Don Julio Camba escribe unas palabras sobre Santa Cruz de Tenerife

Julio Camba (Villanueva de Arosa, Pontevedra, 1884 – Madrid, 1962) es uno de los mejores articulistas españoles aunque por eso de la desmemoria hoy es un perfecto desconocido lo que exige una urgente recuperación.

Afortunadamente, aún se pueden encontrar muchos de sus libros, la mayoría editados por la ya mítica colección Austral de Espasa Calpe y en la que Julio Camba volcó su talento en una serie de artículos cortos que destacan por su ingenio, capacidad de observación y sentido del humor.

Entre otras obras, Julio Camba es autor de los interesantes y divertidos libros de viaje Londres y Alemania, impresiones de un español, que publicó en 1916; La rana viajera (1920); el excelente libro gastronómico La casa de Lúculo o el arte de comer (1920) y reflexiones sobre economía, aunque esceritas para todos los públicos, en Aventuras de una peseta (1923) y Millones al horno (1958), entre otros.

El escritor y periodista dio un interesante aviso de su estancia en Santa Cruz de Tenerife en uno de sus artículos, un breve texto en el que ofrece sus impresiones sobre lo que observaba desde la cubierta del barco.

“Era Santa Cruz de Tenerife. Serían a la sazón las nueve de la mañana y hasta media tardé no llegamos a puerto. Sin embargo, aquello nos llenó de alegría y nos proporcionó un agradable entretenimiento. Arrimados a la toldilla
del buque, íbamos observando cómo se concretaba poco a poco la vaguedad de la primera visión, cómo la nube se iba convirtiendo en tierra, cómo el color azul iba tomándose amarillento y salpicándose de motas blancas. El pico de Tenerife, coronado de nieve, se perdía en el cielo. En cuanto al puerto de Santa Cruz, me pareció uno de esos prodigios que hacen los confiteros en las tartas familiares y onomásticas.”

Julio Camba explica que permanecieron en el puerto pero sin salir del barco “unas cuantas horas” y describe “la infinidad de pequeñas barquillas” que rodean a la nave con vendedores que ofrecían a los tripulantes “paquetes de tabaco,
cerillas, refrescos, higos, plátanos y naranjas.”

Próximo el amanecer, el escritor se despide de la ciudad y de la isla con cierta tristeza y describe como poco a poco “los colores fueron desvaneciéndose en una misma nota vaga y azul, y, por último, la noche los recogió en su oscuro seno, como recoge a las nubes del crepúsculo.”

Julio Camba reflejó durante la Guerra Civil en sus crónicas sus simpatías por el bando franquista, artículos que se publican en el ABC de Sevilla. A lo largo de su vida colaboró en diarios como Arriba y La Vanguardia.

En 1949 fijó su residencia en el Hotel Palace de Madrid hasta su muerte, que se produjo el 28 de febrero de 1962.

Saludos, ovación, desde este lado del ordenador.

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