Memorias de una hetaira, una novela de Carmen del Puerto Varela
“Elena se resistía a creerlo. Erika era capaz de muchas cosas y ella sabía mejor que nadie de su promiscuidad. Juntas habían hecho el ‘juramento de las hetairas”. No se doblegarían a ningún hombre, tomarían siempre la iniciativa sexual y se acotarían con quienes quisieran. Podían ser hombres y mujeres, parejas o grupos y, en principio, sin ninguna restricción, manteniendo solo las debidas precauciones y dentro de un orden, Puro sexo, relaciones consentidas y sin ataduras de ningún tipo”.
Memorias de una hetaira, Carmen del Puerto (Círculo Rojo Editorial, 2023)
El peso del trabajo periodístico se aprecia en las dos novelas que he leído hasta la fecha de Carmen del Puerto Varela. En la primera que llegó a mis manos, El finlandés errante, recreaba la vida de un finés que vino a dar con sus huesos en Tenerife, donde encontró pareja y se adaptó a un territorio, un espacio que poco o nada tenía que ver con el de su tierra natal. Ahora, en Memorias de una hetaira, la escritora riza el rizo pero sin perder de vista el sendero que abrió con El finlandés errante, con el fin de narrar en dos tiempos la historia de una cortesana en la Grecia antigua y, paralelamente, la de una mujer en nuestros aciagos tiempos que estudia en la Universidad de La Laguna y que trabaja en una investigación sobre las mujeres libres en la Hélade clásica.
Descubro en Memorias de una hetaira a una escritora que ha dado un paso al frente y que no teme buscar nuevos senderos en los que proyectar su literatura. Si ya El finlandés errante era una obra arriesgada, con estas memorias Carmen del Puerto avanza de casilla porque se trata de un libro que no deja de desconcertar al lector. Me atrevería incluso que a desarmarlo de posibles prejuicios una vez haya iniciado la aventura de leer una novela que no va a dejar indiferente a nadie.
Por un lado porque está muy cuidadosamente escrita y cuenta con una documentación que consolida lo que narra a media que se pasan las páginas. Puede resultar un inconveniente, pero es momentáneo, que la narración se plantee troceada (una parte, la que transcurre en la Grecia clásica y la otra en la actualidad) pero una vez se aceptan las reglas del juego el curso del relato se sigue con una atención que a medida que avanza se recibe con mucho mejor apetito.
La novela permite, además, ser leída de manera independiente porque son dos historias las que se cuentan en un mismo libro aunque no lo recomendaría porque ambos relatos están unidos por un hilo casi invisible. Es decir, que ambas experiencias se retroalimentan ya que una y otra historia tienen vasos comunicantes solo que en vez de trasladar un líquido de un sitio a otro lo que traslada son palabras con las que se cuenta esta historia de mujeres empoderadas y de otras que comienza a serlo. Este discurso fusiona el de la mujer cortesana de la Grecia clásica con el de la otra protagonista, la estudiante del siglo XXI, que vive en un mundo radicalmente distinto. Extremadamente avanzado en tecnología pero no sé que decir si espiritualmente también.
Se nota mucho trabajo de fondo en Memorias de una hetaira así como de dar forma a la novela. También un notable esfuerzo por contarnos lo que les ocurre a sus dos grandes protagonistas por dentro y por fuera procurando para cada historia usar un lenguaje que distinga a una de la otra además del recurso gráfico de emplear otro tipo de letra en el caso de la narración que dicta la hetaira.
Debido al oficio de una y a la carrera universitaria de la otra, la novela está salpicada de ratos eróticos pero no resultan abusivos ni mucho menos pornográficos. Estos momentos son de esparcimiento y relax y están escritos porque así lo pide la historia. No son gratuitos.
El libro se lee con bastante interés y hasta cierto punto obliga a entender que la escritora haya escogido la narración doble para contar la historia porque sus ambiciones van más allá de la recreación, por otro lado muy realista, de la Grecia de aquellos años, sus años de esplendor, y del ambiente y la presión que se siente en la vida universitaria. En los despachos y en la calle pero sobre todo en la intimidad del dormitorio.
Memorias de una hetaira enseña además lo difícil que fue ser mujer en un siglo donde no eran nada, o casi nada, pero también en unos tiempos actuales donde todavía tiene que ganarse muchos derechos. Esta contradicción es, a mi juicio, uno de los debates más atractivos que plantea esta novela. Una novela de ideas, que no se achanta ante los desafíos éticos y morales que plantea a través de los personajes.
Carmen del Puerto pone también el énfasis en reivindicar la dignidad de las personas y en el precio que se ha de pagar para levantarse todas las mañanas sin preocupaciones en la cabeza. Al mismo tiempo, estudia el cinismo que como sociedad nos domina y en cómo ha perdido su fuerza la cortesana, la hetaira, al convertirse hoy en sinónimo de prostituta, de mujer que por necesidad vende su cuerpo a otras personas.
En Memorias de una hetaira encuentro a una escritora que ha evolucionado aunque mantiene algunas constantes como es su preocupación por la documentación gracias a la cual el lector no va a dejar de sorprenderse con esta novela.
Saludos, llega el calor, desde este lado del ordenador