Solo para mayores de 18 años

Resulta extraño porque sí que recuerdo el primer libro que leí pero no la primera película que vi en un cine. Sin embargo, sí que continúa fresca en la memoria la primera película para mayores de 18 años a la que asistí siendo aún menor de edad, en uno de esos mismos cines que salpicaban por aquel entonces la geografía de la ciudad de provincias en la que vivo.

Por aquellos años era un devoto admirador de Flash Gordon, a cuyas aventuras me aficionó uno de mis tíos cuando me regaló la colección que editó Burulán. Cientos de colorines en los que podías ver la evolución de Gordon. Desde que nació de la mano de Alex Raymond hasta los sesenta, en que recogió el testigo Dan Barry.

Fueron, sin embargo, las historietas de Barry las que me convencieron a pertenecer en la hermandad Flash Gordon y cuyos efectos, nostálgicos y muy retocados, aún perduran en un rincón del disco duro.

Flesh Gordon.

Una película para mayores de 18 años.

Flesh Gordon.

La primera película para mayores de 18 años en la que me dejaron entrar en un cine donde no te dejaban entrar si eras menor de 18 años.

Flesh Gordon (Michael Benvenist y Howard Zeihm, 1974) la fuimos a ver en manada la pibada del barrio. Unos porque se trataba de una película, aunque parodiara, de Flash y otros, los más sensatos, porque se trataba de una versión porno, hoy muy suave, que entonces sí que se vendía como porno salvaje y festivo para adultos.

La he visto dos veces. Aquella inolvidable primera vez y una segunda que no pasará a la historia. Hace unos diez años…

Creo que aún se conserva como una tonta nadería, en la que el planeta Mongo de las historietas originales pasa a convertirse en Porno, un paradisíaco infierno de sexo desatado que gobierna el emperador Wang, por el Ming de los cómics.

La película cuenta además con artesanales efectos especiales a lo Harry Harryhaussen, y escenas de sexo que en aquellos años ponían a mil a toda clase de públicos.

La segunda vez ya no fue lo mismo pero eso constata que como dijo un venerable sabio “la memoria va por un lado y las sensaciones por otro”.

No, no era el mismo Flesh Gordon aunque la película fuera la misma Flesh Gordon.

Las experiencias que cargas en la espalda disuelven la emoción de la primera vez al revelarte que el sueño solo fue un mal truco de magia.

Por eso me resisto, y resisto, y quiero conservar la sensación de gozosa sorpresa que supuso la primera vez.

Lo que significó la primera vez crecido como un gigante por el grado de excitación en el que nos encontrábamos la pibada desparramada entre las butacas de aquel cine –el Cinema Victoria– que hoy es un garaje.

Ya vendría más tarde la temida conclusión de que la vida circula a velocidad de vértigo y que esos recuerdos, inevitablemente, se desvanecerían como lágrimas en la lluvia…

Me encuentro en la presentación de 9 horas para morir, de Ángel Vallecillo. Hay bastantes espectadores y el acto discurre con muy buen rollito.

Pero el deber me llama. Irme debo porque otras labores requieren de mis modestos esfuerzos.

Tropiezo, en un día extrañamente lúcido tras una temporada que ha sido como atravesar un camino del infierno, con dos tipos que alegran el alma y con los que puedes perder el rato charlando de algo tan interesante como el sexo de los ángeles.

Pero solo un momento.

El deber golpea y golpea a mi puerta.

Citamos nombres, hablamos de libros y también sobre nazis y judíos.

Puedo imaginar a un pelotón de murgueros vestidos de nazis borrachos de cerveza en Carnavales, mientras reparten estopa como si fueran agentes de la Unipol.

Ya reflexionó sobre algo parecido Juan José Delgado en La fiesta de los infiernos.

Infierno, me doy cuenta que esta palabra se repite, como otras tantas, demasiadas veces en este su post.

Pero qué más da, que es la frase más sabia que he escuchado en los últimos tiempos, mientras los recuerdos se mezclan con las emociones…

Flesh Gordon, una película para 18 años.

Saludos, he venido a por mi chica, desde este lado del ordenador.

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