Dos documentales recuerdan a los desaparecidos por la Guerra Civil en el Puerto de la Cruz y el barrio de San Andrés en Santa Cruz de Tenerife

“Todas las guerras se libran dos veces / la primera vez en el campo de batalla / la segunda en la memoria”.

El simpatizante, Viet Thanh Nguyen (Seix Barral, 2017)

Los rojos de San Andrés y la represión franquista
se estrenó el pasado viernes, 10 de mayo, en el antiguo cine de San Andrés, ahora local del Club Deportivo del barrio, un espacio que respira aún el aroma de aquellas clásicas salas de exhibición cinematográfica que por desgracia (signo de los tiempos) han ido desapareciendo del paisaje urbano de esta ciudad, Santa Cruz de Tenerife.

La sala estaba a rebosar de vecinos, algún que otro político con ganas de hacer campaña y gente interesada en este tipo de documentos que tiene como misión la de rescatar la memoria. En este caso la de San Andrés, barrio marinero de la capital tinerfeña y playa oficial de una ciudad que sacrificó las que tuvo en favor de la ampliación del Puerto.

En la cantina del cine de San Andrés hay una fotografía en blanco y negro que recuerda cómo era aquella playa hace ya muchos años. Esa playa está muy presente en mi memoria porque solía ir bastante con mi familia cuando era pequeño. Recuerdo cómo atravesábamos en automóvil aquella carretera que mordía la montaña con curvas y más curvas con el objeto de bañarnos en el mar en aquel espectacular litoral de piedras y arena negra.

Años más tarde las piedras y la arena negra se fue en favor de una amarilla que trajeron del Sáhara y se construyó la actual carretera que casi va paralela al Atlántico si se olvida uno de mirar las planicies del muelle en la que se alzan las naves de varias empresas comerciales.
Pensé en todo esto antes de que diera inicio este trabajo documental que nace gracias a un taller de cine que contó con el respaldo del Organismo Autónomo de Cultura del Ayuntamiento de Santa Cruz y del Cabildo de Tenerife. En la película participan numerosos vecinos del barrio.

A mi San Andrés siempre me ha dado buenas vibraciones y ese viernes, preparado para ver la película rodeado de tanta gente entusiasmada por asistir al estreno de un filme en el que aparecen porque muchos son familiares, amigos o conocidos de los verdaderos protagonistas de la película que por desgracia hicieron desaparecer los que ganaron la guerra, me trajo de vuelta recuerdos que ya creía perdidos en mi memoria.

La película se extiende en el tiempo para contarnos también el surgimiento de las cédulas comunistas que operaron en el pueblo en los años setenta y de cómo organizaron una manifestación para reclamar el alcantarillado del barrio que fue como la de los campesinos en Novecento solo que de verdad. Tan de verdad que cómo se cuenta en el documental: las mujeres tardaron en sumarse a la protesta hasta que no finalizó el capítulo de la radionovela Simplemente María, escrita por Guillermo Sautier Casaseca, autor nacido en la isla de La Palma en 1910 y fallecido en Madrid en 1980.

Tiene este trabajo colectivo algo muy próximo. Por un lado porque el trabajo se construye a base de los testimonios de los familiares cuyos abuelos, padres o tíos desaparecieron en el mar que baña estas costas y por otro porque es su testimonio el que levanta una película que no tiene vocación de documentalizar aquellos hechos sino de contarnos los recuerdos de sus protagonistas y hacer memoria de una guerra que si bien no conocieron les pasó factura porque en ella murieron –mejor fueron ejecutados y de la peor forma posible– personas cercanas de los que solo conservan una foto (en el mejor de los casos).

Era tanta la emoción que se respiraba en el antiguo cine de San Andrés que cuando en pantalla se escuchó la voz de Carlos Arias Navarro comunicando aquello de “españoles, Franco ha muerto”, la sala respondió con una feliz y atronadora ovación.

El ex senador socialista José Vicente González Bethencourt es quien sitúa al espectador en el marco histórico pero son los vecinos y vecinas los verdaderos protagonistas de esta película que desata emociones. De hecho, hay un momento divertido dentro del drama que se nos cuenta, en la que Bethencourt habla de las víctimas que los rebeldes golpistas arrojaban al mar, los apotalados, que en San Andrés se conocían como “los pandullos”, le corrige una señora.

En cuanto a las emociones y ante una sala repleta de espectadores el día de la exhibición, percibí justo detrás de donde me encontraba algún sollozo contenido y largos suspiros. Esos que uno lanza a veces para reprimir las lágrimas que acuden desbocadas a empapar los ojos.

Los rojos de San Andrés y la represión franquista es resultado de un taller de cine bajo la dirección de Raúl Jiménez, probablemente el cineasta social más destacado con el que cuenta el cine que se rueda a este lado del Atlántico, y está codirigido por Rocío Rodríguez, que lleva realizando una impagable labor por mantener la memoria de los vecinos del barrio marinero. En el apartado de ayudantes de producción actuaron José Manuel Afonso, de la asociación de vecinos El Pescador y Conrado Acosta del Club Deportivo San Andrés. A cargo del sonido estuvo Guacimara Rodríguez y Andrés Afonso en la fotografía.

Todos ellos, más el testimonio de familiares de los desaparecidos (más de una veintena) hacen de este trabajo colectivo un ejemplo a seguir para continuar recuperando la memoria de todos aquellos a los que silenció la dictadura franquista aunque si algo grande tiene este documental, ese algo son las emociones familiares que transmiten y que no son idénticas a las que sentí cuando el pasado 21 de marzo vi La represión franquista en Puerto de la Cruz: una mirada al pasado reciente en el Instituto de Estudios Canarios ya que se trata de un trabajo más preocupado por seguir el hilo de la historia, a dar protagonismo a lo que dicen una serie de profesionales a través de entrevistas. Dirige la pieza un historiador, que no es cineasta como sí lo es Raúl Jiménez, Aarón León Álvarez.

La represión franquista en el Puerto de la Cruz contó con el apoyo del Ayuntamiento de la primera ciudad turística de Canarias y se trata de un documental que es narrado no a través de los testimonios de los familiares de las víctimas sino de historiadores especializados en la Guerra Civil en Canarias.

Si tiene alguna coincidencia con Los rojos de San Andrés y la represión franquista es que además de que su historia se centra en dos pueblos marineros de la isla que llevan la Cruz en su nombre, es que en ambos se habla también de una serie de hombres y mujeres que vivieron unos momentos de incomprensible pesadilla. O al menos a mi ahora me lo parece. Sobre todo cuando intento imaginar un país en el que si algo reinó en aquellos años, lo que reinó fue el odio. Ese odio macerado por el curso de un tiempo que terminó en una guerra que aquí, en estas islas desparramadas del océano Atlántico, una parte, la legal, no supo reaccionar para responder con contundencia a la otra, la golpista.

Cómo fue el 18 de julio de 1936 en una ciudad como Santa Cruz de Tenerife lo narra muy bien José Antonio Rial en Tiempo de espera donde viene a decir que la derrota de las fuerzas republicanas y de izquierdas se produjo porque no estaban unidas y no se fiaban los unos de los otros.

Fruto de este desconcierto se impone la justicia de los rebeldes, como la acuñó el investigador Ricardo García Luis, y comenzaron los encierros y los crímenes. De algunos represaliados habla La represión franquista en Puerto de la Cruz.

El documental está narrado a través de la voz de varios historiadores y expertos en la Guerra Civil y la represión en Canarias. Ellos son Ricardo Guerra, Milagros Luis Brito, que trabajó la vida de Luis Rodríguez Figueroa; José Manuel Hernández y Ramiro Rivas. Todos exponen el estado de la cuestión a través de imágenes intercaladas de fotografías y películas de época sobre una serie de personajes represaliados que, en su mayor parte, resultaron ser servidores públicos.

La película contó también con una ayuda del Cabildo y como el trabajo que coordina Raúl Jiménez forma parte de los proyectos de recuperación de la memoria histórica. La producción corre a cargo de Ayoze Suárez, José Pablo Gallego Pérez y Clipia Estudio y es con Los rojos de San Andrés una película que se puede ver en casa aunque su intensidad es abrumadoramente distinta si se observa con público ya que éste amplifica las emociones y te hace exigir justicia, nunca venganza.

FOTOS: La primera imagen muestra el interior del antiguo cine de San Andrés el día del estreno de Los rojos de San Andrés y la represión franquista.

Saludos, tomamos nota, desde este lado del ordenador

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