Caminante, se hace caminio al andar…

Con el ánimo de invitarles al sosiego y a que abran los ojos (o los cierren, lo mismo da si lo hacen para soñar) les invito a relajarse refugiándose en un libro de aventuras. Ya escribí que tengo una temporada con ganas de viajar a mundos ignotos, donde los hombres son hombres y las mujeres mujeres sin necedades porque abren su corazón a lo que podrá pasar. Esas sociedades (que existen, lo sé) donde se rechaza la incógnita que generalmente nos paraliza al Primer  Mundo (¿?), universo donde somos incapaces de desatarnos de las cadenas que nos arriman a lo que presuntamente somos. Esa comodidad peligrosa en la que todos caemos porque no hay nada más seguro que tener el frigo repleto. Aunque a final de semana tengamos que tirar más de la mitad a la basura porque no hemos sido capaces de consumirlo.

Encadenados a esa felicidad artificial que es la de gastar por gastar, ahora golpeada por la diabólica recesión que nos hace más imbéciles si cabe, me atrevo a recomendarles que se dejen de tonterías y de mirar al vecino de reojo y de envidias trasnochadas y que se refugien, pese a las ataduras falsamente reales que nos condenan, a que busquen refugio en libros o películas que los tontos llaman facilonas porque van más allá del onanismo intelectual al que nos están acostumbrando. A que sean capaces de abrir o cerrar los ojos (lo mismo da, digo, por aquello de que soñar no implica que necesariamente tengamos los ojos abiertos o cerrados) con el único fin de salirnos de la norma. O bien para que descubran que hay otros mundos –como en ese clásico del cine de aventuras de nuestro tiempo que es Matrix— donde todavía tenemos la oportunidad de ser libres combatiendo a los imbéciles, que son todos aquellos que se empeñan en convencernos de que el mundo sólo tienen su color. Su color.

Con la intención de demostrarles que hay más cromatismos en el arco iris, y cansado de pasear por el sendero de baldosas falsamente amarillas, les invito a que miren hacia atrás sin ira y contemplen lo que fueron y lo que son hoy. Sí, sé que es un ejercicio penoso porque normalmente la imagen que te muestra ese pasado perdido tiene habitualmente la forma de un monstruo, pero si tienes coraje y estás alimentado por esa literatura que desechan los vigilantes, descubrirás que el monstruo no es tal monstruo sino una semilla confusa perdida en el abismo que es nuestra vida.

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Todas mis referencias culturales me mostraron el camino. Es verdad que algunas de ellas lo equivocaron en algún momento del peregrinaje, pero siempre encuentras una voz, un sonido o una mirada que te corrige los pasos. Esos pasos titubeantes y erráticos en principio pero cada día más seguros pese a las adversidades, los vacíos, las montañas que piensas que nos vas a poder cruzar. Pero caramba, sigues. Y sigues, cansado de los cantos de sirena, de tus enormes egoísmos, sigues. Y sigues. Y sigues. Y compruebas que con cada paso dejas huellas. Y que esas huellas permanecen en la arena del tiempo hasta que el viento se las lleva.

Aprendí todo esto y algo más sin recurrir a Jodorowsky ni a Pablo Coelho, a quienes siempre he considero como brillantes vendedores del falso elixir de la autoayuda. Lo aprendí gracias a mis lecturas de caza menor y mayor. Sin hacer distingos entre unos y otros. Desechando quien no me indicaba el camino y siguiéndolo con devota y ciega devoción a quien sí me lo señalaba. Y si eres de los que está acostumbrado a pensar sobre ti mismo porque el resto es sólo una construcción de lo que piensas de ti mismo, descubrirás que no estás tan equivocado pese a las batallitas a las que diariamente tienes que enfrentarte. Esas guerritas que te hacen daño, claro está, pero de las que sales airoso porque tienes una idea fija en la cabeza, y esa es la de seguir, seguir. Seguir siempre adelante. Ya no hay vuelta atrás.

Escribo todo esto porque en este sendero en el que camino no hay cadáveres, por mucho que se empeñen, aunque me canse tropezarme continuamente con los mismos de siempre. Los pobres, sin embargo, no saben que estoy pertrechado de poción mágica. Y que una de esas pociones tienen el nombre de H. Rider Haggard, el autor de Las minas del rey Salomón y de su personaje cabestro y victoriano: Allan Quatermain. También hechizado bajo la seducción de su Ella, la princesa eterna. Y de Pierre Benoit y su fascinante reina Antinea de La Atlántida o su La castellana de El Líbano. O Stevenson. O Conrad. O London. O Kipling. O Hughes. O Falkner, y si me permiten Salgari y Sabatini, cuyas ediciones en Molino agrietadas y estropeadas conservo en un lugar privilegiado en mi biblioteca. Me dejo nombres de compañeros en el camino, claro está, pero todos ellos saben que me revelaron uno de los mayores secretos en mi devenir existencial: mira atrás, mira siempre atrás para saber seguir hacia adelante. Lo importante es lo que encuentres y quienes te encuentren, porque el resto es una mala novela de aventuras.

Saludos, caminando, siempre caminando hacia adelante, desde este lado del ordenador.   

10 Responses to “Caminante, se hace caminio al andar…”

  1. David D. Says:

    Gran post!!! London, ahí me tocaste la fibra, como devoraba sus aventuras, su épica, su humanidad. Su sólo nombre me lleva a parajes salvajes, ahí en donde el hombre se encuentra cara a cara consigo mismo, se reencuentra, en un pulso con su propio ser a través del gran espejo de la naturaleza y sus habitantes, y al final la libertad, lo primordial. Jack London, su sólo nombre, la sonoridad de su pronunciación, fortalece.
    Esos compañeros de camino de los que hablas me llevan a los “cuidadores” de una buena parte de mi “alma, espíritu o ánimo” en tiempos de agitado y desconcertante dolor juvenil: Verne, Twain, Poe, Robert Louis Stevenson, Walter Scott, Conan Doyle, Pio Baroja, Steinbeck…
    Y sí, Matrix es un clásico: aventuras, filosofías, utopías, esperanza…
    Un abrazo virtual

  2. elintenso Says:

    Viva el camino, señor. Una pregunta que me dejará como un auténtico ignorante: la fotografía que ilustra esta entrada, pertenece a un cuadro. ¿Alguien sabría decirme cuál?

  3. David D. Says:

    Eduardo, parece ser “El caminante sobre el mar de nubes”, de Caspar David Friedrich. En todo caso has elegido una buena y apropiada imagen para ilustrar el artículo.
    Saludos

  4. elintenso Says:

    Gracias por la info.

  5. editorescobillon Says:

    Gracias David. Respecto al cuadro, y mira que soy obvio, junto al Grito de Munch es de esos que parecen que cuentan mi historia.

  6. Eve Harrington Says:

    Nunca he soportado a gente como Coelho o Bucay… Me ponen mala. Por supuesto que nunca llegarán a los niveles de colosos como ‘El Ruido y la Furia’ de Faulkner. Siempre he desconfiado de estos personajes (los del New Age). Tienen un punto de sectario que me tira pa’ atrás.

  7. David D. Says:

    Eduardo, perdón por dirigirme a ti en la información sobre el cuadro, confundí “elintenso” con “eleditor”.

  8. editorescobillon Says:

    David, te devuelvo las gracias por la información facilitada.

  9. Josefina Burriel Says:

    Ha resumido en apenas tres lineas a partir de (:) lo que Jorge Bucay se empeña en sus libros pero sobre todo en Cuentos Para Pensar de 189 páginas ( lo se porque lo tengo claro).
    Parece que estaba confundida pues yo no miro atrás y habría que echarle el ojo de vez en cuando..

  10. editorescobillon Says:

    ¡Bucay! don Jorge Bucay… vaya, vaya, vaya…

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