Todos hemos perdido

Entre mis apetencias lectoras no soy muy dado a las historias de experiencias, ese camino que algunos han buscado para contar sus fascinaciones empleando cierto lenguaje periodístico para teñirlo con estrafalaria poesía.

Como lector me gustan que me cuentan las cosas sin aditivos ni acentos políticamente correctos, aunque hay ocasiones en las que, inevitablemente, caigo en la trampa. Quizá porque ese libro está muy bien escrito.

Hace unas semanas mantuve una conversación telefónica con un amigo a propósito de Anatomía de un instante, de Javier Cercas. Mi amigo, confeso frustrado por el libro, intentó frenar el entusiasmo que sentía por esta obra con la que su autor recrea el antes, el ahora y el después de lo que hoy conocemos como 23-F. Fecha que ha entrado en la mitología particular de todos aquellos que vivimos aquel angustioso día.

Y escribo mitología porque cada uno de los que fue espectador involuntario de aquel trance guarda en su memoria su 23-F.

Yo recuerdo aquel día como una tarde en la que no tuve clase. También en la de darme un paseo por los alrededores de Capitanía General para ver si el ejército había salido a la calle; unas ganas enorme por comprarme tebeos de súper héroes de la Marvel; una larga noche en casa de mis padres viendo un televisor que no informaba nada y a mi tío gritar que había que darles las armas al pueblo mientras mi padre le pedía que por favor se callara de una puta vez.

Leer el libro de Cercas ha recuperado de sopetón todas aquellos recuerdos que creía dormidos en mi memoria. También porque me supo a una apasionante novela del oeste. Con el héroe solitario (Adolfo Suárez) enfrentado a esa canalla que manchó el honor de su uniforme.

Pienso que mi amigo se equivoca al juzgar este trabajo como un ejercicio periodístico si bien Cercas aprovecha las reglas de contar las cosas pero como barro para dar estructura a su relato.

Así que sigo creyendo que lo que se inició como novela frustrada terminó  transformándose en una verdadera novela sólo que protagonizada por personajes de carne y hueso.

Y que como toda buena novela te sitúa con comodidad en un tiempo que en esta ocasión saboreas casi de la misma manera porque también fue tuyo.

Anatomía de un instante termina con un emocionado homenaje al padre del escritor. No hago extensiva esas palabras al hombre que contribuyó a darme la vida (nunca fue pro Suárez sino Felipista) pero es un bonito tributo a una clase de personas de las que ya no quedan en España.

Y en este sentido, todos hemos perdido.

Saludo, nostalgia, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Todos hemos perdido”

  1. Damián Marrero Says:

    Anatomía de un instante me atrapó desde el principio pero en algunas cuestiones, sobre todo en el tratamiento de Adolfo Suárez (eje del libro por encima de otros protagonistas) lo encontré muy reiterativo hasta llegar a ser cansino. Saludos también desde el otro lado.

  2. Pocahontas Says:

    ¿Sabía usted que la primera manifestación por la democracia en este país contra el intento de golpe de Estado se produjo en las calles de Santa Cruz de Tenerife? Por lo demás, poco o nada puede decirnos Javier Cercas acerca (perdón por la rima) de ese hecho, aunque la crítica al eso eligió ese libro como el mejor del año. Así les va, a la crítica y a algunos escritores y lectores.

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