Orquídeas muy poco negras

Orquídeas negras es una novela de Juan Bolea que publicó Espasa Calpe en 2010 y que este año ha reeditado Reino de Cordelia y que cayó en mis manos recientemente con el atractivo, me dijeron, de que transcurre en la isla de El Hierro.

La novela, efectivamente, transcurre en la isla de El Hierro, escenario en el que se desarrolla una rocambolesca historia en clave de suspense con una mujer fatal, fatal, que a medida que se lee y se digiere más que interés procura una amarga indignación.

Indignación porque es un relato malo, muy en la línea de Fuego en el cuerpo pero sin el encanto del filme de Lawrence Kasdan e indignación porque parece que está escrita para pibes a los que con obras como ésta no se les acerca, precisamente, a la lectura.

La historia es la de un vulcanólogo que llega a la isla de El Hierro por motivos de trabajo. Allí conoce a un veterano director de cine retirado, a su bellísima mujer y al grupo de extravagantes personajes que lo rodea, lo que incluye un loro.

Con esos personajes y en esa geografía moldeada por las lavas de los volcanes herreños, se describe una tórrida relación más que amorosa sexual, y un crimen cuya solución no sorprenderá a nadie que se haya iniciado en este tipo de literatura. Sobre todo si ha leído a los clásicos, y cuando se escribe clásico se refiere a James M. Cain, que sí sabía urdir tramas muy sexuales en la línea que Alexis Ravelo califica con buen tino de sangre y semen.

Sexo hay en Orquídeas negras, pero poco más en esta imprescindible lectura que cuenta no obstante con el atractivo de desarrollarse en una isla de El Hierro a la que se pinta con una exótica belleza.

Desafortunadamente, la novela se queda solo con el paisaje de la isla, geografía que no integra en el desarrollo de un delirante relato en el que se prescinde del retrato de personajes y mucho menos de radiografiar el carácter de los habitantes de la isla, quienes por distantes parecen más mutantes lovecraftianos.

No hay entusiasmo por parte de Juan Bolea en explorar otras situaciones que no sean las que confluyen en ese previsible asesinato que se cuenta muy al final y a los absurdos finales con los que termina una novela que, previamente, no ha sabido capturar al lector en su tela de araña.

Después de Orquídeas negras es poco probable que vuelva acercarme a una nueva novela de Juan Bolea. Un escritor que cuenta ya con una obra respetable de la que empiezo a dudar tras leer estas pobres y secas Orquídeas negras.

Saludos, el mar, desde este lado del ordenador.

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