¡Qué cosa tan rara!

A MODO INTRODUCCIÓN

Me dejan, mientras veo en mi mansión por enésima vez M, el vampiro de Dusseldorf, este texto. Texto que desliza una mano anónima por debajo de la puerta sin que se percaten ni mi guardianes mormones ni los perros salvajes y rabiosos que velan por mi seguridad en esta gozosa soledad en la que he decidido encerrarme para respirar aire limpio, libre de bacterias. De enfermizos bacilos humanoides.

Abro pues con temblores nerviosos el sobre…

Y leo…

I.- ¿VAMOS A LA PLAYA?

La amiga consigue lo imposible. Me convence para ir a la playa.

“Coge una toalla, ponte las chanclas y el bañador que bajo a recogerte…” me ladra a través del móvil.

Intento buscar una excusa rápida, de esas por las que piensan que deberían de darte el Oscar al mejor actor pero no se te ocurre otra cosa mejor que decir: “Bueno…” Como si esa segunda mitad a la que mantienes maniatada en un apartado rincón de tu mente se hubiera librado e intentara convertirte en otra persona. Una persona sana, que rechaza los venenos que forman parte de tus hábitos de burgués en franca decadencia.

Ya en el coche y mientras suena la radio le pregunto si ha pensando donde vamos a comer.

- Hay un chiringuito donde sirven pescado fresco…

- ¿Tendrán lapas, camarones?

- Pues no lo sé, pero imagino que sí.- responde mientras se mete por una carretera de curvas peligrosas que sube una montaña.

Mi amiga se pone a hablar de lo mal que está el país. De la crisis, de cómo está afectando al sector cultural. De lo mal que están las cosas. Me confiesa que si pudiera dejaba la isla y se marchaba a otro sitio. Pero no puede, se lamenta mientras da golpecitos al volante y yo sudo más por miedo que por el calor mientras el automóvil atraviesa las curvas de una carretera que tiene solo dos carriles.

Miro por la ventanilla cerrada, para que al aire acondicionado refresque el interior, los barrancos que cada vez me parecen un poquito más a un abismo.

La amiga me pregunta que como me trata la vida mientras no deja de tocar el claxon para avisar a los coches que vienen en sentido contrario.

- Mientras no me canse de leer no puedo quejarme.- le contesto resignado, pero sin atreverme a preguntarle si me deja fumar. Mi amiga es una mujer sana. No hace pilates pero sí meditación y yoga.

En la radio un energúmeno está gritando prima de riesgo. Me entra algo de sueño pero no cierro los ojos alarmado por el abismo que se asoma más allá de la ventanilla; por la conversación de mi amiga, que ha tenido el acierto de cambiar de dial, y por el frío en conserva que se mantiene en el interior del coche.

II.- LA NIEBLA

- ¡Qué cosa tan rara!- dice de repente mi amiga.

- ¿Qué?

Con la cabeza me indica que mire al frente.

Estamos a punto de entrar en una niebla espesa, de un inquietante y siniestro color gris.

- ¿En julio?

Me encojo de hombros.

Reduce la velocidad mientras los faros del coche intentan dar algo de claridad a esa nada grisácea en la que nos hemos visto inmersos. Toca el claxon mientras se muerde el labio inferior.

- Igual es mejor que retrocedamos.- sugiero.

- ¿Y dónde doy la vuelta?- me pregunta con un tono en el que delata  preocupación.

Opto por cerrar la boca aunque al final doy un suspiro cuando salimos de la niebla.

- ¡Qué cosas tan rara!- repite mi amiga.

Afirmo con la cabeza mientras me doy la vuelta para ver como la niebla baja montaña abajo como si se tratara de una sábana sucia. Voy a soltar un chiste malo, de los míos cuando ella vuelve a exclamar: ¡Qué cosa tan rara!

III.- EL VILLORRIO

Miro al frente y observo que entramos en un pueblo. Justo en ese momento el coche comienza a quejarse y se detiene en medio de la calle que debe ser la principal.

- ¿Dónde coño estamos?- dice mi amiga.

Bajo la ventanilla y observo guirnaldas, banderitas tricolores que decoran las farolas y las fachadas de las casas. Un señor bajito sale de una de ellas y se acerca a nosotros.

- Bienvenidos…- dice con una sonrisa.

- ¿Bajamos?- le propongo a mi amiga.

- No se preocupen por el coche. Pronto vendrá alguien y lo llevará al taller. Ustedes son los primeros, pero esperamos más. Sean bienvenidos.

- ¿Dónde estamos?- pregunta mi amiga.

El hombre bajito no responde. Con la mano nos invita a seguirle al interior de la casa de la que ha salido.

- ¿Qué celebran?- Digo.

- Una fiesta.- responde el hombre bajito.

Nos sienta en una mesa, donde hay varios platos de carne. Una viejecita escancia vino blanco en unos vasos de plástico.

- ¡Beban, beban… Y coman….Estamos de fiesta!.- nos anima el hombre bajito.

Pruebo la carne y no está nada mal. Mientras mastico mi amiga vuelve a preguntar por el nombre del pueblo.

- Coma, coma usted.- le dice el hombre bajito.

Saciado y algo borracho me entra el sueño. Aunque intento no cerrar los ojos.

Oigo a mi amiga en volumen muy bajo sin embargo… Señal evidente de que fundo a negro.

IV.- ¡QUÉ COSA TAN RARA!

Abro los ojos en una cama de sábanas blancas. Un ventilador desde el techo hace como que me besa con su brisa fresca. Me levanto con un fuerte dolor de cabeza. Bebo tres vasos de agua de una jarra puesta sobre una mesa y, dando traspiés, salgo de la habitación tropezándome en un largo y estrecho pasillo con el hombre bajito. Lo acompañan, detrás, dos tipos que parecen campeones de Lucha Canaria. Pregunto que dónde está el baño y el hombre bajito abre una puerta. Entro, voy directo al lavabo y me enjuago la cara. El agua tiene un ligero sabor a salitre, pero sale lo suficientemente fría para espabilarme. Tras secarme con una toalla de papel, el hombre bajito y los luchadores me llevan a un salón coqueto, amueblado con antiguallas. Me dejo caer en una mecedora.

- ¿Dónde está mi amiga?.- pregunto.

- Shhhh.- me responde el hombre bajito.

- ¿Duerme?

- Shhhh.- vuelve a decir.

Estoy tontamente relajado. Escucho por una de las ventanas abiertas música de verbena que sigo con el pie y con las manos.

- Hay baile.- dice el hombre bajito con la oreja puesta fuera.

- Fiesta.- susurro.

- Casi siempre porque aquí nos preocupamos en que casi nunca pase nada…

- ¿Cómo se llama este pueblo?

- ¿No lo sabe todavía?

V.- LA TERRIBLE REVELACIÓN

Me levanto y salgo a la calle, atestada de magos y magas que bailan.

El olor de carne a la brasa llega a mis narices.

Un grupo de tíos vestidos con mantas esperanceras interpreta una cancioncilla que de pronto se me antoja diabólica.

- ¿Dónde está mi amiga?.- pregunto nervioso.

- Bailando…

Alguien me da una papa negra arrugada.

- Yo, yo quiero irme de aquí….- murmuro mientras otro me entrega un vaso de vino tinto.

- Nadie puede irse de aquí.

- Pero yo… yo quiero irme…

- Nadien.

Intento correr pero los pies los tengo como de cemento.

Oigo una risa, también un eructo… Miro al cielo y ahora, que es de noche, descubro que no hay estrellas.

- ¿Esto, esto es el fin?.- pregunto tartamudeando.

El hombre bajito se inclina y comienza a caminar hacia atrás.

- Quiero irme.- insisto mientras me rodean magos y magas que solo tienen una idea en la cabeza: convertirme en hamburguesa.

Suena, mientras tanto, la música de los tíos con mantas esperanceras. Y alguien que recita con voz quebrada y aguardentosa…

Mi patria no es el mundo;

mi patria no es Europa;

mi patria es de un almendro

la dulce, fresca, inolvidable sombra.”

- Quiero irme…- reitero.

- “Mi patria es una isla,

mi patria es una roca,

mi espíritu es isleño

como los riscos donde vi la aurora.”

- Ayyyy, mamaíta, Ave María purísima y sin pecado concebida…- me atrevo a recitar…

(*) La imagen corresponde al filme Two Thousand Maniacs! (Herschell Gordon Lewis, 1964)

Saludos, a mi manera va por usté, don Nicolás Estévanez, desde este lado del ordenador.

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