Margot Kidder, recuerdos

Margot Kidder no tuvo una carrera cinematográfica demasiado brillante aunque sus enfermedades tampoco le permitieron desarrollarla como quisimos sus aficionados, aficionados que fuimos legión cuando la descubrimos como la atrevida periodista Lois Lane en la mejor película que sobre Superman se ha realizado hasta la fecha, y que continúa siendo el filme que Richard Donner dirigió a finales de los años setenta. Repetiría con el personaje en la más que estimable segunda entrega y en las ya degeneradas tercera y cuarta.

Quien escribe estas líneas confiesa que estuvo enamorado durante unos años de Margot Kidder. Un amor inocente, de adolescente provinciano que no dejaba escapar ninguna de sus películas por flojas que fueran.

Recuerda haber visto en el teatro Baudet Terror en Amityville, una película de casa encantada, en este caso endemoniada, que ni fu ni fa aunque mereció la pena por repescarla a ella, antes de que perdiera de vista su vida y su carrera, que continuó con el paso de los años.

Cuando dejé de amarla, porque los amores platónicos son fáciles de olvidar, no provocan dolores de cabeza ni vacíos en la boca del estómago, me olvidé de Margot Kidder hasta verla en un documental donde se comentaba, entre otras cosas, su problemas mentales.

La novia del mejor Superman del cine, que fue sin lugar a dudas Christopher Reeve, era humana, demasiada humana. Sentí lástima por ella, la misma lástima que siento por todos esos amores acabados que transcurrido un tiempo alguien te recuerda con la forma de un chisme malicioso…

Margot Kidder luchó contra sus enfermedades y fue, en este sentido, un ejemplo de valentía. Que también fue una actriz solvente no creo que nadie lo ponga en tela de juicio pero siempre, ya se sabe, hay que dejar opinar a los gansos… Su Lois Lane es una periodista que no tiene nada que ver con la de los colorines, tebeos, historietas o cómics. Es una mujer independiente, a la caza de una exclusiva. Lleva el oficio en las venas.

Vuelvo a acordarme de ella porque tal día como hoy se transmite al mundo que ha muerto mientras dormía… Y me conmociona, ya ven, la pérdida.

La pérdida de una mujer de la que estuve perdidamente enamorado.

Saludos, fundimos a negros, desde este lado del ordenador

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