Errores (¿des?)afortunados de un pequeño burgués

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La semana pasada adquirí en una librería de Santa Cruz de Tenerife la novela Motín en la Bounty, del hoy popularísimo escritor John Boyne gracias al éxito de El niño del pijama de rayas. Debo de confesar, como más o menos intuirán lo que siguen este blog que tengo debilidad, entre otros géneros, por las novelas de aventuras. Y si son marineras mejor que mejor, pese a que sólo sepa de barcos lo que es la proa y la popa, supongo.

El domingo, por ayer mismo, abrí el libro y me puse a leerlo con la esperanza de evadirme de la torpe realidad que me envuelve. Y tras intrigarme que la historia comenzase en Persia y estuviera protagonizada por una niña que confecciona alfombras, continué con la lectura preguntándome cuando aparecería la mar y la dichosa Bounty. Es verdad que con la mosca detrás de la oreja, celebrando ingenuo la capacidad de Boyne para que fuera un personaje femenino quién precisamente contase la que fue desventura del velero armado de su ¿graciosa? majestad.

A medida que iba avanzando en la lectura se fueron despertando las alarmas. Ya que en lo que leía no aparecía la Bounty y mucho menos la mar. Sólo el paisaje árido de Persia en una narración que intercalaba cuentos del tipo Las mil y una noches. Bien es verdad que seguí con la lectura, aunque bastante mosqueado por lo que suponía era una broma del señor Boyne. ¿Dónde estaba el capitán William Bligh? ¿y su protegido Fletcher Chirstian? Caramba, que tengo en casa las dos versiones que dirigieron Frank Lloyd y Lewis Milestone protagonizadas respectivamente por Clark Gable y Charles Laughton y Marlon Brando y Trevor Howard, y ahí sólo estaba la Bounty, un velero gobernado con muy mala hostia y cargado de frutos de pan. Y más tarde el celebérrimo motín y la isla de Tahití. O el paraíso en forma de mujer. Hay otra versión dirigida por el australiano Roger Donaldson con Mel Gibson y Anthony Hopkins en los roles de Christian y Bligh, una cinta que si bien vi en su día, y no es una mala película, se queda muy corta frente a las otras dos versiones reseñadas.

Así que frustrado porque lo que me apetecía leer era una novela de aventuras donde el malo ya no es malo (oséase el capitán Bligh), consulté la primera página de la novela para  descubrir con estupor que ahí lo que se leía era El rojo de las flores, de Anita Amirrezvani y no Motín en la Bounty, de John Boyne, aunque la portada demostrara lo contrario.

Como es natural, devolví esta misma mañana el libro. La librera, muy amable y probablemente más sorprendida y molesta que quien les escribe, me prometió que cuando le llegase un ejemplar correcto me lo haría llegar. Y eso que tenía otro en la librería:  Motín en la Bounty, pero al abrir el libro leías la primera página y aparecía El rojo de las flores.

Al salir meridianamente satisfecho del establecimiento (librería Canarias, una de las que mejor trabaja en esta ciudad todo sea dicho de paso), pensé la de veces que por una equivocación he visto películas que, inicialmente, no me apetecía haber visto. Una de esas fue Tierras de penumbra. Recuerdo que entré en unos multicines (los Price antes de Price Renoir) dispuesto a ver otra: El cielo y la tierra de Oliver Stone, y que cuando comenzó el ya clásico de Richard Attenborugh (y probablemente también su mejor película como director) maldije en silencio por lo que imaginaba había sido una fatal equivocación para mi entretenimiento pequeño burgués. Aún con esas, me quedé a verla resignado como pequeño burgués. Y fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque solté la lágrima y hoy esa conmovedora película se ha convertido en un título de referencia en mi memoria gazpachera cinematográfica.

Cuando la descubrí (porque fue así, un descubrimiento tan idiotamente casual) lloré, y no hay nada más estúpidamente idiota que llorar viendo una película. ¡Si hasta se me quedó grabada en la cabeza una frase que pronuncia un inmenso Hopkins en el filme!

“El dolor de ahora es la felicidad de entonces”.

En cuanto a libros, y además de la anécdota que me pasó con Motín en la Bounty, les cuento la de un amigo entrañable al que una vez pesqué en la Rambla leyendo un libro al que le faltaban las cien primeras páginas.

- ¿Cómo puedes leerlo? le pregunté asombrado.
- Me encanta.
- Pero sí no sabes cómo empieza. Ni como se llama la novela, ni el autor…
- Y eso qué importa. Probablemente lo mejor del libro es donde comencé a leerlo.- me respondió el muy gañán.

Pasado el tiempo, y tras conocer de qué iba esa historia, descubrí de qué volumen se trataba. El escritor no dirá nada a los especialistas en literaturas de caza mayor pero para los que masticamos toda clase de cosas les informo que su autoría es de Wilbur Smith.

Les confieso que en una ocasión casi hago lo mismo. Me pasó con una edición de Las fortunas y desdichas de Moll Flades de mi admirado Danidel Defoe, y que compré hace años en el Rastro de la capital tinerfeña. Se trataba de una edición de Bruguera, e incluía fotografías de la versión cinematográfica que dirigió Terence Young con mi venerada (bésame estúpido) Kim Novak como protagonista.

Al llegar a casa con el libro, comprobé que le faltaba no el inicio sino el final. Arranqué las fotografías, que guardé en una carpeta, e imitando a los bomberos de Faranheit 451 quemé el ejemplar en el fregadero de la cocina, escuchando de fondo la banda sonora del filme de Truffaut compuesta por Bernard Hermann.

Y mira que me gusta Defoe. Verdad es, sin embargo, que teniendo su Diario de la peste, Robinson Crusoe, Historia del diablo, La vida del capitán Singlenton, entre otras, aún falta en mi biblioteca su Moll Flanders.

Pequeño burgués que es uno.

Saludos, en plan anécdotas animadas de ayer y hoy, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Errores (¿des?)afortunados de un pequeño burgués”

  1. Leticia González Says:

    Estimado editor siga usted recordando sus desencuentros con los libros y el cine. No sabe lo que me place leerle. Me hace feliz encontrármelo cada día. Un beso muy grande desde este lado del ordenador.

  2. editorescobillon Says:

    Me ruboriza pero también me anima a seguir adelante. Muchas gracias.

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