Hablamos de cine, ese arte y me desmayo…

La Federación de Cines de España (FECE) dice que no pero los datos del Ministerio de Cultura dicen que sí. En esta batalla dialéctica pero tan poco bizantina como es la de sumar o restar espectadores a la salas de cine de este país que se nos pierde por si no se ha perdido todavía, algo me dice que son malos tiempos no para el cine (afortunadamente) pero sí para las salas de cine. De hecho, para elaborar la encuesta que ha provocado la declaración de guerra entre empresarios y gobierno basta que nos pongamos como ejemplo. Veamos, usted mismo: ¿cuántas veces va al cine?, ¿y realmente le vale la pena ir al cine?

En unas islas como las nuestras yo diría que no. La oferta es casi la misma, y para colmo de males aquellas salas que antaño se llamaban rimbombantemente de autor o arte y ensayo con que todavía contamos (loado, loado sea el Señor) ahora proyectan las películas difíciles, raras, aquellas que tanto le gustaban a nuestro defenestrado Ángel Llanos, en versión rigurosamente doblada al castellano. O español, para no herir sensibilidades nacionalistas.

No, ir al cine ya no es como antes. Internet, el dvd, salas alternativas donde pagas por ver una película por mucho menos dinero que en las salas profesionales, han hecho un daño terrible a un sector que se dejó dormir en los laureles. Vale, se llenan las salas cuando la película es uno de esos taquillazos que tanto gustan a los públicos devoradores de cotufas (o rositas, o palomitas de maíz según sea usted de donde sea) y refresco de cola o naranja en el posa vaso, pero confieso que quien les escribe, reconocido cinéfilo y cinéfago a este lado del Atlántico, hoy le tiembla la mano cuando asiste a uno de estos explosivos estrenos y paga su entrada. Entrada que ya no es la misma del espectáculo de masas que fue toda su puta vida. De hecho, piensa cada vez que abona en taquilla que mucho más barato es  esperar a que salga la película en dvd o bajarla (aunque no baja porque sus conocimientos en la ciencia informática son de parvulario) para disfrutarla con toda comodidad en su casa. Solo o en compañía de otros.

lionel_atwill.jpg

Para atraer público al cine, incrementando sus precios en estos tiempos de crisis y agujeros cada día más grande en nuestro bolsillos, profesionales y empresarios están recurriendo a métodos que me retrotraen a tiempos pretéritos. Sólo que con la diferencia de que cuando surgieron todos estos, el mundo que se decía libre vivía una época de bonanza capaz de lidiar con toda clase de excentricidades. Me refiero al cine en tres dimensiones, esas películas que tienes que ver con unas gafas de feria. No sé cual será el éxito de la nueva tridimensionalidad que nos venden como panacea para sacarte de la casi siempre tranquilidad de tu hogar, pero tengo al menos la vaga esperanza de que me enseñe otra manera de ver una pantalla. Lo de contar una historia es lo de menos. Me temo.

El cine se ha convertido en un artículo de lujo, y cuando uno paga un artículo de lujo (al menos quien les escribe) le exige una serie de garantías que no encuentra en las grandes películas de nuestro tiempo, esas que se ruedan con efectos especiales casi perfectos, pero que no te conmueven porque no cuentan nada y carecen de vida. De hecho, si me pongo a pensar, últimamente voy al cine por el viejo hábito de ir al cine (aunque cada vez menos, esa es la aplastante verdad). Pienso, luego existo, que es inútil gastarme el dineral que me gasto para que me tomen el poco pelo que me queda.

Voy a una sala con la idea de que voy a salir igual de como entré, aunque las dos o tres horas y media que dure la película (¿no se han dado cuenta, además, del largo, larguísimo metraje de las películas que llegan hoy a la gran pantalla?) sea como la de montarte en una montaña rusa. Con sus subidas y bajadas. Sus alegrías y tristezas mecánicas…

Bueno, bueno, me podrá comentar alguno, no todas son tan de feria pese a su envoltorio tipo Channel número 5. Y sí, admito, pero en todo lo que llevamos de año (y refiriéndome a películas gordas, casi todas ellas norteamericanas) ¿con cuántas te quedas? ¿esas de las que has salido con la sensación de haber visto además de un buen espectáculo algo que huela a cine? Yo las cuento con los dedos de una sola mano. Y no llegan a tres. Por ser generosos.

Pese a todo, y quizá porque soy uno de esos tipos que se crió en las inolvidables y mitificadas sesiones de aquellos domingos a las cuatro de la tarde (claro que nos ponían a la pibada la de los hermanos Marx o El hidalgo de los mares no sé cuántas benditas veces) seguiré yendo al cine. A los de cotufas y refrescos de cola, y a los de arte y ensayo en versión doblada.

Todo sea por el cine.

Y por el arte y me desmayo.

(Ojo, panda de incultos, que el de la foto es el gigantesco actor Lionel Atwill)

Saludos a lo ¡cómo me gusta pasar calor! desde este lado del ordenador.    

4 Responses to “Hablamos de cine, ese arte y me desmayo…”

  1. Luisa Ruiz Says:

    El cine ya no es lo que era. Prefiero verlo en mi casa que gastarme ese dineral en una sala. Estoy mas cómoda en el sofá de mi casa.

  2. editorescobillon Says:

    Sabe, Luisa, yo también he llegado a esa trágica conclusión. Y escribo lo de trágica porque siempre fui uno de esos que cuando iba al cine iba al cine. Y ya no, ya no es lo mismo. Igual es que viejuno se vuelve uno… pero no creo.

  3. Musidora Says:

    Yo dejé de ir al cine hace mucho, mucho tiempo. Y hoy más que nunca, me niego a pagar lo que piden entrada por mucha tres dimensiones que me vendan. ¿Por cierto, señor editor, qué pasará con las ediciones en dvd y blue-ray de todas esas películas que se están estrenando en 3-D?, ¿habrá que verlas en casa también con las gafitas?

  4. editorescobillon Says:

    Buena pregunta la suya Musidora. ¿Qué diablos pasará con esas ediciones?

Escribe una respuesta