El extraño viaje: ‘Antilia. Navigatio Sancti Brandani’

No sé si Antilia. Navigatio Sancti Brandani, del cienasta palmero Jorge Lozano Vandevalle, terminará por convertirse en la serie de televisión que intenta promocionar con la exhibición en diversas salas de las islas de su episodio piloto, pero al margen de que esta expectativa se cumpla, y solo con la intención de cotejar por donde transita el audiovisual que se está rodando en estas islas, digamos que verla el pasado martes, 27 de noviembre, en TEA Tenerife Espacio de las Artes ha sido para quien les escribe como un extraño y gozoso viaje.

Un extraño y gozoso viaje que, pese a todos sus defectos, logró llamar mi atención como espectador aunque su inevitable “continuará…” frustrase las expectativas para proponer un análisis global de lo que solo es, por el momento, su capítulo cero.

De todas formas, y salvando este inconveniente, veo en Antilia una atractiva aproximación a la leyenda de San Brandán y su busca del Paraíso perdido rodada con una inspiración lisérgica y sano espíritu de aventura con una voluptuosa mirada técnica que la hace radicalmente distinta a otros trabajos canarios estrenados en esta misma sala de TEA.

En este aspecto, sus imágenes y la historia evocan aventuras marineras y de claro signo iniciático como La Odisea y Las aventuras de Simbad, porque Antilia es, precisamente, un relato fabuloso y fantástico marcado por un asombro en este caso teñido de primitivo cristianismo, cuya puesta en escena parece inspirada por Pier Paolo Pasolini, el Luis Buñuel de Simón del desierto, e incluso por su espíritu extravagante a esa obra maestra del cine fantástico que es la versión alemana de El barón de Münchhausen (Josef von Báky) de 1943.

Sobre todo, en su segunda mitad, cuando apuesta todo a una carta tan difícil como es la fantasía en su estado más puro y salvaje. Ese territorio donde la única regla posible es contar con la complicidad de una audiencia difícil porque está demasiado inmersa en la gris realidad que la estrangula.

Vista así, como un relato donde lo imposible puede suceder, donde los sueños quizá puedan tocarse con los dedos de las manos si les mueve una obsesión que, en el caso de Antilia se hace en el nombre de la fe, la cinta de Lozano Vandewalle desarma y convence.

Lastra, sin embargo, esta curiosidad, esta pequeña pieza que bebe de fuentes genéricas tan dispares, un abuso incómodo de la voz en off, así como algunos diálogos demasiado literarios que marca una notable distancia –no acerca–  al relato que estamos viendo en pantalla.

Un relato que si hubiera respetado más el periodo de creencias hoy superadas en el que se escribieron los fabulosos viajes de San Brandán, hubiera resultado mucho más brillante de lo que realmente es si no pensase que el público que la va a ver es tan mostrenco.  

Afortunadamente y para compensar lo que entiendo una debilidad de juicio y sobre todo de apuesta sincera por el relato de tan insólita singladura, Antilia recupera en ocasiones ese espíritu al que no debió de renunciar para contar una historia que es desbordante fantasía, mostrando los hechos extraños que acontecen como anormalmente normales en un viaje que por irreal, se muestra a veces con un afortunado desprecio por el ridículo que a mi, al menos, supo meterme en el bolsillo porque están representados con una plasticidad que no cae en la parodia.

Y es ahí cuando Jorge Lozano, como si reinterpretase al Passolini de Las mil y una noches y los delirios católicos del más onírico e irreverente Fellini, roza lo imposible: que viva tan extraña aventura

Antilia cuenta así con escenas de una insólita belleza estética que despierta algunas de mis más secretas y primigenias inquietudes, como el encuentro con el ermitaño en el roque perdido en el mar y el delicioso diálogo que mantiene con los monjes navegantes; así como la aparición, en otra isla en la que recala la pequeña embarcación cuyo grupo lidera Brandán, con uno de los siete obispos que gobiernan ese territorio.

Por ello insisto que como vehículo fantástico, rico en situaciones extrañas, Antilia. Navigatio Sancti Brandani es un producto gozoso, que sorprende, que sabe hacerse con ese corazón de niño asombrado que aún debo de tener por algún lado.

Pero soy también consciente que su aparente inocencia no será entendida por un espectador demasiado encerrado en esa otra fantasía que nos venden como realidad. Hay pues que dejar la mente abierta y dejarse seducir por una historia que reproduce con medios limitados el viaje legendario que emprendió ese monje de origen irlandés en pos de un sueño. Monje del que toma nombre la misteriosa isla de San Borondón que, como todo el mundo sabe, es la esquiva y octava isla de Canarias.

Jorge Lozano muestra este itinerario por ese mundo fabulado subrayando la irrealidad con efectos especiales que, pese a su técnica, se ensamblan perfectamente a un relato que, ya lo hemos dicho, apuesta por la fantasía pura y salvaje. Por una geografía que exige la complicidad del espectador con el objetivo de que participe en ese universo imaginario libre de prejuicios, sin ataduras a su experiencia cotidiana.

Porque lo que vemos es un cuento al que no le interesa demasiado los personajes, aunque se explique innecesariamente que Brandán emprende su viaje tras quemar como Don Quijote todos sus libros de caballería al tener como única y obsesiva meta la de buscar el paraíso perdido quizá con la esperanza de que, efectivamente, los sueños existen cuando se transforman en leyenda.

Con un cuidadoso trabajo de dirección artística y una banda sonora que me retrotrae a un cine cuya mirada resultaba felizmente kitch, ver Antilia ha sido como una especie de revelación extrasensorial porque ha consiguido que a veces, solo a veces, dejase de transitar por el camino de baldosas amarillas.

Y escribo solo a veces porque la hipnosis que me produce la visión de la cinta continuamente es interrumpida por una voz en off que me devuelve a la realidad de que estoy viendo una película que no termina de creerse a sí misma. Pienso que bastaba, en este sentido, solo mostrar, y no subrayar con palabras, las distintas maravillas que presencian estos monjes en su viaje.

Maravillas que contribuyen a convertir su fe en una esperanza –llamada Paraíso– que terminará al final sobre el lomo de una ballena.

Saludos, yo también creo en San Borondón, desde este lado del ordenador.

One Response to “El extraño viaje: ‘Antilia. Navigatio Sancti Brandani’”

  1. Sonia Says:

    Jorge Lozano Vandewalle es uno de los históricos del cine canario. Solo que su nombre es poco conocido porque nació en La Palma pero animo a quien pueda a que recupere lo que rodó en los años setenta en 8mm y 16mm, estaba muy por encima, y adelantado, a lo que otros compañeros de generación realizaron en aquellos años.

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