“Estoy donde siempre me encontrarás: el cine”

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Vamos, que se me ha muerto otro de los mitos que pueblan mi desquiciada cabeza. A veces pienso que el tiempo conspira sólo para hacernos un poco más infelices. Y enterarme hoy de que ha dejado este mundo de vivos fantasmas una estrella rutilante y viva que forjó mi memoria como espectador me deja si cabe un poco más huérfano y aislado en la pesada realidad que nos rodea.

Ha muerto Jean Simmons. Dama de inquietante belleza. Unos la recordarán por Narcico Negro. Otros por La túnica sagrada y Desireé aunque quien les escribe confiesa que se enamoró perdidamente de ella por sus papeles en Horizontes de grandeza, gradioso western dirigido por el gigantesco William Wyler; la prodigiosa santa impostada que asumió en El fuego y la palabra del siempre reivindicable Richard Brooks y cómo no por la esclava romana que enamora a Espartaco con cuerpo y cara de Kirk Douglas en esa casi obra maestra que firmó Stanley Kubrick. Si me apuran, también me quedo con la ¿casta? protagonista que interpretó en ese delicioso musical que es Ellos y ellas del cínico  Joseph L. Mankiewicz.

Simmons cuenta con más películas. Una filmografía extensa que invito a los cinéfilos del mundo unidos en la congoja tras conocer su muerte a que investiguen en la red de redes. Yo sólo puedo quedarme con una imagen fija y obsesiva en mi cabeza, la extraordinaria escena de amor que mantiene con Douglas en Espartaco. Escena que subraya una de las más hermosas bandas sonoras escritas para el cine por Alex North, y que recuerda ahora quien les escribe con el corazón –una vez más– partido.

Así somos los tontos que crecimos viendo películas en televisión. Repitiendo los nombres de las estrellas que se anunciaban en los títulos de créditos. Más tarde, al volver a ver muchos de estos largometrajes no dejaba de quedar fascinado por la extraña, turbia y aparentemente gélida belleza de esta actriz de origen británico.

Demasiados recuerdos que toman forma de película de las de antes. Obras la mayoría de ellas redondas. Se casó con Stewart Granger (el protagonista de Las minas del rey salomón y Scaramouche) y el ya citado Richard Brooks, director de Los profesionales y A sangre fría, entre otros grandes títulos.

Me quedo con la mente en blanco mientras me pregunto: ¿de verdad que ya no volverá a estar entre nosotros, señora Simmons?

Y me contesta un conmovedor susurro que sopla con el viento: “estoy donde siempre me encontrarás: el cine.”

Saludos, una vez más fúnebres, desde este lado del ordenador.

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