Érase una vez… ¡¡¡No siento las piernas!!!

Paseaba a la perra cuando me encontré con Sly. Sly es Sylvester Stallone y salía de un bareto de la calle de La Marina cuando amanecía. La perra le soltó cuatro ladridos y el protagonista de Rocky me soltò en un inglés que apestaba a ron de garrafón que iba a darle una patada a la perra si no dejaba de ladrar.

- Así tratamos a los animales de donde vengo.- masculló el tipo, que resultó ser más bajo de lo que me imaginaba. Eso sì, el cuerpo parecía de acero de lo híper musculado que estaba.

- ¿Anabolizantes?.- le pregunté señalando uno de sus bíceps.

- Natural al cien por cien.- hipó Rambo, en un inglés macarrónico que ahora traduzco. A todo esto, la perra continuaba ladróndole.

- No le gusta Rambo.- le dije.- aunque sí algunas de las primeras películas que escribió y no dirigió, me refiero a FIST y Rocky, que sigue siendo una buena película de boxeo.

- ¿Cuálo?

- La primera de Rocky, aunque tengo cierta debilidad por la serie. Eso incluye las otras cuatro. ¿O son ya cinco o seis?

- No me acuerdo.- bostezó mientras se apoyaba en una pared.

- Y ahora Creed.- le dije para que viera que estaba puesto en el asunto.

Sylvester Stallone se inclinó y vomitó una masa color café con leche que apestaba a demonios, así que tuve que hacer pinza con los dedos para taparme la nariz. La perra aprovechó para lanzarse sobre aquella masa ácida y juro por los dioses que humeante. Seguidamente comenzó a lamerla antes de que tirase de la correa para que se dejara de guarradas.

- Tú dejarla, dejarla.- me dijo Sly haciendo poses de boxeador, pero resacoso como estaba daba bastante pena. Movía las piernas y los brazos y en una de éstas se tropezó consigo mismo cayendo sobre el charco de vómito que había dejado.

Kala, mi perra, aprovechó para mearle encima. Sly ni se enteró porque dormía.

- Sly, Sly…- le dije.

- Eh, cómo….- abriò los ojos y me miró un buen rato, intentando averiguar quién coño era.

- Brigitte, Brigitte.- jadeó con rabia. La perra comenzó a lamerle la cara.

- Anímese, carajo.

Stallone se puso en pie apoyándose en mi hombro. Medio se puso decente mirándose en el espejo retrovisor de un coche y me pidió que lo acompañara a su casa que no andaba lejos. Como no tenía nada mejor que hacer y a mi perra si hay algo que le gusta es eso de pasear, aunque la lleve de la correa, comenzamos a caminar los tres mientras la ciudad despertaba.

Sly se puso a cantar y yo le pregunté por Rambo, por qué un sùper soldado tan facha y ferozmente anticiomunista y el por qué de películas tan violentas y todas esas mierdecillas que se escriben para criticar al personaje y al tipo que lo llevó más allá de la novela de David Morrell, Primera sangre, que, como saben quienes la layeron, muere en el libro a manos de su oficial, ese mismo que en la tercera rescata en Afganistán de manos de un destacamento del ejército soviético.

- El único comunista bueno es el comunista muerto.- canturreó Stallone mientras daba eses por la calle de La Marina. Kala, la perra, ladró y se puso de pie, como si con ese gesto intentara que cerrara la boca.

Stallone se derrumbó entonces en el suelo y puso los ojos en blanco.

-Vamos a tomar otra. La arrancadilla, chacho.- dijo en perfecto canario.

No sabía como quitármelo de encima y estaba incómodo porque la gente que salía de las casas rumbo a sus trabajos o la escuela nos miraba con cierta curiosidad aunque no identificaban a la estrella de Hollywood, que volvió a vomitar. Esta vez sobre mis pies.

- Joder, exclamé, ahora sí que no siento las piernas.

Y de repente se hizo la luz.

Saludos, ¿esto qué es?, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta