A veces pienso que la gente conspira para hacerme ‘infeliz’

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Tuve la enorme suerte de leer El guardián entre el centeno con la edad adecuada para leer El guardián entre el centeno. Contaba entonces 17 años, y recuerdo todavía (como recuerdo alguno de los momentos más importantes de mi vida con sorprendente claridad) que la novela cayó en mis manos de manera casual.

Me encontraba buscando en la biblioteca de uno de mis hermanos algún libro que me absorbiera de la siniestra realidad que significa la adolescencia cuando me llamó la atención un libro editado en la colección de bolsillo de Alianza Editorial porque en su portada y contraportada no se daba noticia de qué iba ni quién era su autor.

Esa misma noche comencé a leerlo. Y el resto es una de las historias más hermosas en mi ya larga vida como lector. De hecho, fue de las primeras donde sentí la extraña sensación de que yo era su protagonista, Holden Caulfield, con todas sus contradicciones de adolescente que mira con recelo eso que llaman edad adulta. O el fin de los sueños o de la esperanza de que todavía haya cosas posibles y asombrosas por hacer en lo que te queda de existencia.

No he vuelto a releer El guardián entre el centeno desde entonces, pero sí que es un libro que consulto muchas veces para reconciliarme con mi espíritu. La edición que tengo está, de hecho, llena de subrayados gruesos y de signos de exclamación en algunos de sus párrafos. Volver a reencontrarme con esas señales me tranquiliza y calma. Y eso lo han conseguido muy pocos libros. La mayoría de ellos, los que devoré en mi primera etapa como lector desordenado. Para mí, duela o no a los ortodoxos, El guardián entre el centeno es una de esas obras que están a la misma altura que La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, una deliciosa y profunda historia de aventuras protagonizada también por un adolescente.

J. D. Salinger, el autor de esa obra maestra que es El guardián entre el centeno, ha muerto hoy con 91 años. Durante estos casi cien años de vida evitó protagonismos y estrellatos. Siempre se refugió en el anonimato ganándose una bien merecida fama de huraño. Que fuera tan huraño para los que intentaron entrar en su vida privada me parece otro rasgo de genio. Y un soberano corte de mangas a la industria que generan leyendas como la suya.

No necesito como lector saber quién fue realmente J. D. Salinger.

Como ser humano que fue estoy seguro que alimentaría vicios pero también generosidades. Su obra es lo que permanece. Me niego por ello a ilustrar este comentario con algunas de las escasas fotografías que le “robaron” a lo largo de su existencia. Hay una de ellas que me pone los pelos de punta, y que pienso que sólo pudo sacar un fotógrafo hijo de puta. En la imagen (tomada en los 80) se ve al escritor con el puño levantado a punto de golpear a la cámara. La expresión de miedo del autor es terrorífica. Es un viejo asustado de que le roben su intimidad.

Salinger escribió más cosas. Y esas cosas también fueron leídas por quien les escribe. Ninguna de ellas (Franny y Zoey, Levantad carpinteros la viga maestra y Seymour, una introducción, así como sus nueve cuentos) me dejaron tan descolocado como El guardián entre el centeno, una de cuyas frases me viene al pelo para concluir este modesto homenaje al narrador enclaustrado.

En este caso, me permito no obstante modificar su significado y donde él escribió feliz ahora  –y hoy más que nunca– discúlpenme que ponga: “a veces pienso que la gente conspira para hacerme infeliz”.

Saludos, muy tristes, desde este lado del ordenador

3 Responses to “A veces pienso que la gente conspira para hacerme ‘infeliz’”

  1. Guillermo Fontes Says:

    Cada vez quedan menos mojones a los que asirse.

  2. Centena Says:

    ¿A quién no impactó en su primera juventud “El guardián entre el centeno”? A poca gente. Ojalá muchos escritores de hoy aprendan de él y cierren la boca cuando no tienen nada que decir. No obstante, su silencio sigue siendo un ejemplo vital que no pocos han tomado como guía.

  3. bien Says:

    prefiero franny y zoey a el guardián, y sus nueve cuentos también, aunque el guardian sea tan buena novela. grande se ha ido. dejó huella.

    Franny y Zoey, léanla.

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