Diez años con ‘La Caja’

Título original: La Caja / Año: 2006 / Duración: 107 minutos / País: España / Director: J.C. Falcón / Guion: J.C. Falcón, Víctor Ramírez / Productora: Aiete-Ariane Films / Oberón Cinematográfica / Take 2000 / Música: Joan Valent / Fotografía: Gonzalo F. Berridi / Reparto: Ángela Molina, Elvira Mínguez, Antonia San Juan, María Galiana, Joan Dalmau, Vladimir Cruz, José Manuel Cervino, Manuel Manquiña, Jordi Dauder, Mari Carmen Sánchez, Petite Lorena

Hace diez años del estreno de La Caja, una película de Juan Carlos Falcón que se inspira en la novela Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez, y que transcurre en las Canarias de los años sesenta.

Película de actrices, porque ellas son las protagonistas de esta historia aunque el muerto sea un hombre, La Caja intentó ser un sainete con apuntes neorrealistas que a ratos funciona con el fin de recrear unos tiempos bajo el dominio de la represión, una represión moral, social y política que pesa como una losa en los protagonistas de la novela y la película.

El drama en la película queda sin embargo un tanto minimizado por la puesta en escena y los interiores, demasiado teatrales, en los que se desarrollan muchas de las partes del largometraje.

El drama, como todo drama que se precie, gira en torno a la venganza, una venganza múltiple que tiene como víctima al muerto, un hombre va conociendo el espectador que fue un canalla en vida y en el que ahora, siendo cadáver, padecerá todo tipo de tropelías por parte de las protagonistas.

No es La Caja una comedia, aunque tenga algo, muy poco, de humor negro, y sí de retrato liviano de un grupo de mujeres entre las que se encuentran los personajes que interpretan Ángela Molina, la esposa del muerto, y una potente Elvira Mínguez, su vecina, quien presta una de las habitaciones de su casa para velar al muerto antes de que lo trasladen al cementerio.

Hay una subtrama, el dinero desaparecido del ausente, y momentos lo suficientemente delirantes y vitriólicos para que la cinta aún continué respirando cierta frescura diez años después de su estreno.

Le pasa factura, no obstante, esa mezcla no del todo combinada entre sainete y comedia negra, así como la composición teatral de muchas de las escenas, elemento se ha apuntado previamente que retrasa el buen devenir de una película que, como en varias de las novelas de su autor, esconden bombas con efecto retardado.

Los personaje principales de La Caja son mujeres, los hombres asumen el papel de secundarios y son representados como aprovechados, como el que interpreta Manuel Manquiña; apuestos y honrados, como el que asume Vladimir Cruz o sencillamente malvados como el muerto, a quien le vemos la cara y conocemos a través de los diálogos que fue todo menos buena gente.

La ambientación es más que correcta en los exteriores, y hace pensar en lo interesante que podría resultar que se rodaran más películas de época que se desarrollen en Canarias con el objeto de indagar cinematográficamente en lo difícil que fue para muchos hacerse un hueco en una sociedad a la que le costaba salir de la miseria.

Ese eco se atisba en La Caja, pero no aprovecha esa mirada, que podría haber estado centrada en la del niño, sobre un universo femenino que ni perdona ni olvida, por lo que aprovechan la ocasión para rendir cuentas sobre el cadáver de un mal hombre.

Diez años después, La Caja ya no es la misma caja. Funciona, pero con chirridos, y no termina de avanzar con regularidad al no expandir la historia que da origen al filme: la de un muerto que nadie quiere y la del hombre que en vida nadie quiso, aunque sea precisamente su cuerpo lo que en una sacrílega comunión une a los miembros de una misma familia.

Saludos, diez años no son nada, desde este lado del ordenador.

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