Ángel Guerra, protagonista del Día de las Letras Canarias
“¡Ah! ¡Si él supiera que, después de muerto, ya no hay flores en su patio! Sobre la vieja casa en ruinas, vendida, otro edificio se ha levantado. Ya no resta nada, ni huellas. Sólo en mi corazón viven las memorias del pasado, el recuerdo de los que amé y me amaron; en mi corazón que va por el mundo, de tierra en tierra, como un niño sin madre, perdido a la ventura y a lo largo de los caminos desiertos y sin fin”.
La Lapa, Ángel Guerra
Nunca llueve al gustos de todos y el anuncio llega muy tarde pero con un febrero de 29 días, el mundo que no deja de estar revuelto y la proximidad de los carnavales que el Consejo de Gobierno de Canarias haya aprobado dedicar este año el Día de las Letras Canarias, que se celebra el próximo 21 de febrero, a Ángel Guerra (Lanzarote, 1874-1950), me hace viajar al pasado y a un libro, La Lapa, que fue de los pocos que me entusiasmó cuando estudiaba bachillerato, de eso hace eones, de cuando los dinosaurios dominaban la tierra.
Ángel Guerra es un pseudónimo. José Betancort Cabrera (Teguise, 1874-Madrid, 1950) lo tomó de una novela de don Benito Pérez Galdós. Bajo ese nombre publicó unos cuantos libros, entre otros La Lapa que a mi me entusiasmó porque enfrenta a su protagonista, Martín, con el mar. Ese mar que a los canarios nos encanta decir que echamos de menos cuando estamos en tierra de secano.
Ángel Guerra tomará el 21 de febrero el testigo que le cede Félix Francisco Casanova, el protagonista del año pasado, con un programa que comienza el 21 a a las 19:00 horas con un acto institucional en los Jameos del Agua.
El Gobierno canario informa que entre las acciones que se llevarán a cabo a lo largo del año, se incluye la reedición de Relatos canarios, una compilación de textos que exhiben su visión del archipiélago, así como el lanzamiento de una revista monográfica con artículos firmados por varios colaboradores.
“Nada tenía de particular. Puede que fuera algún perro de los cortijos del jable que rastreara algún conejo, o que estuviese malherido por el diente de un camello caliente que recorría embravecido y retozón, el llano. También podía ser que avisara el paso de un perro carnicero que se acercara cautelosamente a los rebaños en descanso, con propósito de descuartizar alguna res, o que en lucha con un gato salvaje, bravos como tigres que salen de sus guaridas hambrientos, hubiese sentido que las garras felinas le rajaran la piel y desangrándose imploraba, con aullar siniestro, un socorro imposible”.
La Lapa, Ángel Guerra
Saludos, calima, desde este lado del ordenador