Mi amigo Dahmer, según Derf Backderf

Si no recuerdo mal fue Javier Coma quien dijo aquello de que los colorines, los chistes, los tebeos, las historietas, los comics fue algo así como el cine para los pobres. Coma tendría que tragarse hoy estas palabras porque los colorines, los chistes, los tebeos, las historietas, los comics ya no es el cine de los pobres porque su precio es cada día más prohibitivo para los que se han acostumbrado a llevar los bolsillos con agujeros.

No, para nada es un cine de y para pobres…

He tenido la fortuna de encontrarme en los últimos meses con dos colorines, llámalo novela gráfica para quedar serio, que todavía despiertan mi fe en un arte que muchos desconocen porque, aparentemente, no resulta elevado. O bien quieren conservarlo en su memoria como un producto simpático de su remota infancia y adolescencia.

Ya comenté una de estas historias, Coches abandonados, de Tim Lane. Retrato profundo y muy oscuro sobre los Estados Unidos de Norteamérica. Una fotografía desasosegante sobre hombres y mujeres que se han soltado del timón de la vida y que vagan por carreteras secundarias sin saber donde se detendrá el coche.

La otra novela gráfica es un relato igual de demoledor, literatura con letras mayúsculas. Un mazazo directo y sin aviso a tus conmocionadas extrañas. Se titula Mi amigo Dahmer (Astiberri) y lo escribe y dibuja con grueso trazos feista Derf Backderf, quien recuerda su amistad adolescente con quien años más tarde se convertiría en el tristemente célebre Jeffrey Dahmer, el Carnicero de Milwaukee.

Mi amigo Dahmer propone un viaje a mediados de los años setenta, y en concreto a uno de esos institutos norteamericanos de los que tenemos tantas noticias por películas la mayoría de ellas olvidadas y olvidables.

Pero la historia de Backderf va cuatro pasos por delante.

Indaga en la vida privada que pudo llevar el joven Dahmer durante aquellos años. El autor recurre para ello a diversas fuentes, también relatos que le contaban sus amigos de estudios sobre aquel gigante que provocaba la risa de los demás fingiendo ataques de epilepsia. Y el perfil que reconstruye es, francamente, demoledor. El despertar de la bestia, de un tímido friqui que se perdió en el laberinto tras hacer reales sus fantasías.

El autor, Backderf, mantiene una prudente distancia con Dahmer durante todo el relato mientras se pregunta cómo los adultos no se dieron cuenta de aquel carácter que ya comenzaba a ser sospechosamente enfermizo.

Para sus amigos, o mejor conocidos del instituto, Dahmer era un bicho raro, pero un bicho raro que les hacía gracia con sus retorcidas pantomimas. El cómic incluye una fotografía de Dahmer a esa edad haciéndose el epiléptico y por mucho que tardo en observar la imagen no encuentro rasgos, una mirada, algo que revele al demonio que llevaba dentro.

Mi amigo Dahmer se plantea esta misma pregunta.

Cómo circuló entre todos ellos, jóvenes y adultos, un chico que años más tarde se transformaría en lo que se transformó.

El cómic respira mucha tristeza. Tristeza por no ayudar a Dahmer cuando lo necesitaba y tristeza por las víctimas que perdieron la vida años más tarde.

Para contar esta historia, Blackderf recurre al blanco y negro en ilustraciones muy planas en las que apenas existe la perspectiva. Un estilo que refuerza la soledad y la indiferencia del protagonista pero también la indiferencia del mundo que giraba a su alrededor. Un hombre que miró al abismo y se acomodó a la imagen que allí vio reflejada.

Mi amigo Dahmer es la historia de la juventud de su protagonista, y de su incapacidad para empatizar con los demás. Una personalidad que Derf Backderf describe fascinada por los animales muertos y mortificada por la atracción que siente ante  los hombres.

Una obra perturbadora. Extraña y siniestra.

Jeff Dahmer dijo antes de morir en la cárcel: “Éste es el gran final de una vida malgastada, y el resultado final es abrumadoramente deprimente… La historia de una vida patética, enferma y miserable, nada más”.

Es de noche cuando termino de leer este colorín, chiste, tebeo, historieta, cómic.

Y entre otras preguntas que rondan, hay una que insiste:

¿Cuándo me atreveré a leerlo otra vez?

Saludos, tras una temporada en el infierno, desde este lado del ordenador.

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