al enemigo, sobre todo si es español. La originalidad de la novela no va, entonces, por este sentido sino por su intento de contar la historia de un norteamericano de raza negra que termina en las Brigadas Internacionales no por compromiso ideológico sino para escapar de las manos de la policía neoyorquina tras liquidar a un policía racista.

Las mejores páginas de la novela, escrita con brío, con ganas de ir siempre hacia adelante, son así las que lo sitúan en el frente español y las relaciones que mantiene con otros camaradas estadounidenses de aquella famosa brigada. Aparecen así personajes reales y ficticios. Entre los reales que rodean a Juan, el negro, citaría a Alvah Bessie, que terminó en Hollywood cuando regresó a su país; y al escritor Ernest Hemingway. Entre lo malo, la ideología del autor, peso que intenta difuminar en las páginas del libro con la forma de la ironía pero no funciona la broma. Y el chiste que hace como tal termina por caer desde un quinto piso para aplastarse contra el suelo.

Recomiendo en este sentido y a probables navegantes que se hagan con esta curiosidad recomendando, eso sí, que despejen de prejuicios ideológicos su cabeza y se enfrenten a esta obra con la misma curiosidad con la que me enfrenté a ella.

Si se logra el propósito, la novela no deja de resultar interesante. Primero porque está escrita por una persona del bando ganador que intenta desmitificar la aportación de las Brigadas Internacionales en la Guerra de España y segundo porque pese a sus tópicos está escrita con una sencillez que la acerca más al espíritu de las novelas de kiosco que a las serias, las que solo se venden en librerías.

Si le interesa, y escritas desde dentro, por un brigada internacional de raza negra en la guerra española, recomendaría la lectura de De Misisipi a Madrid: Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln, que firma James Yates ya que son muy interesantes, sobre todo cuando el protagonista describe la expectación que levantaba por el color de su piel en todos los rincones que recorrió de aquella España en guerra. La descripción refleja su asombro por el cariño que despierta entre la gente. El odio hacia el diferente no existe, y si existe es para el enemigo que está en la otra trinchera, esa misma en la que se encontraba Domingo Manfredi.

Saludos, reloj, no marques las horas, desde este lado del ordenador

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