Nadie es perfecto

Los grandes del cine nunca se van solos. Si ayer nos hacíamos eco de la desaparición de Arthur Penn hoy tenemos que anunciar que se nos ha ido también Tony Curtis. Un actor por el que siempre sentí especial simpatía. Vale, de acuerdo, quizá no se tratara de un señor con perfil shakesperiano pero era de los que llenaban pantalla. Sobre todo cuando disfrutaba de lozanía. Además, me caía bien porque tenía pinta de golfo simpático, de pillo al que le perdonas casi todas las trastadas.

Pasará a la historia del cine por un puñado de grandes papeles pero sobre todo, y a mi modesto entender, por su travestismo (acompañado de otro grande, Jack Lemmon) en la inolvidable comedia Con faldas y a lo loco, de Billy  Wilder.

Curtis nos regaló más sueños en inolvidables composiciones como la que hizo de Harry Houdini en El gran Houdini (donde compartió con cartel con una de sus seis esposas, Janet Leigh, resultado de la cual nació la deslumbrante Jamie Lee Curtis) y del Estrangulador de Boston en la película del mismo título, dirigida con brío por otro grande relativamente olvidado de nombre Richard Flesicher.

Rastreando en su filmografía encuentro más títulos, como Coraza negra, Trapecio, Los vikingos (otra vez a las órdenes de Fleischer), Operación Pacífico, Espartaco, Taras Bulba, No hagan olas, El último magnate… y otras tantas que me dejo en el tintero porque no es momento ni lugar para recordar todas ellas.

El mejor homenaje que le podemos hacer a este actor de origen neoyorquino es ver algunas de estas películas que, al menos a quien les escribe, le marcaron su memoria cinéfila. Reitero, a mi siempre me cayó bien Tony Curtis. Tenía pinta de golfo, vena que explotó en los últimos años con un saludable espíritu excéntrico que dejaba descolocado a todo Hollywood.

Como me recomienda un amigo, el mejor tributo que podemos rendirle es volver a ver por enésima vez Con faldas y a lo loco. Huelga decir que quien se lleva a la chica (una explosiva Marilyn Monroe) a la cama es, fue, el golfo, Tony Curtis.

Y aunque parezca improbable, descanse usted en paz.

Saludos, secándome las lágrimas no sé si de risa o de pena, desde este lado del ordenador.

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