Los orígenes de la exhibición cinematográfica en Canarias

El audiovisual como las otras industrias culturales en Canarias no está pasando por uno de sus mejores momentos. La declaración del estado de alarma para poner freno a la Covid-19 ha supuesto un golpe durísimo para un sector que sin terminar de ubicarse en las islas, sí que estaba recaudando dinero gracias a los rodajes de producciones extranjeras y nacionales en el archipiélago gracias al reclamo de las exenciones fiscales, así como a generar cierto movimiento en la realización de largos y cortometrajes con presencia de técnicos y artistas mayoritariamente canarios. El audiovisual no solo abarca, sin embargo, el cine, sino otros espacios como el televisivo y publicitario a los que el parón provocado por la crisis puede representar si no su sentencia de muerte sí un alarmante estado comatoso.

Las fuentes no se ponen de acuerdo en torno a cuándo y dónde fue la primera proyección cinematográfica en Canarias. Unos estudiosos dicen que fue en el hall del Teatro Guimerá de la capital tinerfeña mientras que otros apuntan al salón Electrón del Círculo Mercantil, local en el que tanto los los estudiosos Jorge Gorostiza como Benjamín Reyes ubican el estreno del por aquel entonces revolucionario invento de los hermanos Lumiére.

Si en algo están de acuerdo quienes investigan el pasado del cine en Canarias es que fue Miguel Brito Rodríguez (Santa Cruz de La Palma, 25 de septiembre de 1876-Santa Cruz de Tenerife, 24 de mayo de 1972) el primero en estrenar películas en el archipiélago. Sucedió en 1898, tres años después de que los hermanos Lumiére lo hubiesen hecho en el salón Indien del Grand Café de París.

Se cuenta que al parecer Miguel Brito adquirió ese primer cinematógrafo en La Habana y a tenor de lo que refleja la prensa de aquel agitado año para España (pérdida de sus últimas colonias, huelgas de trabajadores en las zonas industriales del país) fue todo un éxito, en especial La llegada del tren, Escuela de equitación y El cazador. La función costaba entonces 5 pesetas para 5 personas, una peseta y media por persona y media peseta para los niños.

El hall del teatro Guimerá acogió aquel “milagroso invento” en marzo de 1898, “invento” que la prensa tinerfeña de aquel tiempo denomina “sinematógrafo” debido a una errata en la tarjeta de invitación que Miguel Brito distribuyó entre entre el público invitado.

Miguel Brito, que terminó siendo proyeccionista del cine La Paz, que estaba ubicado a principio de la avenida del general Mola, hoy de las Islas Canarias, fue un inquieto fotógrafo al que se le debe además las primeras sesiones realizadas en el archipiélago de otros aparatos que ofrecían imágenes en movimiento como el cronofotógrafo y el kinetoscopio, técnicas sin embargo que quedaron relegadas tras el triunfo del invento de los Lumiére.

En el libro colectivo El cine en Canarias (una revisión crítica), Jorge Gorostiza menciona entre otros protagonistas de aquel cine primitivo en Canarias a Francisco Carbonell, que inaugura en octubre de 1899 un cinematógrafo en la Sociedad Gabinete Literario en la capital grancanaria “con sesiones de media hora y entradas a 25 y 50 céntimos”. El programa de la primera sesión incluyó El castillo encantado, Pescador en el lago, Mi-Careme, Montañas rusas, Galatea y Cochero dormido, entre otras. Y fue tal su éxito, que se repitieron las sesiones a lo largo de la semana. En ese mismo mes y en ese mismo año, la prensa de la época informa de que se ha abierto un cinematógrafo en el vestíbulo del Teatro de Santa Cruz de Tenerife con el fin de exhibir películas con cierta regularidad.

Otros protagonistas de la exhibición cinematográfica en Canarias serían Pablo Salichs Talleda,, Amado Enríquez Prado y Joao Anacleto Rodríguez.

El cine como espectáculo de exhibición se conoce en Canarias prácticamente desde sus inicios como invento aunque tardaría un poco más en transformarse herramienta de creación, ya que hay que esperar hasta comienzos del siglo XX para observar el interés que despierta en algunos no solo para exhibir películas sino también como manifestación artística o fotografía en movimiento. En este último caso, destaca el caricaturista grancanario Francisco González Padrón, que estrena en 1906 dos pequeñas películas documentales aunque no es hasta los “locos años 20” cuando el cine en Canarias comienza a tomar en serio sus posibilidades con las constitución de una productora, la Sociedad Rivero Films, que fundan José González Rivero y Romualdo García de Paredes, codirectores y actor protagonista este último protagonista de El ladrón de los guantes blancos (1926), el primer largometraje de ficción que se rueda en las islas por lo que se le considera el primer largometraje de ficción realizado en Canarias por un equipo técnico y artístico mayoritariamente canario.

El filme está inspirado en los folletines de misterio de la época y se desarrolla en Gran Bretaña aunque los paisajes urbanos y rurales sean los de Tenerife. Cuenta la leyenda que uno de sus rollos se “perdió” tras el pronunciamiento militar al orden constitucional en julio de 1936.

En Gran Canaria y ese mismo año, 1926, se crea la segunda productora regional, Gran Canaria Film, que realiza junto a Carlos Luis Monzón y Francisco González González el largometraje La hija del mestre, una película que en contra de El ladrón de los guantes blancos sí que apuesta por un ambiente y una temática regionalista inspirada en una historia de Santiago Tejera.

Saludos, fundido encadenado, desde este lado del ordenador

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