Karina Sainz: “No me siento de ninguna parte”
Si hay un asunto que domina la literatura de Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) ese es el desarraigo. Eso al menos admite la escritora y periodista, una de la invitadas a participar en la sexta edición del Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra del 23 al 28 de septiembre en Los Llanos de Aridane (La Palma), sede de este ambicioso encuentro con las letras y que este año tiene como país invitado a Venezuela.
No es la primera vez que Karina Sainz Borgo viene a las islas Canarias, cubrió como periodista la erupción del volcán Tajogaite en 2021, y ha visitado otras islas del archipiélago salvo, de momento, El Hierro. Destaca de este archipiélago pegado al continente africano pero americano de corazón, lo que califica como de “humor atlántico” así como que se trata de una tierra “donde escribo muy bien”.
En la actualidad, Karina Sainz Borgo compagina su actividad como periodista con la literaria. Es autora de tres novelas: La hija de la española, El tercer país y La isla del doctor Schubert, aunque ahora está escribiendo una nueva historia, Nazarena, con la que espera cerrar un ciclo literario que protagonizan sobre todo mujeres.
- La consideran una escritora de la diáspora venezolana.
“Es una apreciación. Creo que mi narrativa es muy propia por lo que no me veo ahí pero con esto no quiero decir que lo que escribo se parezca porque yo hablo del colapso de Venezuela y de la sociedad venezolana pero no me siento que forme parte de la diáspora ya que no me veo así ni escribo con ese propósito ni cuento con un proyecto definido en función de las circunstancias aunque es inevitable que un éxodo de la proporción que ha tenido Venezuela no incida en la vida de los ocho millones de personas que se han marchado del país y que los que se quedaron vivan en la actualidad bajo circunstancia muy difíciles. Es como pensar que el apartheid no ha influenciado en la obra de Coetze o Gordimer, No puedo escapar a esa angustia. Mi primera novela, La hija de la española, tiene como trasfondo un sistema autoritario mientras que la segunda, El tercer país, es una alegoría sobre la emigración y la necesidad de enterrar a los muertos. Intento transmitir que dentro del desarraigo individual hay un elemento universal”.
- ¿Recuerda el momento en el que tomó la decisión de marcharse de Venezuela?
“Fue en 2006 y tomé la decisión porque no me reconocía. Hugo Chávez cumplía casi una década en el poder y ya se estaban dado rasgos importantes de autoritarismo. En aquel entonces trabajaba en el periódico El Nacional y mucha gente con la que trabajaba acabó siendo juzgada y presa y eso me produjo un profundo desgarro y que me alejara del país. Cuando me marché, aún mantenía una relación saludable con Venezuela. De hecho, solía regresar pero eso fue cambiando y ahora me siento más representada por el discurso del desgarro”.
- Y se viene a España.
“A la edad de 23 años cualquier experiencia es significativa. Lo que más me llamó la atención de la Europa de aquel entonces, las del 2006, es que no tenía nada que ver con la actual. Había mucho dinero y optimismo con respecto al proyecto europeo y las redes sociales no tenían el protagonismo que sí tienen ahora. Sentí que daba un salto en cosas muy significativas. A España le debo mi formación intelectual, aquí fue donde me hice adulta, donde me casé y me divorcié y en donde he desempeñado varios trabajos. Aquí fue donde comencé también a publicar libros por primera vez. Mis raíces con Venezuela son más débiles y ahora que tengo 42 años se nota”.
- ¿Cuándo comenzó a notar los primeros síntomas por la literatura?
“Mi relación con la literatura viene de atrás. Nací en una familia con muy buenos lectores y hay que tener en cuenta que la tradición literaria venezolana está muy enraizada con la poesía, que mantiene una relación cercana con el lenguaje. Estuve dando signos de expresión literaria muy pronto y de manera ya profesional a partir de los 18 años, que es cuando comienzo a trabajar en prensa”.
- La vida cultural en Venezuela era entonces muy activa.
“Estaba la editorial Monte Ávila y el Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos en los que se generaban debates intelectuales y literarios. Caracas fue la plaza de creación del Premio Rómulo Gallegos que sirvió de gran apoyo a la literatura en español, otorgando el premio a escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa… Caracas era un epicentro intelectual que los años de demolición han ido desmontando. El problema es que la literatura venezolana estuvo bajo el ala de la cultura oficial y pocos escritores, salvo Francisco Herrera Luque, que por entonces era el más mediático, se conocían. Al deteriorarse Monte Ávila, todo ese tejido cultural, porque también pasó en las artes plásticas, terminó siendo absorbido en un proyecto ideológico que se ha hecho sectario y propagandístico y todo ese proceso coincide con el descalabro social venezolano”.
- En su caso, ¿qué fue primero, el periodismo o la literatura?
“Creo que mi relación con la literatura fue lo primero pero la cobardía y el aburguesamiento me hicieron estudiar periodismo quizás porque me pareció una profesión con la que podía ganarme la vida y lo es a día de hoy. El periodismo me ha condicionado en la escritura literaria en cuanto a la concisión del lenguaje aunque mi forma de escribir literatura es distinta a la de mi formación periodística que fue española. Es decir, que en donde domino realmente la técnica periodística es en España, país en el que tuve muy buenos maestros. Y esa es mi impronta española, que siento en mi forma de escribir y que pienso ha sido muy saludable”.
- En cierta ocasión habló de realismo trágico frente a realismo mágico.
“Cuando se publicó La hija de la española, que se trata de una distopía, me dijeron que no escribía realismo mágico sino trágico. Y siento que esa temperatura es parecida a las de otras literaturas latinoamericanas, donde prevalece en la actualidad el colapso, el apocalipsis. En mi caso, creo que con un lenguaje propio ya que me gusta usar figuras alegóricas con alusiones morales, que describan la decadencia humana porque de alguna manera eso sí que me condiciona: la sensación de doble desarraigo, de estar fuera de lugar”.
- ¿Y recurre a esa sensación de desarraigo para escribir lo que siente?
“No me siento de ninguna parte. Sé que nunca seré española y los venezolanos no me ven como a una venezolana por eso no es que lo use para escribir es que se trata de mi punto de vista. Está en mi sensibilidad. Tengo muchas obsesiones con la tierra, la memoria, la muerte… Y dentro de todo me parece normal porque es un proceso hasta cierto punto de madurez en el que comienzas a asumir lo que es verdad así que vivo con ello, puedo lidiar con ello”.
- Lidiar sí pero ¿en qué espacio se ubicaría como escritora?
“Entre los buenos escritores. Eso es lo que intento. Mi literatura tiene una impronta latinoamericana muy fuerte. En Francia y Alemania mis libros son muy bien recibidos, también en los Estados Unidos, así que me suele ir mejor en los países de habla no hispana, lo que me parece muy curioso, algo que me llama la atención”.
- Esa sensación de no pertenecer a ningún lado la observa en otros escritores, sean o no venezolanos?
“Tengo una buena amiga ucraniana, Margarita Yakovenko, y en nuestras conversaciones hablamos de esa sensación de desarraigo porque ella nació en Ucrania y llegó a España con ocho años y no es vista como española ni como ucraniana. Vive, hasta cierto punto, con esa misma sensación errante que yo”.
- ¿Tiene escritores venezolanos que sean sus referentes?
“Una de las más importantes, de las que marcaron mi vocación literaria, es Elisa Lerner, que me animó a escribir hasta que encontré mi propio camino. Otros autores, no venezolanos, son el sudafricano Coetze y Flaubert, del que me costó reponerme cuando lo leí. También Javier Marías, que es mi gran amor español y adoro, por supuesto, a Cervantes, a Lope, pero Javier Marías es la única raíz que siento literariamente con España, fue un escritor renuente a los temas patrios y eso le costó la antipatía en algunos casos. Existen otras referencias literarias en mi formación pero Elisa Lerner es la voz venezolana que más me marcó y la que me empujó a escribir siendo muy joven”.
- Es autora de La isla del doctor Schubert, ¿un homenaje a La isla del doctor Moreau de H.G. Wells?
“Se trata de un relato largo. Una historia de aventuras en la que le doy mucho juego a la fantasía. El tercer país, mi segunda novela, me resultó muy dura de escribir y me resecó un poco el lenguaje así que buscaba una fase intermedia entre El tercer país y Nazarena, que es la novela en la que trabajo ahora. Me gusta mantener un ritmo de publicación para observar cómo se comporta lo que escribo”.
- ¿Utiliza palabras del español de Venezuela en sus novelas?
“Hay palabras que necesito utilizar y casi siempre son nombres de árboles y frutas de Venezuela porque tienen un sonido precioso pero lo evito porque quiero ser lo más neutra posible ya que tengo la sensación de que me van a recibir como una escritora que no es lo suficientemente venezolana. Si lo hago así es para cubrirme las espaldas pero hay cosas que no concibo sino en castellano, es un poco extraño, y eso que no he perdido nada de acento ni los modismos venezolanos. En donde trabajo, el periódico ABC, los compañeros a veces no me entienden”.
- ¿Le duele Venezuela?
“Siento un desgarro profundo y difícil. De alguna manera no lo puedo evitar. Mi primera novela tuvo que ver con Venezuela y se trata de un libro que a veces me arrepiento de haber escrito pero me posiciono frente al país. Mantengo una relación muy complicada con Venezuela. No tengo tantas certezas aunque sí siento la Venezuela en la que crecí”.
- Y ahora escribe Nazarena. ¿Qué es Nazarena?
“Quiero cerrar un ciclo que inicié con La hija de la española y continué con El tercer país. Con Nazarena forman un ciclo muy político en torno a la familia, el parentesco, la tierra, el origen. Lo que pasa es que si en La hija de la española escribo sobre la pérdida y en El tercer país sobre la compasión, esta vez abordo la herencia y la locura que es la gran protagonista de la novela”.
- ¿Son éstas sus constantes literarias?
“También la violencia y la belleza porque soy consciente que puedo llegar a crear una belleza particularmente depredadora y ácida y extremadamente dura. Y creo que lo consigo. Mis personajes, además, son casi todos mujeres”.
- ¿Cuántas literaturas existen hoy en Venezuela?
“Existe una escritura oficialista, que siempre la hubo por otra parte, con escritores como Luis Britto García, Juan Calzadilla y Luis Alberto Crespo, que fueron afines al chavismo pero hay más gente escribiendo, muy jóvenes además. En este sentido, hay toda una generación en la que los escritores han sido también editores, críticos y dinamizadores culturales. Hay un vínculo literario muy fuerte porque nuestra tradición literaria es muy fuerte, sobre todo en poesía”.
- ¿Cómo son las relaciones literarias entre España y América?
“Las voces pueden ser de un país pero los grandes mercados y los lugares de circulación literaria de América son Colombia, México y Argentina porque es donde se establece ese circuito de intercambio que me parece una consecuencia natural. Pasó con la Barcelona de finales de los años 60, donde la clave era más iberoamericana que otra cosa. España lleva con mucha dificultad su relación con Hispanoamérica. Tiene una extraña desconexión en su relación con la literatura latinoamericana”.
- Pero ¿no cree que pasa lo mismo con las literaturas de los países hispanoamericanos y su relación con España?
“Excepto con determinados escritores como Ray Loriga y Enrique Vila-Matas, por citar dos contemporáneos, hay algo en ese puente de ida y vuelta que no termina de fluir”.
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