Aquella diabólica casita en la pradera

Posiblemente no haya habido serie que haya visto y detestado con tanta cordialidad como La casa de la pradera, Autopista hacia el cielo y Verano azul. Son series que me taladraron la infancia y esa extraña adolescencia, por eso las recuerdo siempre a modo de castigo porque estaba condenado a verlas en unos años donde sólo había un único canal. Nada de La 2, nada de privadas, tontonómicas y locales. Sólo un maldito, repito, canal.

De esas tres series de amargo recuerdo quizá sea La casa de la pradera la que más me chafó aquellos gratos e ingratos instantes que pasaba ante la televisión. De hecho, todavía hoy cuando escucho su empalagosa sintonía me entra la fiebre y se me pone la piel como de gallina ya que, a mi juicio, La casa de la pradera fue una mentira con la que engañaron a la chavalada de mi generación. Y escribo lo de mentira porque cuando ví su primer episodio esperaba encontrarme con una de vaqueros y no con eso. O aquello.

Caramba, todavía tengo chispazos de El hombre del rifle, con el ex jugador de baloncesto Chuck Connors repartiendo justicia en el salvaje oeste a base de balazos; todo lo contario a La casa de la pradera y su plácido oeste de 625 líneas que no era oeste ni nada. Sólo una ridícula pradera donde Michael Landon (uno más de los Cartwright de la mítica Bonanza) hacía de papá enrollado y resignado de una familia que… que… yo qué se.

Rebobino en la cinta de mi cada día más escasa memoria. Así que afirmo que nunca le perdonaré a Landon las ganas de llorar que me entraban cuando no tenía más remedio que tragarme sus cristianos episodios. Algunos se preguntarán que ¿por qué la veía? Pues porque como ya dije, sólo había un canal. Imaginadme así las tardes de domingo a la hora de almuerza observando aquella serie azucarada. Veneno para un diabético que de vez en cuando usaba la cabeza.

Ahhh, diabólica familia Ingalls.

Evoco ahora, desde la distancia, un único episodio de aquel culebrón evangélico made in USA que me llamó ligeramente la atención. Aparecían los hermanos James (Jesse y Frank), quienes no sé ahora por qué, terminaban en la casita de los Ingalls. Creo que uno de los James estaba herido, y había que cuidarlo, claro, lo que me hizo presumir que igual había tiros en aquella babosona comunidad.

Sin embargo, no pasó nada. O el disco duro de mi memoria no registra nada espectacular de aquel episodio. Fundido a negro.

Tiempo después, Michael Landon repetiría la jugada dulzona con la estrafalaria Autopista hacia el cielo, donde hacía de ángel. Ahora que lo pienso, creo que la serie nació a rebufo del éxito de El cielo puede esperar, una comedia ligera que tuvo un insólito éxito en los 80 protagonizada por Warren Beatty, un actor que, por otra parte, nunca me ha hecho ni fu ni fa salvo en Dick Tracy, una de esas películas que disfruté en Madrid y de la que guardo grato recuerdo no por la película en sí sino por quien estaba a mi lado mientras hacíamos que la veíamos.

En una de esas etapas tontas de tu vida fue tanta mi obsesión con Michael Landon que hasta (¡lo confieso, señor juez!) llegué a soñar con él. En esos sueños, más bien pesadillas, el actor se me aparecía como el puñetero ángel de Autopista hacia el cielo y me arrancaba el corazón (tal y como lo cuento). Lo peor de este caso presumo que freudiano es que esa pesadilla se convirtió en recurrente. 

Entiendan entonces que con su La casa de la pradera, y por ser Landon un visitante sin invitación en mis horas de sueño, alimentara este peculiar temor, ya que mucho antes de que Wes Craven se sacara del sombrero a Freddy Krueger, yo ya contaba con Landon sacándome el corazón de las entrañas en aquellas pesadillas.

Contaba todo esto porque el otro día y mientras paseaba por la rambla feliz y contento de no formar parte del patio de colegio, me topé de sopetón en uno de sus kioscos con el primer dvd de esta demoníaca serie. Colección que a algún desgraciado se le ha ocurrido ahora vender a módico precio. Que son días de recesión y no de vino y rosas.

La cuestión es que me quedé aterrado, mirando inquieto el dvd forrado de plástico con el corazón latiendo a toda pastilla. Lo peor de todo es que estuve en un tris de comprar el dvd para retroceder a uno de esos nefastos momentos que salpican los complicados capítulos de tu vida: volver a tu antiguo colegio o la de reunirte con sus antiguos alumnos en una de esas comidas que se organizan de tanto en tanto.

Al final, afortunadamente, venció la prudencia. Lo que pone de manifiesto que con el paso del tiempo me estoy volviendo bastante prudente. Así que me alejé del kiosco, pese a que el dvd me cantaba como las sirenas a Ulises lo de cómprame, cómprame… Ese canto seductor que te promete todo el oro del mundo si entregas tu espíritu. O esa fuerza que parece un imán, un diabólico imán, que quiere arrastrarte a la nada. 

Pero tal y como les contaba, mentalmente mandé a paseo esa música cósmica con un sencillo: “no, gracias”. Pero es cierto, también, que dos tramos más arriba me encontré con uno de esos tipos que te caen mal pero que muy mal y le solté como veneno: “ha salido tu serie favorita en dvd”.

- ¿Cuál?
- La casa de la pradera.
- ¿Y tú cómo lo sabías?

Lo que me pasa por ser bueno.
 
Saludos, ya no tan teleadictos, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Aquella diabólica casita en la pradera”

  1. José Garcés Says:

    Completamente de acuerdo con usted. Aunque no sufrí la persecución soñadora que relata de Michael Landon.

  2. Josefina Burriel Says:

    eso es lo que le quedó a usted “ser bueno” de tan nefasta serie y era un niño con un canal… pero la cosa cambia cuando eras una adolescente en fase de inicio y la serie formaba parte de la educación de los padres que estaban sentados a tu lado en el sofa vigilando y muy satisfechos del mensaje de bondad..
    de la película El Cielo puede Esperar.. para mi lo mejor el personaje del entrenador de futbol.

  3. Junio Says:

    Posiblemente no haya habido serieSSSSSSS.
    Un respetito para con lla Sintaxis………………..

  4. Puk Says:

    Pues yo prefiero la Casa de la Pradera a Verano Azul y eso que me da náuseas cuando me acuerdo de ella. Dios, qué horror. Igual hubiera pensado igual que usted si esa estúpida serie española no la hubieran repetido hasta la saciedad.

  5. editorescobillon Says:

    Puk, quiero pensar que el de la colina Pok: Verano azul y La casa de la pradera lo mismo son: abono pesadillesco de varias generaciones de españolitos que venimos al mundo.

  6. editorescobillon Says:

    Junio, Junio, ¡cuánto le quiero!

  7. TONY Says:

    Si no te gustaba La casa de la pradera o el Verano azul podías haber apagado la tele e irte a jugar a la calle. Esas series, tenían una carga de valores morales y hmanos que no creo que tú puedas entender.

  8. editorescobillon Says:

    Tiene usted toda la razón del mundo, nunca entenderé esos valores humanos y morales que dice.

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