‘Los cinco y yo’, una novela de Antonio Orejudo

Novela dentro de otra novela, homenaje no disimulado a la literatura en general, la de caza mayor y caza menor y revisión, desde una perspectiva adulta y con mediano ánimo desacralizador, de los Cinco, los protagonistas más conocidos y populares de la escritora británica Enid Blyton, Antonio Orejudo propone un amargo pero también divertido retrato generacional en Los Cinco y yo (Tusquets, 2017).

Para quien no lo sepa, Enid Blyton fue una escritora británica de novelas de aventuras infantiles algunas de las cuales disfruté cuando a tan tierna edad. Recuerdo El páramo misterioso aunque pronto las abandoné por las historias de Los Tres Investigadores, que no tuvieron un autor fijo aunque muchas de ellas fueron firmadas por Robert Arthur, un escritor profesional que lo mismo hacía una cosa que otra.

Las novelas de Los Tres Investigadores tenían el gancho de contar con un prólogo y epílogo en el que aparecía el mismísimo Alfred Hitchcock, lo que daba a sus historias cierta autoridad en cuanto a misterio se refiere. Es probable, de todas formas, que esos relatos leídos hoy resultaran igual de repetitivos que los de los Cinco pero no lo recuerdo así, las historias de los tres aún  se mantienen a buen recaudo en un rincón de mi agradecida memoria.

Los cinco y yo es una nueva novela de Antonio Orejudo, un escritor que tiene la habilidad de contar cosas muy complicadas de una manera muy sencilla y cercana.

Los cinco y yo comienza con la presentación en un congreso sobre la escritora Enid Blyton de After Five y, paralelamente, desgrana los recuerdos de infancia del narrador que responde al nombre de Tony y que hace sospechar, es un suponer, que las cosas que cuenta tiene mucho de autobiográfico con el Antonio Orejudo que escribe la novela y segmento, a nuestro juicio, de lo mejor del libro ya que cualquiera puede verse reflejado en esas páginas.

Antonio Orejudo tiene la virtud de no estancarse casi nunca y que la novela se lea a velocidad de crucero. Contiene, además, algo que estoy echando mucho de menos en las literaturas que, actualmente se escriben en España: saludable y reparador sentido del humor. De mirar hacia atrás sin ira y con una sonrisa a punto de convertirse en mueca  resignada.

En cuanto al devenir adulto de los Cinco, porque After Five especula sobre cómo fueron las vidas adultas de sus protagonistas salvo la de Tim, que era un perro, se  narran pequeñas historias que son de por sí una novela concentrada. Una novela concentrada sobre la derrota, la pérdida de la infancia y de lo que fuimos y ahora somos. Sirve, además, para que Antonio Orejudo describa la frustración de una generación como fue la de los sesenta y setenta perdida porque no participó en los grandes cambios que se  produjeron en su tiempo por ser demasiado jóvenes y no sé yo si más o menos felices.

El escritor madrileño sabe mantener el tono a lo largo de las páginas y consigue que en ocasiones lo que cuenta que le pasa sea reflejo de lo que le pasó a uno cuando transitaba por una adolescencia en la que más que buscar, reclamaba su lugar en el mundo. Claves, en definitiva, para sentirse parte de algo. Que lo lograra o no es otra historia aunque si se observa el devenir que propone de los cuatro protagonistas humanos de la serie de Enid Blyton, su paso a la madurez no resultó nada gratificante.

De alguna manera, Antonio Orejudo sugiere que los jóvenes que crecieron al amparo de los Cinco se anestesiaron en un síndrome de Peter Pan del que muchos no han querido o no han sabido salir. Hace demasiado frío cuando uno se hace adulto y el peso que arrastra no contribuye a facilitar a que se despoje de las naderías con las que ha ido construyendo su carácter.

El protagonista, Tony, cuenta en Los Cinco y yo una novela inacabada escrita en algún momento de su vida e inspirada en el autor de una serie de libros espirituales que tuvieron bastante éxito en unos años en los que competía mercado con las experiencias alucinógenas e iniciáticas que relataba Carlos Castaneda. El autor de la novela medio escrita, relata Antonio Orejudo, firmaba como Lobsang Rampa, pseudónimo de un escritor británico que se hizo mundialmente famoso al revelar supuestos secretos de inaccesibles templos tibetanos. Pero Lobsang Rampa nunca existió, fue una creación, un invento para sacar dinero vendiendo falsas recetas espirituales…

No sabemos si esa novela arrinconada es una ficción o un proyecto desechado por el propio Antonio Orejudo, pero sí que pone el dedo en la llaga del enorme vacío ideológico y espiritual de unas generaciones que fueron talladas a golpe de timos literarios para mantenerla apartada de la cruda realidad que se desarrolló en España durante los difíciles años de la Transición, esa etapa histórica que ahora unos están empeñados en entronizar y otros en destronar sin paladear la famosa cerveza de jengibre.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

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