Un largo sueño en Tánger, una novela de Antonio Lozano

“Vivíamos enclaustrados en nuestro mundo, en nuestra fantasía de un Tánger internacional e inalienable. La ciudad era nuestra, nos pertenecía, y hacíamos oídos sordos a los rumores que llegaban de fuera. Sí, el Diario España nos contó que Al Farsi había fundado el Istiqla, el partido de la Independencia, y que unos años más tarde creó, en nuestra propia ciudad, el Frente Nacional Marroquí. Mohamed V, aún sultán, llegó al corazón mismo de Tánger, en la medina, a proclamar sus intenciones independentistas.”

(Un largo sueño en Tánger, Antonio Lozano, Editorial Almuzara, 2015)

Antonio Lozano es un escritor que se mueve muy bien en los géneros. Llámalo novela policíaca, en la que ha aportado a este universo a su peculiar detective privado José García Gago; histórico, con sus reivindicable El caso Sankara, así como el que se esfuerza en recuperar la memoria, Las cenizas de Bagdad, entre otros libros en los que mezcla, experimenta, juega con relatos sin abandonar nunca su vocación de entretenimiento. Entretenimiento que el escritor suele casas, y muy bien, con la denuncia más amarga. Ahí quedan como testigos su primera novela, Harraga, o más recientemente Me llamo Suleiman, historias en las que Antonio Lozano obliga al lector a ponerse del lado de los parias de la tierra al enfocar lo que narra desde el punto de vista del inmigrante ilegal. El que no tiene papeles que hagan legítima su estancia en una Europa de mercaderes hoy más que nunca acostumbrada a mirar hacia otro lado.

Para los que nos hemos preocupado en seguir la literatura de Antonio Lozano, el escritor vuelve  a proponer una nueva vuelta de tuerca en su producción literaria con su última novela, Un largo sueño en Tánger, relato apasionado pero también muy contenido, en el que repasa un buen pedazo de la historia de esa ciudad “cosmopolita” a través de las reflexiones de una mujer en coma, pensamientos en los que revela una vida muy ligada a una urbe que, tras la Conferencia de Algeciras, fue durante un tiempo Zona Internacional y sirvió de refugio para muchos desplazados europeos hasta que a principio de los años sesenta terminó siendo parte del Reino de Marruecos.

Un largo sueño en Tánger tal y como indica el título puede entenderse como un sueño, aunque un sueño con muchas ramificaciones que van desde los recuerdos que tiene su protagonista postrada en la cama de un hospital hasta la visión nostálgica de una ciudad que, a medida que van sucediéndose las páginas, escondía detrás de tanto entusiasmo crudas realidades. O una ciudad con numerosas caras. Por un lado la presuntamente luminosa europea y por otro la empobrecida marroquí. Dos mundos radicalmente diferentes pero que cohabitaban, marcando siempre las distancias, en sus mismas calles, plazas y avenidas.

Antonio Lozano es un hijo de Tánger ya que fue en esta ciudad en la que vino al mundo y es un buen hijo, porque pese a las transformaciones, continúa regresando a ella. Conoce pues y muy bien el ambiente en el que se mueve en esta novela. Se preocupa por entenderla y por transmitir las sensaciones y fragancias que caracteriza una urbe que acogió generosamente toda clase de culturas.

Estos elementos quedan reflejados en Un largo sueño en Tánger sin molestas estridencias y lo combina con notable pulso narrativo en un relato en el que la Historia (esa Historia que se escribe con mayúscula) se mezcla con una ficción que el escritor canaliza a través de los recuerdos de una mujer que se encuentra al borde la muerte.

E introduce con pericia al lector dentro de su cabeza para que éste comparta su experiencia, claves que están más allá de las puramente narrativas que concentran en presentar el espíritu de una metrópoli que casi parece atemporal.

Porque Un largo sueño en Tánger cuenta muchas historias además del despertar –en el sueño de la inconciencia que sufre su protagonista, de nombre Isabel– a la conciencia.  Una nueva forma de ver su realidad y la realidad de la ciudad que la acogió tras ser víctima de un aparatoso accidente de coche y que la obliga a repasar su vida matrimonial y como madre de tres hijos en Tánger que es, aprecia desde el lecho de la cama de un hospital, muchas más ciudades de la que ella conoció.

Narrada en primera persona, la novela propone un largo monólogo en el que su protagonista desvela algunos de los momentos más dramáticos que han marcado su vida. Por un lado, un matrimonio fallido, con un hombre profundamente egoísta y maltratador. Por otro, sus hijos y también Amina, su sirvienta marroquí, un personaje que ya aparece en la primera página del libro y que a la postre resultará determinante para que Isabel se dé cuenta que el Tánger en el que vivió no tiene nada que ver con el de Amina.

Tánger, sin embargo, termina siendo la gran protagonista de la novela. Una ciudad a la que Lozano desviste poco a poco de su tan cacareado “cosmopolitismo” cuando reflexiona, según explica su protagonista, una ciudad que escondía tras ese aire de libertad un provincianismo inquietante.

La protagonista se pregunta: “¿pero qué tiene este Tánger que nos hace vivir tan para adentro, Carmen? Es como si viviéramos en una cárcel en la que fuéramos nuestra propias carceleras, todas presas del mismo miedo a hablar y a acabar siendo pasto de ese grotesco cotilleo tangerino.”

La novela se ocupa de la colonia española que habitó durante bastantes años en esta ciudad. Una sociedad que el escritor describe muy ajena a la realidad geográfica de su entorno ya que ser español en Tánger significaba ser: “algo en esa ciudad en la que los marroquíes ponían la nota exótica y nos hacían la vida más fácil. Estábamos rodeados de franceses, ingleses, italianos, y mientras en el mundo nuestro país era ninguneado, aquí nos tuteábamos con toda Europa. Muchos vivíamos modestamente, la cosa no era fácil para todos, pero el hambre de España quedaba muy lejos y raro era el que no tenía una criada en casa para todas las labores domésticas.”

La vida que Isabel nos narra a modo de monólogo termina así por fusionarse –casi como si de una liberación personal se tratara–  con el paisaje urbano tangerino. Y logra trascender esa misma, pero reducida geografía que conoció cuando paseaba por sus calles y recorría sus plazas.

La protagonista, una mujer marcada por la violencia de un esposo que representa los valores de una España cuartelera y a la que le gusta vivir de las apariencias, irá transformándose a medida que avanza el relato y su personal examen de conciencia.

De mujer que aceptó resignada una serie de continuados malos tratos físicos y psíquicos por el que dirán, va emergiendo un personaje que está harto de sufrir más humillaciones y sentir miedo cuando descubre que sus hijos empiezan a contestar a un padre que representa todo lo contrario a progreso.

Tánger, como fondo y tras ser absorbida por el Reino de Marruecos, deja entonces de ser la ciudad legendaria de un puñado de europeos que adoraron un sueño que, sugiere Antonio Lozano, solo existió cuando se convirtió en nostalgia.

Saludos, recién despierto, desde este lado del ordenador.

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