Para que la vida no pase de largo

Reproducimos el texto de Santiago Gil que abre las páginas de El Perseguidior (Dirario de Avisos, 11-VIII-2019) dedicadas en su integridas a la segunda edición del Festival Iberoamericano de Escritores que se celebra en Los Llanos de Aridane, La Palma, del 10 al 14 de septiembre

Hace unos meses le escuché decir al escritor peruano Alonso Cueto que escribir era un acto de fe. Uno escribe en soledad, sin saber si ese texto que pergeña, este que usted lee, por ejemplo, llegará alguna vez a algún lector. Confiamos en ese destino. Si no fuera así, no seguiríamos escribiendo. Esa confianza ciega, y de entrada irracional, se vuelve cierta cuando coincidimos con los lectores, cuando alguien termina leyendo lo que escribimos mirando hacia el fondo insondable de una pantalla o de una hoja en blanco. A veces no sale nada de ese trabajo, las novelas se nos quedan a medias, los artículos no encuentran el tono apropiado y hasta esas notas que creemos que nos van a salvar del naufragio de la página en blanco se convierten en frases gastadas. Nosotros, sin embargo, seguimos insistiendo, buscando, leyendo, corrigiendo y rastreando en los fondos abisales de nuestros adentros.

En el Festival Hispanoamericano de La Palma celebrado hace un año estuvimos con los lectores. Ese creo que fue el gran hito, el logro esencial del Festival, los alumnos de los centros escolares que nos leyeron y con quienes compartimos nuestro tiempo, los ciudadanos que se acercaban a las mesas redondas y a los recitales y que luego compraban nuestros libros y nos paraban por la calle para comentarnos cualquier detalle de nuestras intervenciones o de las lecturas de nuestras obras. Esa fue la fiesta, la palabra viva en las aceras y en las gentes. A mí me cambiaron la vida, y de alguna manera me hicieron escritor, las profesoras de literatura que me hablaban con pasión de autores y de textos que en un momento determinado alteraron mi destino. Esa pasión de lo que se escribe y se lee es la que se compartió en los Llanos de Aridane y la que queremos compartir nuevamente este año, entre los ciudadanos palmeros y entre los alumnos de los centros escolares, pero también entre todos los que conviviremos durante una semana en los actos previstos, antes y después de los mismos, en las calles de Los Llanos, en sus terrazas y restaurantes, y en cualquiera de esos encuentros improvisados que acontecen en La Palma.

Hablaba de Alonso Cueto al principio. Yo conocí a Alonso en Puebla, en México, hace unos años. No tuve la suerte de haber coincidido antes con él. Había leído su obra y era, y sigo siendo, un admirador asombrado por la calidad de su novela La hora azul. Alonso paseará dentro de unas semanas por La Palma, y quienes se acerquen al Festival podrán disfrutar de su bonhomía y de su sapiencia, y estará Mario Vargas Llosa, Le Clézio, Gioconda Belli, Sergio Ramírez , Mónica Lavín o Alberto Ruy Sánchez, y estaremos numerosos escritores y escritoras que desde las islas entendemos la literatura como un acto de fe con visión universal. Esa es la gran visión y el gran logro del Festival Hispanoamericano, desterrar las etiquetas alicortas y conseguir que los que estamos allí asumamos, por fin, que nuestra patria literaria es nuestro idioma. Un colombiano, una nicaragüense, un peruano, una cubana, un venezolano, una mexicana y muchos españoles y españolas, de Canarias, de Madrid, de La Mancha o de Barcelona, viviremos intensamente ese encuentro que desde que empieza el año marcamos en el calendario de lo que realmente nos importa y nos ayuda a que la vida no pase nunca de largo.

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