Bellas durmientes

Tengo en ocasiones la molesta sensación de que se publica cualquier cosa que firme Stephen King. Hay textos excelentes, claro está pero también hay otras de pena. Es como si al escritor le importara un pimiento su obra, diseminar por un trabajo en verdad estajanovista piezas realmente ridículas, lamentables, indignas de un escritor que no solo ha elevado la literatura fantástica norteamericana al espacio de los libros más vendidos, sino porque se trata de un buen narrador, de un excelente y agudo observador que cuando está inspirado o el asunto que trata le inspira saca lo mejor de sí mismo.

No sé el margen de autoría que tiene una de las últimas novelas del escritor, Bellas durmientes, co escrita con su hijo Owen King, pero los resultados son catastróficos aunque siempre habrá quien dirá que tiene su no sé qué.

La novela plantea cómo una extraña plaga conocida como Aurora hace que desaparezcan las mujeres de la tierra, aunque más que desaparecer, se cubran de una extraña sustancia cuando las vence el sueño.

Por la obra desfilan los personajes habituales de una novela de King padre, solo que multiplicados por cuatro, lo que hace que varias de las historias apenas se desarrollen en su tramo final. Lo que deja en el lector esa pregunta amarga y terrible de ¿Y…?, ¿todo esto, estas más de setecientas páginas para contarme historias que se fragmentan en relatos y que no llegan a ninguna parte?

Feminismo kingneano, las mujeres son los personajes positivos de de esta novela que tiene su trasfondo político y en el que se cuelan algunas verdades con las que todos estaremos de acuerdo.

El problema es que el motivo, la causa, lo que provoca estas extrañas ausencias no termina por explicarse. Padre e hijo apuestan por introducir algunos elementos de fábula, un árbol venerable, un zorro y un tigre blanco para que sirvan de emisarios entre dos mundos, el de los hombres que viven con desesperación la desaparición de sus mujeres y niñas, y el de las mujeres, que han rencontrado un lugar donde vivir otra realidad en la que no existe lo masculino, el elemento agresor y violento.

Stephen y Owen King narran entre medio la aparición de una extraña mujer, algo así como una nueva Eva, y el asalto –ya bastante adelantado el libro– de la cárcel del condado que es, cómo no, de mujeres, y en la que está encerrada esa nueva Eva y que protege un combinado mixto.

En frente, y representando a una ley que prácticamente ha dejado de existir desde que las mujeres se durmieron (ojo con despertarlas, reaccionan como muertas vivientes), la policía, que también quiere a Eva solo que para otros fines.

Mitad western, mitad novela fantástica y social, Bellas durmientes cuenta con demasiado personajes y un hilo argumental, la verdad, que se estira y se estira hasta desdibujar su presunto discurso feminista que intentan recuperar, pero ya sin nota, en sus páginas finales.

Conclusiones, no me la leería. Pero si eres adicto a King como quien te escribe entenderé tan lamentable metida de pata.

Saludos, no una sino dos y tres…, desde este lado del ordenador.

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