El sepulcro vacío, una novela de Cecilia Domínguez Luis

“No siguió preguntando. Temía molestar a su amigo. Además, tenía unos meses por delante para pensar lo que quería hacer. Lo que sí tenía claro es que haría lo imposible para que su madre no se enterase de su escapada a Santa Cruz ni para hacerla sospechar de sus intenciones. Pensó en Matías y en la casona. En su imaginación empezaba a fraguar la idea de una posible complicidad del jardinero. «Si su padre fue cómplice del mío, si Matías supo guardar el secreto ante mi madre y ante los demás, algo que me dice que puedo confiar.»”

(El sepulcro vacío, Cecilia Domínguez Luis, Nueva Asociación Canaria para la Edición (NACE), 2015)

Inspirada en la historia real del sepulcro en el que iban a depositarse los restos de Diego Ponte del Castillo, marqués de la Quinta Roja, y que su madre Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara ordenó construir cuando la Iglesia denegó que se enterrara el cuerpo de su hijo en campo santo, Cecilia Domínguez Luis escribe una novela en la que orbitan muchas y atractivas reflexiones.

Entre otras, la búsqueda. La búsqueda que emprende el ficticio hijo del marqués, Pablo, para conocer quién fue su padre y las oscuras razones que provocaron que sus acciones generase tanto miedo en su esposa y desconfianza en los religiosos que la rodean.

La novela narra la investigación de Pablo, que contará con la colaboración de Matía, el jardinero que cuida el extraordinario parque que rodea el mausoleo, y su abuela, una mujer de sólidas convinciones y fuerte carácter que contribuyen a despejar dudas frente a las sombras que se empeñan por sembrar quienes no desean que  se remueva el pasado.

El sepulcro vacío ofrece dos formas de interpretar la realidad bien distinta, y es ese choque que no deja de ser de voluntades, lo que anima al protagonista para insistir en sus pesquisas y descubrir –de ahí la búsqueda– la oculta verdad sobre su padre.

Cecilia Domínguez Luis cuenta esta historia en clave sostenida, con un ritmo sereno en la que planean secretos y misterios, y en la que la masonería y los masones juegan un papel destacado porque conducen al protagonista a una paulatina y traumática transformación cuando decide pensar por sí mismo.

La búsqueda, ahora personal, propone un cambio y la oportunidad de observar la realidad  con una mirada a la que no ciegue ni la luz ni la oscuridad.

Cecilia Domínguez Luis describe esta transformación a través de tres grandes peldaños que parecen un reflejo de la vida masónica: Primero se es aprendiz, después compañero y, finalmente, maestro al presentarnos a Pablo como un ser confuso en el que brota la semilla de la inquietud (aprendiz); más tarde decidido a emprender su laboriosa investigación (compañero) y concluir cuando Pablo descubre y asume quién fue su padre y la reconcilación consigo mismo y con los demás (maestro).

Podría apuntarse que la masonería es uno de los ejes a través de los que se mueve esta novela pero hay otros que resultan igual o más atractivos que éste. Por un lado, se muestra la presión que ejerce la Iglesia para que nadie ponga en duda sus decisiones y la de una  familia dividida cuya influencia pesa –y mucho– en un joven que camina entre las tinieblas y que solo quiere respuestas.

En El sepulcro vacío los masones son personas normales y corrientes –aunque alguno en la novela piense que les asoman los cuernos en sus reuniones secretas– y son representantes de una vanguardia librepensadora en la beata España de la primera mitad del siglo XX.

Y en aquel tiempo, a Pablo no le va a resultar fácil sacar sus propias conclusiones. Todas ellas recuerdos y recuerdos de recuerdos que evocan esquivos algunos de los personajes a los que  interroga.

Habla uno del mandil con extraños signos dibujados de su padre. Otros esgrimiendo argumentos de condena a los masones y a la masonería porque representa un cambio. Mientras, el protagonista se instruye con los libros que aún se conservan en la biblioteca familiar al mismo tiempo que intenta hacer su vida como estudiante y enamorado.

Otro personaje más son los jardines que rodean al mausoleo, una isla que parece ajena de su alrededor, y en la que el tiempo y las presiones no tienen lugar.  Un remanso de paz que cuida Matías como su padre lo cuidó primero.

El sepulcro vacío es una novela con capas en las que subyacen pequeñas historias. Y a ratos funciona como novela romántica y en otro iniciática. También es un relato de misterio pero sobre todo una historia de respeto. O de apreciar, no tolerar, lo diferente.

Saludos, espuma, desde este lado del ordenador.

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