Alberto Barrera Tyszka: “La ‘revolución bolivariana’ es una fantasía que sólo se sostiene con un barril de petróleo”

Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) explicó que las respuestas de esta entrevista las iba a escribir durante un vuelo que la semana pasada iba a tomar rumbo a Venezuela pero el viaje se retrasó y pudo contestar el cuestionario en tierra antes de coger otro avión con rumbo a su país, que el domingo pasado, 28 de julio, celebraba elecciones que revalidaron en el poder a Nicolás Maduro, resultados que tanto la oposición como EE.UU., la UE, Chile y Colombia, entre otros, han cuestionado al exigir un recuento de votos transparente.

Poeta y narrador, Barrera Tyszka es autor de la novela También el corazón es un descuido y de un libro de cuentos Edición de lujo y de los poemarios Coyote de ventanas y Tal vez el frío. Sin embargo no es hasta que escribe junto a la periodista Cristina Marcano Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal, en la que su trabajo salió fuera de los círculos literarios. El libro es la primera biografía documentada del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, que no había fallecido cuando la obra llegó a librerías.

Al margen de estas señales, estaba claro desde muy pequeño que Alberto Barrera Tyszka quería ser poeta y escritor. Revela que guarda recuerdos de ver a su padre leyendo en el patio de su casa, y el irrefenable deseo de descubrir cuál era el secreto de un libro, la capacidad que tienen las palabras para capturar la atención de un hombre al que quiso y admiró como fue su padre. Han transcurrido muchas cosas desde entonces. Y entre otras, una bibliografía que ha ido aumentando con el paso del tiempo con títulos como Mujeres que matan, Patria o muerte, Crímenes y El fin de la tristeza, que apareció en 2024 y de la que habla un poco en esta entrevista. En su faceta como narrador, Alberto Barrera ha trabajado como guionista en varias telenovelas y colaborado con artículos en periódicos como El País y la revista Letras Libres.

Alberto Barrera Tyszka participará como invitado en el VI Festival Hispanoamericano de Escritores, que este año está dedicado a las literaturas de Venezuela y que se desarrollará del 23 al 29 de septiembre en Los Llanos de Aridane, La Palma.

- ¿Recuerda cuándo sintió la primera pulsión por escribir?, ¿por qué se le despertó esa necesidad?

“El recuerdo más nítido que tengo sobre mi relación con la escritura es el recuerdo de mi padre leyendo. Los sábados en la tarde, en el patio de la casa, a veces mi padre se ponía a leer poesía en voz alta. Leía líricas clásicas españolas y libros de algunos poetas venezolanos. Ahí descubrí que las palabras podían tener otra función. Sentí que las palabras eran cuerpos que cantaban y que bailaban en el aire, que producían sonidos y ritmos maravillosos, otros sentidos. Para me fue como una revelación. Yo siempre digo que esa experiencia cambió mi vida”.

- Ha ganado, entre otros, premios como el Herralde y Tusquets. ¿Ayudan los premios en la carrera de un escritor?, ¿qué le diría a quienes aún lo ponen en duda?, ¿qué han significado los premios literarios en su carrera literaria?

“Los premios, sin duda, ayudan, son un impulso importante para dar a conocer a un escritor, para promover su obra. Pero no es saludable creer que los premios son una “consagración”, una validación de calidad literaria. Todo premio es subjetivo, depende de la decisión de un grupo de personas con gustos y manías, quienes -convertidas en un jurado- eligen una obra y rechazan muchas otras. En ese sentido, los premios también son caprichosos e injustos. Hay que aprovecharlos pero no tomárselos demasiado en serio. Ningún premio te hace escribir mejor”.

- ¿Qué constantes cree que se pueden apreciar en su producción literaria?

“Es una respuesta que quizás debería dar la crítica. Yo tengo muy pocas certezas con respecto a lo que escribo. Creo que hay algunos temas a los que regreso constantemente, la enfermedad en sus distintas dimensiones es uno de ellos, sin duda. Sería ideal que uno pudiera escoger sus obsesiones, pero no es así. Formalmente, creo que siempre ando buscando un tono, una escritura que se sostiene sobre frases cortas, pero que de pronto ambiciona un giro inesperado, una imagen distinta, más cercana a la poesía. Me gustaría pensar que a veces lo logro”.

- Leo en alguna parte que desea conectar con el lector desde “la fragilidad y el dolor”, ¿por qué?

“No sé. No se trata de una estrategia narrativa deliberaba. Creo que simplemente así sucede, o -al menos- así sucede en buena parte de lo que escribo. Me interesan las heridas. Escribo para enfrentar lo que me duele, lo que no entiendo. Y esa es la fragilidad que le propongo al lector. Desde ahí le propongo imaginarnos y contarnos”.

- A qué le presta mayor prioridad, ¿a la historia, a los personajes, al estilo?

“Me cuesta separar los tres elementos. Están ambiguamente unidos y tienen una co-dependencia radical. Pero si tuviera que elegir te diría que sin personaje no hay nada, incluso cuando el personaje sólo quiere ser una voz que narra”.

- En El fin de la tristeza aborda el suicidio, ¿qué interés le despierta este asunto? También siente curiosidad por las redes sociales y los influencers.
“Uno de los temas que toca la novela es el suicidio. Y lo hago, o trato de hacerlo, sin ninguna intención moralizarte. No quiero editorializar un hecho tan complejo y delicado. La historia, como bien dices, también tiene que ver con las redes sociales y hay un personaje importante que es un influencer. Poner en relación ambas experiencias me permitía jugar con la intimidad y con lo público de una manera particular, tratando de construir, además, un relato en clave policial, de suspenso”.

- ¿Y el periodismo? ¿Cómo se puede actuar contra los bulos, las noticias falsas?

“Es un punto central de mi última novela. La premisa vital del protagonista es “cuanto más lejos estés de las noticias, más cerca estarás de la felicidad”. En el fondo, todos estamos un poco indefensos frente a un caos informativo o pseudo informativo, frente a una marea de mensajes que nos rodean, nos acorralan, y ante los cuales es muy difícil discernir qué es y que no es verdad.
Gabriel Medina, el protagonista de la novela, comienza desconfiando de todo lo que ve, lee o escucha: los medios, las autoridades, los policías…y termina dudando de sí mismo, de su capacidad de percibir lo real. Creo que es un proceso en el que, de alguna manera, todos estamos. Cada vez nos cuesta más saber qué está pasando en verdad, qué es la realidad”.

- Es coautor junto a Cristina Marcano de Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal. ¿Qué es lo que plantea en este libro y qué retrato ofrecen del personaje?

”Es un libro que hicimos hace mucho, de hecho se publicó casi diez años antes de que Chávez muriera. Y fue un intento serio de explorar un personaje que, en ese momento, se conocía poco y era muy polémico, frente al cual la sociedad venezolana está sumamente polarizada. Justamente, para superar esta polarización, Cristina y yo decidimos construir una biografía coral, sin opiniones, donde entrevistamos únicamente a personas que conocían de manera personal a Chávez, que habían vivido con él, que habían tenido trato y contacto directo con él. Obviamente, así logramos una suerte de retrato colectivo, muy documentado pero a la vez muy personal, una suerte de “hoja de vida” sobre el personaje”.

- ¿Que cree que ha representado Chávez para la historia del país?

“En lo personal, creo que Chávez es un emblema de lo peor de nosotros mismos como país: el militarismo, el nuevo riquísimo petrolero, la ilusión infantil de un país rentista, la idea cultural de que la improvisación es un método… Todo eso amplificado y magnificado es en buena parte lo que llamamos la revolución bolivariana, una fantasía que sólo se sostiene con un barril de petróleo a más de cien dólares y que -detrás de un discurso supuestamente de izquierda- sólo esconde más capitalismo salvaje y más autoritarismo militar”.

- Dice en una entrevista que la figura de Chávez se ha vuelto “prescindible” en Venezuela… ¿Ya no funciona como referente?

“Chávez era un narcisista de manual. Convirtió su popularidad en una particular forma de tiranía. Diseñó un Estado a su medida. Durante su enfermedad, se sacralizó y alimentó aun más este culto a la personalidad. Y creo que todos pensábamos que todo ese esfuerzo y es inversión produciría una religión más sólida y duradera. Pero no ha sido así. Han pasado los años y Chávez ha ido perdiendo poder, incluso dentro de la simbología del propio movimiento. Quizás sólo es un asunto de estos tiempos donde todo es provisional. Ahora los caudillos también son efímeros”.

- ¿Por qué cree que se ha tardado tanto tiempo en admitir que el régimen venezolano es una dictadura?

“Eso es algo que dije en una entrevista reciente. Me refería a lo mucho que costó, durante un tiempo, convencernos y convencer a los demás de que en Venezuela había una dictadura. Es algo que tiene que ver con estas modernas formas del autoritarismo y con pérdida de valor que, como referencia, tiene la democracia en la actualidad. La palabra “dictadura”, en latinoamérica, está demasiado atada a los regímenes militares que hubo en los países del sur durante el siglo XX. Parecía imposible designar con la misma palabra al gobierno de Chávez o Maduro que a los gobiernos de Pinochet o Videla. Y, ojo, yo creo que todavía cuesta, que todavía para cierta gente hay un parpadeo epistemológico, una resistencia a entender estas nuevas versiones de los antiguos autoritarismos”.

- ¿Se considera un escritor político?

“Nunca sé muy bien qué quiere decir realmente eso. La realidades sociales y políticas aparecen en mis ficciones, sí. Y aparecen de manera explícita, como tramas importante. Y, luego, sí, también escribo crónicas periodísticas o artículos de opinión sobre temas políticos. Ahora, para mi todo eso es parte de mi experiencia ciudadana. Lo que quiero decir es que soy un ciudadano como cualquiera, preocupado o angustiado por la realidad, y que como lo que sé hacer es escribir, pues escribo. Así vivo yo esas dos palabras”.

FIRMA FOTO: Óscar Lucien

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