El silencio de los Abades, una novela de Juan Alberto Reyes Cornejo

Jesús Alberto Reyes Cornejo asume varias retos en su primera novela, El silencio de los Abades (Ediciones Libertarias, 2017), un thriller casi psicológico que se desarrolla en el viejo y hoy abandonado pueblo que quiso convertirse en sanatorio y que se ubica en ese apartado como atractivo rincón de Tenerife. Además del escenario, llamativo por lo que significa para los que residen en la isla, uno de los retos de la historia es su componente histórico ya que se desarrolla a principio de los años 40 lo que le da cierto sabor nostálgico a una novela que por primeriza adolece de mayor densidad psicológica y descriptiva de personajes y territorio aunque se agradece su número de páginas, apenas un centenar, porque en contra de otras óperas primas –generosas en páginas que por norma general sobran– resultan suficientes para contar el relato que propone Reyes Cornejo.

La novela está salpicada de sorpresas y cuenta con un notable comienzo en el que se describe cómo su protagonista, Lucas, un veinteañero, embarca junto a unos pescadores para trasladarse de la isla de El Hierro a la de Tenerife. Son años de hambre, son años de postguerra, por lo que se da por sobreentendido el deseo de su protagonista por llegar a una geografía donde piensa que todo le será más fácil y mejor, prosperar en unos tiempos donde solo existían grises.

El relato del viaje junto a dos pescadores nada más abrir el libro transmite emoción en el lector así como su desembarco en esa colonia de casas desperdigadas en la que vive un grupo de personajes convalecientes de una enfermedad que no vamos a revelar con la idea de despertar el interés de quien ahora pueda seguir estas líneas.

En este caserío, Lucas encontrará su lugar en el mundo y conocerá a una serie de personas que con sus tristezas y alegrías le muestran otra cara de la existencia. El tono de la historia va descendiendo sin embargo a medida que se avanza en las páginas pese a que el narrador las salpica de ocurrencias con el objetivo de enganchar al público. En nuestro caso lo consigue a medias ya que llega un momento en el que parece que se repiten las situaciones aunque la aparición de nuevos personajes despierta un interés que, como los vaivenes entre las olas de la barca de pesca sube y baja con ritmo ciertamente acompasado.

Escrita en primera persona, otros personajes de la novela son el médico, Diego, Marta y dos personajes con los que el escritor nos recuerda que el relato se desarrolla en los años 40 ya que se tratan de un judío y un pelirrojo empeñado en poner en pie una iglesia en ese lugar que parece olvidado por el tiempo.
El número de páginas y que el autor tenga claro lo que tiene en sus manos hace que el relato no resulte demasiado soporífero ya que sabe transmitir en cada uno de los vasos comunicantes en los que se estructura aire para oxigenar aquellos capítulos que podían haberse escorado hacia el tedio.

Se agradece que El silencio de los Abades sea además una novela sin demasiadas pretensiones. De hecho, si contiene alguna pretensión es la de que el lector pase un momento distraído, sumergido en una obra que juega muy bien con los misterios. Como primera novela deja un panorama abierto con respecto a próximos trabajos literarios, una carrera que inicia con dignidad gracias a esta pequeña sorpresa literaria que ha caído de manera casual en nuestras manos.

Saludos, bueno sea el día, desde este lado del ordenador

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