Cuando el destino nos alcance…

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Hay dos películas de ciencia ficción que marcaron mi vida como rendido aficionado al género. Ninguna de estas películas es 2001: una odisea del espacio, pero sí están protagonizadas por el mismo actor: Charlton Heston. La primera de ellas es El planeta de los simios (y en un lugar muy secundario sus cuatro entregas posteriores) y la otra Soylent Green, que en España circuló con el inquientante título de Cuando el destino nos alcance. Y ahora, que tengo la sensación de que el destino por fin nos ha alcanzado, y tras visionarla no sé cuántas veces en mi fatigado dvd, me descoloco en el sofá de casa y me parto la cabeza pensando que hay películas que crecen con el paso del tiempo, y Soylent Green es una de ellas. En mi modestísima opinión.

La película está basada en una novela de Harry Harrison que Acervo publicó en España como Hagan sitio, hagan sitio. La novela no está mal pero la película mejora sus claves, lo que la hace un título más que atractivo en estos tiempos de crisis, con legiones de parados pululando por esos rincones de esta España mía cada día más parecida al funesto futuro que presenta la cinta, dirigida por Richard Fleischer en 1974. Es decir, en plena crisis del petróleo.

Cuando el destino nos alcance tiene un abanico de lecturas que puede servir a cualquier hijo de vecino para intentar explicar lo que nos pasa. Es una película policiaca, en la que Heston interpreta a un cínico policía que tiene que averiguar quén asesinó a un multimillonario miembro de la corproación Soylent; también es un retrato eficasísimo de un planeta Tierra en el que apenas hay sitio para todos por la superpoblación. El planeta se ha quedado sin recursos, y para controlar a la masa de desempleados que deambulan por ahí, esa misma corporación ha descubierto unas gelletitas elaborados con plactón con las que de momento han logrado poner freno al hambre en el mundo.

Heston es un hombre solitario, aunque comparte un cuchitril con un homber sabio y viejo, que interpreta con gigantesca majestuosidad un gigantesco actor llamado Edward G. Robinson. Robinson le cuenta cómo era la Tierra antes de que se quedara tan pobre por culpa de la codicia de unos pocos, y Heston escucha con una sonrisa incrédula las que piensa que son fantasías del viejo. En una de las mejores escenas de la cinta, Robinson se retira a un centro de eutanasia donde tras inyectarle una inyección letal, observa en una dulce agonía como era su viejo planeta antes del fin. Heston también observa esas imágenes y su cara es un poema. Para que luego digan que fue mal actor, patanes.

Todavía recuerdo cuando vi esta película, lo que no tengo muy claro en qué cine fue. No creo que fuera el Víctor y sí uno de barrio porque eran tiempos donde no te dejaban ver esta película si eras menor de edad. Más tarde la vi en la televisión hasta que me hice con una copia en dvd, y ahí está el disco, cansado de que lo ponga tanto cuando necesito ver algo que me grite a la cabeza que las cosas no me pueden ir tan mal como al protagonista de la película.

En el mundo de Soylent Green la policía es igual de corrupta que hoy, lo que pasa es que sisan en la casa del ricahón comida (un trozo de carne putrefacta que para ese universo es un lujo, o un bote mermelada de fresa). Los ricos de Soylent tienen derecho además a mobiliario. Y el mobiliario no es otra cosa que una atractiva chica cuya misión es hacerle más soportable la vida a los ancianos podridos de dinero. Heston se enamorará del mobiliario del hombre cuya muerte tiene que investigar. Y es esta relación, cuando pasan una noche juntos en el piso de la víctima, donde asistimos también a otras de esas inolvidables escenas de la película: el policía se da una ducha con agua caliente y come alimentos de verdad, no las dichosas galletitas.

Hay otras escenas que tengo grabadas en el disco duro de mi memoria: las manifestaciones multitudinarias en la calle y cómo son reprimidas por la policía (¡con tractores!); también cuando Edward G. Robinson acude a casa de unos amigos suyos igual de viejos y sabios que guardan celosamente libros cubiertos de polvo y la escena final, con un Heston malherido que alza el brazo mientras grita lo qué es el soylent green. No, no voy a revelar que es el maldito soylent, ved la película.

¿Qué por qué me acuerdo de esta fantástica obra maestra del cine de ciencia ficción? Pues porque no son tiempos tranquilos. Y el futuro que se percibe es igual de siniestro que el de la cinta. 

En fin, hagánse un favor y no se la pierdan.

Menos soylent y ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!    

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