Una reflexión sobre cine y su manera (a veces sabia) de hacernos reír

Me estaba rompiendo (literalmente) de la risa viendo Tropic Thunder cuando se me vino una idea a la cabeza. Las ideas aparecen cuando menos te lo esperas, también en los sitios que menos te esperas. ¿Qué cuál era esa idea? Pues de cómo ha cambiado nuestro sentido del humor con el paso de los años. Ahora tengo la sensación que lo que nos produce risa es una rabia incontrolada marcada por la de reírnos del mal ajeno. El nuevo cine americano, que es el cine que está en plena y constante evolución en contra del que se fabrica en Europa, muy preocupado en descifrar los enigmas de su ombligo, inventó la risa poética, y ahí está Chaplin y Keaton, entre otros, pero también la risa demoledora y absurda que encarna los hermanos Marx. Más tarde, Jerry Lewis hizo de la inocencia fuente inagotable de carcajadas hasta llegar a Woody Allen que la intelectualizó para satisfacción de progres del mundo uníos. El cine americano también es responsable de la risa catástrofe, que tan bien practicó Peter Seller en El Guateque y en todas las panteras rosas en las que colaboró a las órdenes de Blake Edwards, mientras que los hermanos Farrelly, con su invento de la risa gruesa pero con mensaje han elevado el testigo a un lugar al que nunca podrá llegar Eddie Murphy por mucho que se esfuerce.

Lo inquietante de esto de hacernos reír es lo que se esconde detrás de cada una de nuestras carcajadas. Si con Chaplin, Keaton, los Marx, Lewis y Seller era sana, ahora la carcajada tiene (se me antoja) cierto regusto sangriento. Es decir, que en la actualidad (y la interesante Tropic Thunder invita a esta reflexión) se te hace reír con las payasas que los protagonistas le hacen a otros, y cuanto más bestias mejor. Hemos pasado del payaso con corazón al bufón loco, o el tío al que se le traba con la cremallera su miembro más querido en el cuarto de baño de su novia para mostrárnoslo mostrencamente en pantalla y a todo color y calor. No tengo nada en contra de la risa que raya casi la pornografía. De hecho la base de su éxito es lo extremo, o la burla brutal ante lo políticamente correcto. Y para ello nada mejor que reírnos de los integrados y de todos aquellos que la sociedad intenta integrar. Por ello, pienso ahora que la nueva comedia ¿gore? carece de límites, y en contra de lo que algunos puedan pensar sí que tiene mensaje, sólo que por obvio le resbala al espectador que lo que quiere es más tono grueso y menos comedia elegante a lo, pongamos por caso, Ernest Lubitsch o Billy Wilder, aunque Wilder sea un bestia en ocasiones pero su radicalidad es tan inteligente que parece exigirle al espectador además de atención algo de chispa dentro de su cabeza.

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¿Qué no me creen? Una de las mejores comedias de Wilder, Bésame, tonto, es también una de sus películas más eróticas y, si me apuran, pornográficas de su carrera: Dos amigos que se dedican a componer canciones que solo escuchan en su casa son capaces de conspirar para que la mujer de uno de ellos se acueste con un cantante de éxito (el gran Dean Dino Martin) cuyo coche se ha venido a estropear en el villorrio donde viven… Pero también está El apartamento, donde Jack Lemmon permite literalmente que sus jefazos utilicen su pisitos para las travesuras amorosas con las secretarías; o La tentación vive arriba, donde un Tom Ewell descubre con natural entusiasmo que su vecinita arriba es Marilyn Monroe, a quien espía por el ojo de la cerradura con una botella de leche entre las piernas…. Obviamente, ni los Farrelly ni Ben Stiller que son los mejores ¿comediantes? del cine norteamericano de nuestro tiempo han aprendido nada de Wilder, pero eso es así porque Wilder es inimitable y único. Y estas tres comedias, aunque pongo también en el mismo saco Con faldas a lo loco, En bandeja de plata y Primera plana son agudas reflexiones sobre la importancia del sexo y también de la pareja pero no de la pareja, y ese discurso trasgresor en estos tiempos de miedo sibilino que vivimos no deja de ser valiente por su patetismo. Y en estas películas no nos reímos del personaje sino con él, y en el caso de El apartamento a punto de romper a llorar para que se libere de su ingenuidad.

El cine que hace Stiller o Farrelly, por mucha gracia que te provoque, no es comedia en el sentido estricto de la palabra, sino una sucesión de suculentos momentos cómicos más o menos cogido por un hilo argumental que es lo de menos. Vamos, que salgo con los ojos repletos de lágrimas de Tropic Thunder pero no sé cual es la historia mientras que sí recuerdo lo que me contaba Chaplin, Keaton y Wilder…

La risa ahora es una ristra de chistes, pero no preocupa que tengan su función en la historia. Ya no habrá más Greta Garbo y Melvyn Douglas aislados en una rontonda, ni la del marido que regresa al dormitorio de su mujer para coger el sombrero y cuando sale de casa se da cuenta de que le queda demasiado grande en la cabeza…

Ahora nos va lo bestia. La enfermiza carcajada de reírte de la víctima y no con la víctima… Tenemos un grado tal de estupidez que no admitimos la sutileza por demasiado elaborada. Hay que mostrar, mostrar y mostrar cuando nadie se ha percatado, o son muy pocos los que se han percatado, que revelándolo todo no enseñas nada. Y no enseñas nada porque no llevas nada. Puro vacío, risa nerviosa y física pero que no estimula las ideas. Chiste grueso frente a una historia que te haga o no sentir mejor persona. Y eso es cine. Y algo más que cine: meternos en la caberza el arte de saber reír.     

No Responses to “Una reflexión sobre cine y su manera (a veces sabia) de hacernos reír”

  1. David Delgado Says:

    Hola.
    Cosas parecidas estaba yo reflexionando el otro día al ver “Tropic Thunder”, pero me temo que no soy tan entusiasta con la película del señor Ben Stiller, al que por cierto confundo notablemente con el otro señor Adan Sandler (confusión tanto física como creativa), ambos nacidos en Nueva York con una diferencia de un año, y ambos de mi quinta. Algunas personas que me conocen dirán (porque me lo han dicho) que es que no le doy importancia al género cómico o de comedia, y que me amparo solamente en paranoias bergmanianas y en estilismos y vanguardias orientales. Y no es así, me gusta lo cómico, si es inteligente mejor, ya se manejen bufonadas, bestiadas o críticas disfrazadas, y no necesariamente les pido que me hagan reír o llorar descontroladamente. Es lo bueno que tiene la comedia o como se llame ahora, que no tienen una única línea o una única interpretación (imagino que como todo).
    Pues lo dicho, muy bueno tu artículo, muy agudo.
    ¡Salud!

  2. editorescobillon Says:

    Gracias, amigo!

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