Ya no se hacen películas como ésta…

Recoged las rosas mientras podáis.
Largos son los días de vino y rosas.
De un nebuloso sueño, surge nuestro sendero.
Y se pierde en otro sueño.”

Bajo el arcano de estos versos vuelvo a ver Días de vino y rosas (Blake Edwards, 1962), una película que destroza el alma pero que también hace pensar que el cine es venenoso y por eso grande en el tiempo.

Y en estos días tristes en los que sin embargo no puedo llorar esta historia de dependencias varias (el alcohol) logra que me ponga a llorar cuando llega su final:  Un tipo solitario (Jack Lemmon) contempla a través de la ventana de su apartamento como desaparece la mujer de su vida mientras en el cristal se reflejan unas luces de neón que se apagan y se encienden en la que se lee BAR.

Y continuo llorando, escuchando de fondo el sentimental y algo cursi tema principal de la banda sonora de Henry Mancini que da anuncio a los títulos de créditos finales.

Y me pregunto entonces ¿estoy tan sobrio?

Y también ¿tan idiota?

Y en un agosto pegajoso y más libertino de lo que esperaba, recupero veneno mientras bordeo el coma etílico por sobredosis de rancio celuloide que me hacen incluso apreciar la amarga nostalgia de  8 mm.

Y embriago veo Día de vino y rosas. ´

Y me contemplo con la forma de Jack Lemmon destrozando el invernadero donde están las rosas, buscando desesperadamente una botella de licor que creo que me hará más puñeteramente infeliz.

Y frustrado entiendo que Lemmon, osea yo,  no se dé cuenta que ella se le escapa cuando pregunta “¿juraría que había tres botellas.”

Y observas la turbia e indiferente mirada de Lee Remick.

Y sabes, efectivamente, que hubo tres botellas.

Y sigo llorando. Será la ausencia, la soledad, el miedo, las ganas de huir hacia ninguna parte.

Y aprendo que brindar por ¡juntos al paraíso! es veneno también. Sobre todo cuando hechizado contemplas el océano con ella.

Y pienso en esa escena final: Contemplo como ella se va mientras en el cristal de la ventana se refleja como una pesadilla la luz de neón de un BAR.

Una luz que se enciende y se apaga.

Se apaga y se enciende.

Y comprendes, ¿sobrio, idiota?, que será siempre así.

Saludos, y continuamos con recomendaciones escobilloneras, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Ya no se hacen películas como ésta…”

  1. Ana B. Says:

    Estimados editor, efectivamente ya no se hacen películas como ésta. Tampoco, aunque diga usted que es algo cursi, bandas sonoras como las que compuso Henry Mancini.

  2. admin Says:

    No me malinterprete usted, una de mis canciones de toda la vida es Moon River que, como sabe, se escucha en Desayunos con diamantes. Cada vez que la oigo los ojos se me pueblan de incómodas lágrimas. Y no son de cocodrilo.

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