La rabia es así de rabiosa

Me encuentro tontamente feliz leyendo una novela de Stephen King cuando llaman a la puerta. Miro el reloj preocupado porque son las dos de la mañana. Me hago el loco, mintiéndome a mi mismo: “es imposible que llamen a esta hora”.

TOC TOC TOC resuena. RING RING RING atruena.

Me levanto más atontado de lo que me encuentro gracias a la novela de King. Voy a la puerta y me asomo a la mirilla.

Y oh sorpresa: contemplo las alargadas siluetas de cuatro agentes de la policía autonómica vistiendo ese uniforme de carnaval.

Abro el cerrojo.

- Orden de registro, mi niño.- exclama el que parece más viejo mientras irrumpe en mi santuario.

- ¿De registro?- logro balbucear.

- De registro, mi niño.- me dice el más viejo estampándome en los ojos una orden de registro.

- Pero ¿qué buscan?- atino a preguntar sin salir de mi confusión.

- Libros, mi niño.- exclama el más viejo entrando en la biblioteca.

- ¿Libros?

- Libros.- responde uno que lleva bigote de morsa.

Los veo repasar mi estantería y tirar al suelo las novelas policíacas y pisotear  ejemplares de maestros como David Goodis, Burnett, Hammett, Chanlder, Macdonald, Thompson… También las novelas de Poe, Lovecraft, Fitzgerald, Hemingway, Faulkner, Dos Passos, las de Thomas Mann, Herman Hesse, Joseph Roth, Meyrinck, Graham Greene, Eric Ambler, Sturgueon, Bradbury, Bester, Ian Fleming

- ¡Pero qué demonios buscan!- exclamo ya fuera de mí.

- Escritores españoles. Godos… ¿es qué sólo lee usted a extranjeros?- me dice el de bigote de morsa con La peste de Camus en la mano.

- Pues no… ¿es un delito?

El viejo me arrincona en una esquina y sigue tirando libros al suelo: Maupassant, Chéjov, Dostoieski, Tolstoi, Lérmontov, Frank Norris, Daudet, Crane, London

Exclama un ahh aliviado el del bigote de morsa repentinamente.

- Aquí están, jefe. Aquí están.

Oigo como caen al suelo ejemplares de Quevedo, Lope, Cervantes, Baroja, Unamuno, Valle Inclán, Gómez de la Serna

- Pero qué coño….- les grito. Uno de los policías, el más joven, me tapa la boca.

- A ver, a ver… ¿no sabe usted que estos escritores están prohibidos?

Niego con la cabeza. El que me tapa la boca retira su asquerosa manaza de mi boca.

El viejo policía va metiendo en un saco las novelas de Clarasó, Fernández Flórez, Edgar Neville, Goytisolo, Bennet, Marsé, Montalbán

- A partir de ahora: Sólo canarios.

Y pienso: ¿digo no o sí?

- ¿No tiene usted a ningún canario en esta biblioteca de extranjeros?- dice el viejo que, presumo, en su vida habrá leído un libro.

- Lo que tengo son libros.- le escupo quizá con la idea de pasar a la posteridad.

- ¡Jefe!- exclama el del bigote de morsa.- ¡Aquí están los canarios!

- Pase usted lista.- ordena el viejo.

Y recita los nombres. Y el viejo asiente con la cabeza mientras repasa con los ojos una hoja de papel que tiene en su mano izquierda.

- Mmmm, apto. Mmmm, apto….

- José Carlos Cataño, Juan Cruz, Juancho Armas Marcelo, Fernando Delgado

- ¡Alto!.- exclama el poli viejo, quien añade a continuación: ¡esos al saco!

- ¿Por qué?- pregunto sin entender nada.

- Por godos.

- ¿Godos?

- Godos.- asiente el viejo.

Oigo como los libros caen al saco.

- ¿No tiene ningún libro prohibido escondido por ahí?

- ¿Libro prohibido?- atino a contestar.

El viejo se encoge de hombros y le hace un guiño al del bigote de morsa.

- Gracias mi niño por su colaboración. Y Asómese a la ventana. Únase a la fiesta.

Cierran con cuidado la puerta y escucho como bajan las escaleras. Cuando recupero la calma (las cuatro de la mañana) miro cómo han dejado mi biblioteca. Empiezo a colocar como puedo los volúmenes que me han dejado mientras me asaltan las lágrimas a los ojos.

Un grito en la calle me petrifica. De la mano del diablo me asomo a la ventana.

Los policías autonómicos han hecho una montaña de libros en la calle, los ejemplares están empapados de gasolina.

El más viejo enciende una cerilla.

- ¡Más nunca!- exclama arrojándola a la pira.

- ¡Más nunca!- exclaman algunos vecinos asomados a las ventanas y otros que han formado un corro en torno a esta improvisada hoguera callejera.

¿Qué siento?

Sí que lo sé…

La rabia es así de rabiosa.

Saludos, visionarios, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “La rabia es así de rabiosa”

  1. magda Says:

    me mudo a la vigilia ,que ya está bueno por hoy, pasándomelo francamente A LO GRANDE con esta versión tan especial de Farenheit 451..!!!!graciasssss

  2. arturo Says:

    El uniforme se me parece a los de la SA Nazi (o son mis paranoias que se parecen a las del señor editor). Para una comparacion mas objetiva mirar:

    http://www.canariasbruta.com/Archivo/vuelven-los-grises-

    http://www.ushmm.org/propaganda/assets/images/500x/hitler-nazi-parade.jpg

    Con lo bonito que hubiera quedado con la manta esperanzera y la porra-timple.

  3. fonseca Says:

    Muy pedagógico, lo de hoy, francamente bueno. Felicidades, maestro.

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