Blue Christmas, una novela de José Luis Correa

Aquel día me harté de ver documentales de bichos y de escuchar las mismas noticias una y otra vez en el canal internacional. Al final, en un duermevela estrambótico producto de la fiebre que aún no me había abandonado, los ministros mostraban una sonrisa repugnante y las hienas explicaban ante los micrófonos las medidas para paliar la crisis. Antes de volverme chiflado, apagué el televisor y regresé a El conde de Montecristo. Pero me sentía tan exhausto que ni Edmundo Dantés consiguió mantenerme consciente.”

(Blue Christmas, José Luis Correa, Alba Editorial).

No sé si José Luis Correa está cansado de su personaje Ricardo Blanco, detective privado que se mueve como pez en el agua por las calles de la capital grancanaria, pero sería una jugarreta del destino que pasara a la historia solo por los seis libros que hasta ahora ha dedicado a Blanco.

De hecho, y tras leer su última entrega, Blue Christmas, creo que a Correa más que el nudo negrocriminal lo que le preocupa es el ambiente en el que se desenvuelven sus personajes, todos ellos ya definidos. Con señas de identidad que resultan creíbles porque caminan por un espacio urbano igual de creíble.

En este aspecto, José Luis Correa más que un escritor de género es un escritor que aprovecha el género para cultivar su literatura. Una literatura en la que se revela un escritor al que le interesan los tipos humanos y los ambientes en los que se desenvuelven esos tipos humanos.

Entiendo así Blue Christmas más que como una novela policíaca al uso, como una novela en la que lo policiaco es solo una excusa para contar cómo vive un grupo de personajes. Algunos de ellos al borde del abismo, la mayoría de ellos perdedores a los que les ha tocado jugar la partida en un mundo que, por efectos de la crisis, se está desmoronando también.

La sexta novela de Ricardo Blanco resulta así una novela amarga y crepuscular. Comenzando por su personaje protagonista, detective privado hundido en su propia miseria y a quien saca del pozo, o de la seguridad de su piso, el policía Gervasio Álvarez.

El mensaje es claro, deja de llorar la muerte de tu abuelo, Colacho, y regresa al redil.

Y Blanco vuelve. Pero su retorno pese a su ironía no deja de resultar triste. Parece casi como si el personaje se haya visto obligado a madurar. Ser huérfano a edades tan tardías, y Ricardo Blanco supera ya los cincuenta años, tiene estas cosas.

Más que como novela policíaca, lo mejor de Blue Christmas es su retrato costumbrita no solo de una gran ciudad portuaria de provincias sino, reitero, la fauna humana que el escritor despliega en esta novela.

Los fracasados, viene a decir Correa, son fracasados porque han sido incapaces de vencer a sus propios demonios, fantasmas, familiares.

Y esta es, precisamente, una novela poblada de espectros, muertos que pesan como piedras en las alforjas de la memoria de los vivos.

Ricardo Blanco no parece el mismo. Su tristeza lo devora. Lo desarma también cuando descubre que no conocía tan bien a su abuelo como pensaba.

Los tres hijos de la víctima que desencadena la acción pausada, serena de la historia son algo así como otros espíritus errantes, cada uno de los cuales guarda dentro de sí el peso de su condena que alimenta los recuerdos de una infancia digamos, para no revelar más de lo necesario, desordenada.

De fondo, la capital grancanaria se engalana en unas fiestas como las navidades que el policía Gervasio Álvarez odia porque “le mortificaba tanta hipocresía, tanto disfraz de buenas intenciones sobre una miserable realidad, tantos buenos deseos con la boca chica. Odiaba la Navidad. Solo había una razón para digerirla: la visita de los nietillos, su cara de ilusión el día de Reyes, su ingenua fe en el cuento de hadas de los tres hombres sabios. Odiaba la Navidad. Y ésa, en concreto, iba a acabar odiándola más que ninguna.”

Tiene, ya he dicho Blue Christmas un tono amargo y crepuscular, de fin de ciclo. Casi como si José Luis Correa estuviera anunciándonos por señas la metamorfosis de uno de los personajes más insólitos y entrañables de la novela negra escrita en Canarias. Un paladín que como el Eladio Monroy del también escritor grancanario Alexis Ravelo reparte justicia en una ciudad que, como describe Correa, a veces luce un cielo azul de invierno “salpicado aquí y allá de nubes, igual que el techo de mi cuarto con sus mordeduras de humedad.”

Y continúa: “La playa estaba llena de gente. Gente solitaria, parejas, grupos. Gente discordante en color, en edad, en vestimenta (los extranjeros paseaban en pantalón corto y en camiseta; los isleños iban abrigados hasta el cuello). El termómetro de la avenida marcaba veinte grados. Para unos era puro verano; para otros hacia un frío infernal.”

José Luis Correa es pues un escritor que se suelta la melena cuando quiere ser costumbrista. Y un escritor que se apaga lánguidamente cuando penetra en las complejas aguas de la trama negrocriminal. Trama que maneja, y que confunde con nuevos nudos y probables desenlaces, pero que a mí como lector es lo que menos me interesa de su relato.

Y todo ello narrado bajo la sombra del humor irónico que caracteriza la primera persona de Blanco. Personaje a través de cuyos ojos vivimos esta aventura. Un hombre que se presenta, podemos leer en las páginas del libro como: “Mi nombre es Ricardo Blanco. Soy detective privado. Como ve, nada más lejos de los detectives del cine: no llevo gabardina ni sombrero; no voy armado ni escupo tabaco ni soy un tipo duro. Investigo la muerte de su madre. Sí, lo sé. Suena extraño. Debería haber un cliente y ni usted ni sus hermanos me han empleado. Es una historia muy larga  y aburrida. El caso es que aquí estoy y me gustaría hablarle.”

Probablemente no sea Blue Christmas la mejor novela de la serie. Probablemente se pueda apreciar cierta premura por entregar el original a la editorial, pero sí que me sabe pese a todos sus temblores a un título maduro, digamos que más seguro de sí mismo. También, que se trata de la novela más necesitada de cobijar a su protagonista con una galería de personajes secundarios, mucho de los cuales –sobre todo los femeninos– le muestran eso que puede ser el sello indeleble de la amistad.

Le falta a Blanco sin embargo el báculo de su abuelo, Colacho. Personaje cuyo fantasma planea por el 90 por ciento de esta historia que por mucho que te resistas, por mucho que la simultanees con otras lecturas, termina por gustarte. Atrapa. Y no ya solo por el enigma que hay que resolver, que al fin y al cabo es secundario en mi lectura, un McGuffin con el que justificar una historia sobre un detective privado con más influencia de Pepe Carvalho que del caballero sin espada que encarna el chandleariano Philip Marlowe.

En este sentido, reitero que lo que me llama la atención de Blue Christmas es su paisaje más que su historia. La capacidad que tiene Correa para pintar como un impresionista el colorido de las distintas geografías que articulan su ciudad: “El Parque de Santa Catalina bullía como un zoco marroquí. Tenía el mismo color y, si me apuraban, el mismo olor también. Porque, exceptuando a los viejos jugadores de zanga y dominó que se apiñaban en las mesas cuadradas de mármol gris, el resto del paisaje aparecía pincelado de africanos.”

No sé si Correa es consciente del retrato urbano que ofrece de la capital grancanaria. Una ciudad en continuo proceso de transformación que pierde su vieja identidad –¿de ahí la desaparición de Colacho?– en favor de un rostro todavía desdibujado por su complejo cosmopolitismo. Cosmopolitismo en el que se mueven fuerzas que ahora forman parte inevitable de lo que es su reverso tenebroso.

Descubro además en Blue Christmas a un escritor que está por encima del género negro. O mejor, que utiliza el género negrocriminal para escribir la novela social que le pide el cuerpo y de la que ya nos dejó constancia en Murmullo de hojarasca. Título que no tiene nada que ver con la serie Ricardo Blanco y volumen editado en la colección G21: Narrativa Canaria Actual.

Así que da la sensación, en este sentido, que José Luis Correa procura acomodar las claves policíacas a su literatura. Que las tragedias, las traiciones, los crímenes son solo senderos por los que transitar para dibujar ambientes y relaciones intimistas siempre en torno a una mesa.

No es una novela violenta. Tampoco cruda. La entiendo más bien como una metáfora cruel de unos tiempos pasados que se fusionan con un presente que olvida cualquier seña de identidad, de arraigo con un pasado que se disuelve ante el nuevo paisaje y paisanaje de la ciudad.

Le falta, eso sí, crítica mordaz.

La novela me sabe a solo un intento por retratar la redención de su peculiar detective privado. Un detective privado que trabaja a las órdenes del sistema. Sistema que encarna ese policía que responde al nombre de Gervasio Hernández y que, como comenta Blanco, casi ha terminado por ser algo así como su padre.

No es pues Ricardo Blanco un outsider. En todo caso, sí que resulta un observador que siente que está en el lugar equivocado.

Al fondo, el paisaje de una ciudad de provincias en continúa y feroz transformación. Y quizá por ello tan necesitada de aquelarres. 

Saludos, flores muertas, desde este lado del ordenador.

One Response to “Blue Christmas, una novela de José Luis Correa”

  1. ¡Blue Christmas en La Bòbila! Says:

    [...] Blue Christmas, publicada en 2013, es, quizás, la más social e íntima de todas las novelas de la serie de Ricardo Blanco y ahonda en las consecuencias de una crisis económica que se cobra sus víctimas entre los sectores más vulnerables de la población mediante el paro, el desahucio, la soledad y la miseria. Todo empieza cuando, el 28 de diciembre (día de los inocentes), Andrea Mérida, viuda de militar, madre de tres hijos y pensionista, es encontrada muerta por sobredosis de cocaína. Aunque nadie parece ganar nada con esa muerte, el inspector Gervasio Álvarez pedirá ayuda a Blanco para aclarar el caso. [...]

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