El estrecho de los claveles, una novela de Juan Andrés Herrera

Juan Andrés Herrera es una voz narrativa original y a ratos muy inquietante. Lo demostró en su debut literario, La casa de las flores rotas, y lo reforzó con Cinco mujeres que no subirán al cielo, donde se concentran muchas de las constantes de sus novelas.

Novelas a la que ahora se suma El estrecho de los claveles, libro que tenía que haberse publicado antes que La casa de las flores rotas pero que por una razón u otra, el escritor mantuvo en hibernación hasta que la recuperó del disco duro de su ordenador. Tras revisarla y modificar alguna cosa, no demasiadas según nos informa, presenta ahora una obra que sin ser redonda casi raya la perfección del círculo y se convierte, a nuestro modesto entender, en una de las grandes novelas publicadas en Canarias este año que ya se nos va.

La acción de El estrecho de los claveles se desarrolla en el archipiélago aunque no agrupe a siete islas y sus islotes sino ocho con la inexistente Marquesa, enclave en el que tendrá lugar gran parte de la historia junto a Tenerife, con la que queda separada por un estrecho brazo de mar en el que los habitantes de la isla imaginada celebran un rito funerario en el que cubren las aguas con flores, concretamente los claveles que aparecen en el título.

Paralelamente, esta es la historia de un hombre marcado, Leonardo Culebras, con una cicatriz que recorre medio lado de su cara y la pulsión asesina que lo asalta tras una extraña sesión espiritista que mantiene con la vieja Dorita.
Narrada en primera persona, el lector conoce de primera mano los pensamientos y los razonamientos que mantiene el personaje consigo mismo. El relato puede entenderse así como una especie de justificación, de ruego a que el lector no piense que está asomándose a la mente de un monstruo sino de un hombre bastante perverso con lo que piensa y sus contradicciones.

Novela que gira sobre sí misma, el extraño universo imaginario que propone Juan Andrés Herrera refuerza de sentido un universo literario cuajado de malos entendidos, de amores no correspondidos y de amistades traicionadas. Cuenta también con una crítica para nada velada al mundo de los santeros y adivinos, en la novela creencias que se toman muy en serio y que desencadena la catarata de acontecimientos violentos que se van a desarrollar a continuación. Páginas en las que no se pierde el hilo de los hechos ni el profundo análisis que hace su autor sobre su protagonista, un hombre que es víctima de sí mismo.

La novela cuenta además con un final cuanto menos sorprendente, una de esas historias que cuando se llega a su conclusión hace replantear lo leído y plantearse si todo cuanto hemos recreado no será otra cosa que distinto…

Cruda en algunos momentos pero de una crudeza que encaja perfectamente en lo narrado porque no está escrito para provocar sino agitar, El estrecho de los claveles se desarrolla mayormente en una geografía inexistente a la que Juan Andrés Herrera ha sabido dotar de consistencia, una isla imaginaria que adquiere una vida notable en las páginas de este libro y localización que ya forma parte de esos escenarios míticos a los que nos tiene acostumbrado una literatura, como es la que se escribe en estas islas, tan necesitada ahora de ampliar sus horizontes, de navegar por otros territorios, de transitar géneros a los que manipular por las exigencias creativas.

El estrecho de los claveles mantiene así un tono comedido de apocalipsis, de reacción ante la nada cotidiana y evoca de manera continuada pero sin aspavientos una literatura como fue la del boom con agradecido acento canario. Recuerda también por la forma en que está escrita a algunos de los cuentos de Guy de Maupassant. El relato contado en primera persona de un hombre que duda si está loco, y que sostiene que si duda no puede estarlo pese a que la sociedad que lo envuelve piense lo contrario.

Ésta y otras reflexiones nos ha generado la lectura de El estrecho de los claveles, una novela que por su impronta se transforma en un afortunado rara avis en las literaturas que se escriben en la actualidad en Canarias y en la España peninsular.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador

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