M. El hijo del siglo, un libro de Antonio Scurati

La palabra fascista se toma como un insulto político aunque pocos de quienes la pronuncian con la amenaza del rechazo y el desprecio conocen que se trata más que de una ideología de una actitud política que nació en Italia finalizada la I Guerra Mundial tras germinar en la cabeza de Benito Mussolini, un personaje cuanto menos interesante como producto y fenómeno de unos tiempos inestables e incómodos algo parecidos a los actuales.

M. El hijo del siglo (Alfaguara, 2020), por el que Antonio Scurati vobtuvo el premio Strega 2019, se trata de un ambicioso proyecto literario que espera expandirse en dos libros más, y en los que su autor, Antonio Scurati, pasa factura a los locos años 20 en su país y en concreto al fascismo y a Mussolini, que es el gran protagonista de un libro que oscila además de en lo histórico y lo biográfico en lo político en clave de relato literario.

La novedad de este trabajo titánico es que el autor de la obra cuenta los hechos que fueron jalonando la trayectoria del fascismo hasta su toma (¿falta de reflejo por parte de la democracia italiana de aquellos años?) del poder. El libro finaliza así meses después de que Mussolini se convirtiera en el amo y señor de toda Italia y narra el comienzo de cómo fue desmontando los pilares de esa democracia hasta hacerse con las riendas de un Estado a su medida.

La obra intercala así entre los capítulos de recreación histórica, fragmentos de discursos, cartas, diarios, artículos periodísticos de aquellos días y estudia a fondo lo que comenzó siendo un movimiento de ex combatientes hasta constituirse en partido. En el Partido Nacional Fascista.

M. El hijo del siglo se trata así de un volumen que intenta, y en ocasiones alcanza, radiografiar a un hombre de indudable olfato político que fue cogiendo un poco de todos los lados para dar algo de orden al pensamiento fascista, un pensamiento que Antonio Scurati resume en una sola idea: oportunismo. El oportunismo más canallesco.

En este aspecto, si hay un elemento que prima en lo que nació siendo movimiento y terminó convirtiéndose en partido fue la violencia. La violencia fascista a la que se recurre para poner fin al desorden que generaban –así lo afirma Mussolini, otra cosa es que se lo creyera– la gente de izquierdas.

Integrado en sus inicios por ex combatientes, los arditis u osados, el fascismo tarda en cuajar entre las clases medias aunque cuando éstas se sienten amenazadas por las huelgas en el campo y en las ciudades deja de confiar en un sistema al que también pretendían derribar socialistas radicales y más tarde los comunistas. La reacción ante estas fuerzas es lo que alimenta ya como organización perfectamente articulada el fascismo aunque dentro del mismo fascismo las diferentes familias que lo componen actúen (de ahí lo de actitud) a su ritmo y manera. Mussolini es el jefe pero la voz del jefe apenas se escucha en los distintos grupos de camisas negras distribuidos por las regiones de Italia.

No obstante y tal y como se presentaba entonces el escenario, todo apunta a pensar que ese temor de la pequeña burguesía tuvo su razón de ser y fue ese temor –destaca Scurati en esta magnífica y monumental obra– lo que hizo posible el éxito de una operación tan carnavalesca como efectiva: la marcha sobre Roma y el posterior ascenso fascista y de su jefe, Benito Mussolini, ahora el Duce ya no el capo.

Que el éxito fascista fue una realidad lo demuestra cómo una vez instalados en el poder sus continuados abusos apenas hicieron zozobrar la maquinaria negra del Estado (los trenes por fin eran puntuales en Italia) aunque sí que vacilara tras el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, crimen que describe Antonio Scurati y en el que refleja la bajeza moral no solo de los escuadristas que formaron parte del brutal asesinato.

Matteotti se convierte así en el otro gran personaje del libro, sobre todo en su recta final, y emociona leer el discurso que pronunció en el Parlamento italiano y que significó su sentencia de muerte.

Antonio Scurati procura observar los hechos con cierta perspectiva histórica pero la objetividad –M. El hijo del siglo no es un libro de Historia sino una Historia narrada en clave literaria– apenas se mantiene en las más de ochocientas páginas de la obra ya que se trata de una obra antifascista que conoce las entrañas de las que se alimentó el fascismo y las idas y venidas de su fundador: Benito Mussolini, un transformista. Una especie de camaleón político cuyas artimañas para llegar y mantenerse en el poder mucho me temo que no han desaparecido.

M. El hijo del siglo cuenta con una amplia galería de personajes secundarios que estuvieron al lado o en contra del dictador, se trata por eso de un libro al que se debe de acercar con cierta información sobre el asunto aunque se incluye al final de la obra un quién es quién de los hombres y mujeres que estuvieron a un lado u al otro de Mussolini.

Entre estos personajes destacaría al de la mentora y amante de Mussolini, Margarita Sarfati, y jerarcas fascistas como Italo Balbo, Roberto Farinacci y Albino Volpi. También intelectuales fascinados por el fascismo como Gabriele D’Annunzio, Filippo Tommaso Marinetti, Luigi Pirandello y Curzio Malaparte, y de enemigos declarados como Antonio Gramsci y Ercole Bucco. Por encima de todo ellos planea la sombra del Duce, un hombre que fue capaz de reunir a un grupo de soldados desmilitarizados tras el final de la guerra y que al regresar a sus hogares y pese a ganar aquella misma guerra, fueron recibido con el desprecio de muchos de sus conciudadanos.

Estructurada en capítulos cortos, la mayoría no supera las cuatro páginas, este gran fresco histórico se inicia en 1919 y termina en 1924, un arco temporal del que da noticia mes a mes y en el que detalla los hechos que fueron marcando la vida italiana de aquellos años. Los años de la porra y el puñal, los años del plomo, los años del fascismo.

Saludos, creer, obedecer, combatir, desde este lado del ordenaor

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