Miami Blues, una novela de Charles Willeford

A excepción de un joven de catorce años de edad, un hijo de papá judío cuya madre lo había internado para que le sacaran la muela del juicio, Hoke tenía toda la sala para él solo, aunque no le gustaba la habitación, odiaba el hospital, y detestaba al enfermero gay, un canario que parecía disfrutar de lo lindo cada vez que le aplicaba un enema.”

(Miami Blues, Charles Willeford, colección Serie Negra, RBA. Traducción: Iñigo García Ureta)

Recuerdo vagamente haber visto la película pero fue otro impulso el que me llevó a leer Miami Blues, de Charles Willeford, poeta y escritor norteamericano cuya vida podría dar origen a numerosas historias sobre la ironía del sueño americano.

Que conozca, Miami Blues es la única novela que se ha traducido al español de Willeford, además de ser la primera de las otras tres que dedicó al sargento de homicidios Hoke Moseley, todo un personaje dentro del universo negrocriminal, como un todo un personaje fue Willeford. Vagabundo, héroe de guerra, poeta y, finalmente, escritor que acarició la fama –murió unos pocos años después– tras la publicación de Miami Blues.

Miami es, como cuenta Pedro Medina León, una ciudad con breve historia literaria y el escritor que marcó su antes y después, Charles Willeford, nacido en otra ciudad y en otro Estado pero ciudadano de Miami tras reflejar la complejidad de una urbe cuyo acento es marcadamente latino.

Miami como ciudad es pues uno de los grandes protagonistas de esta historia en la que se cruza en la vida de Moseley un despiadado pero atractivo psicópata, Frenger Jr.,  que recién salido de una prisión californiana llega a una ciudad que parece que se gobierna sola, poblada de ladrones y asesinos que apenas balbucean el inglés.

Nada más aterrizar y por circunstancias rocambolescas descrita con notable sentido del humor negro, Frenger Jr. inicia su peculiar huida hacia adelante. Un camino sin retorno cuyo destino dirige con mano golfa el autor de la novela, Charles Willeford, un escritor del que reclamo se publique el resto de las novelas que dedicó a Hoke Moseley para comprobar si ese tono entre irónico y cínico, al que cuaja con escenas de una contundente violencia, fue marca de la casa antes de que la muerte, ya digo, se lo llevara al otro lado.

Narrada en tercera persona y en capítulos alternos a través de las experiencias de sus dos antagonistas, Miami Blues se lee de un tirón y te hace sonreír e inquietar a partes iguales. A uno le puede caer simpático en un principio Frenger Jr., pero sabe y así se molesta en recordarlo Willeford con apenas dos o tres brochazos, que es un tío al que se le ha ido la olla. Delante, un sargento de homicidios que da pena, divorciado, rayando en la pobreza y que vive en un hotel, El Dorado, en el que solo se alojan jubilados.

Willeford no describe a Moseley, deja que sean otros personajes de la novela quienes lo confundan como un envejecido Ray Milland o José Ferrer. Observando la fotografía de Willeford, yo diría que tiene un ligero parecido con Ferrer, luego imagino a Moseley como un cruce entre el autor original de la novela y el actor. Se anuncia, leo en la red, una serie de televisión en la que Paul Giamatti podría tener el honor de interpretar a Moseley, una decisión acertada y que no hubiera disgustado al escritor porque su creación literaria está más próxima a la de Giamatti que a la de Fred Ward, que fue quien lo interpretó en la película Miami Blues (George Armitage, 1990).

Pero no divaguemos y centrémonos en la novela. Una novela que no es otra cosa que un artefacto perfectamente armado, sin fisuras, un libro que además de hacer cosquillas no se olvida de darte puñetazos en el estómago.

Alguien comenta que hay cercanía entre Elmore Leonard y Charles Willeford, pero no es cierto. Leonard nunca hubiera ido tan lejos como Willeford. Al menos en Miami Blues, historia que tampoco sería la misma en otra ciudad que no fuera Miami y sin Moseley y Frenger Jr. mirándose a los ojos. El primero con la lección aprendida del vive y deja vivir y el segundo, con mente empresarial, organizando como sacar beneficio del encuentro tras conocerse casualmente. Otro lado del triángulo es Susan, o Susie, prostituta y estudiante universitaria que no termina de entender muy bien que es un haiku y menos el que su profesor escribe en la pizarra:

Sol de Miami,

sube en los Everglades:

bollo redondo.

En contra de otros escritores que navegan por el género, resulta muy refrescante la capacidad de absorción que tuvo Willeford de sus claves. También su disposición a demolerlas cuando así lo exige la historia. Una historia negra y urbana, con policías y ladrones en una ciudad, Miami, para la que no existe la palabra rutina.

Un clásico, un clásico de la novela negra.

Saludos, ¿suena un blues?, desde este lado del ordenador.

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