Una historia coral de Angola

El sueño eterno de Kianda, título con ecos chandlerianos aunque la novela ganadoras del Premio Benito Pérez Armas 2015 y escrita por Borja Monreal Gainza no tenga nada que ver con el universo del autor de El largo adiós, es una novela que aproxima la historia de Angola a través de una serie de personajes que, sin un aparente orden cronológico, componen un laborioso hilo argumental en el que se explica cómo el sueño de la revolución terminó por devorar a muchos de sus idealistas hijos.

Kianda, la mujer que da nombre a esta novela, es hija del exilio y resultado de ese entusiasmo por sacudirse el yugo colonial portugués a mediados de los años setenta, en una ciudad, Londres, que no pertenece mientras descubre no ya de donde procede, sino de quienes fueron sus progenitores y el papel que protagonizaron en la historia de su país.

Un pasado repleto de sombras que, poco a poco, va iluminando Kianda en una lenta investigación que resultará dolorosa pero también necesaria y que contamina al resto de los actores de un drama coral en el que la voces que la interpretan tienen la función de recuperarlas para germinar una identidad nacional que su protagonista creía perdida y que se materializa en su padre, uno de los tantos fallecidos de la guerra, y testimonio que conoce gracias a los diarios que dejó escrito y que en la novela se destacan del resto de las páginas del libro por estar impresos en hojas negras con letras blancas y contar con ilustraciones de Nuria López Colom.

Kianda descubre leyendo estas anotaciones lo que sintió su padre antes, durante y después de la lucha armada, proceso que desemboca en los sucesos del 27 de mayo de 1977 con el levantamiento del llamado ala fraccionista y que degeneró en en una masacre cuyas secuelas continúan aún latiendo en su sociedad.

Se puede objetar al autor de El sueño eterno de Kianda las más de cuatrocientas páginas que necesita para contarlo y también que no termine de manejar bien los tiempos en los que estructura la novela, pero no deja de contar la obra con páginas que saben conmover y otras que sorprenden por su extrema dureza.

Borja Monreal conoce Angola, y lo que narra sabe a verdad porque los paisajes y probablemente muchos de los personajes que describe están inspirados en la realidad.

En este aspecto, la preocupación del autor porque todo el relato sea lo más ajustado posible a los hechos histórico es encomiable ya que no renuncia a insuflar a la narración de cierto aliento poético que hace que, pese a sus muchos altibajos, la novela fusione en ocasiones con acierto verdad y ficción.

El sueño eterno de Kianda revela cómo una nueva generación de angolanos –en parte representados por la joven protagonista– comienza a reconciliarse con su pasado tras conocer de donde proceden sus dolorosas por sacrificadas raíces.

Saludos, a quien sea y donde sea, desde este lado del ordenador

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