Vagos y maleantes, una novela de Isamel Lozano

Vagos y maleantes (Editorial Siete Islas, 2020), del escritor Ismael Lozano Latorre, es una novela que, más allá de cuestiones estrictamente literarias, resultaba tan necesaria como La sorriba, de Cecilia Domínguez Luis; La prestamista, de María del Mar Rodríguez y Felisa en su mudanza, de María Candelaria Pérez Galván.

Si en el caso de las tres escritoras se trataba de ofrecer retratos más o menos conseguidos de la lucha de la mujer por hacerse un hueco en la sociedad de su tiempo, la postguerra inmediata en algunos de estos títulos y tardía en otros, en el caso de Lozano Latorre el punto de vista es el de un homosexual que cuenta una historia amor que vivió durante los años 50 en Lanzarote en una titánica lucha, ya anciano y recluido en una residencia, por salvar sus recuerdos antes de que el mal de Alzheimer los evapore de su memoria.

Estos cuatro títulos y alguno más que ahora se nos escapa proponen miradas a un pasado ya no tan reciente pero demasiado vivo en la actualidad por intereses encontrados pero que sirven a estos autores para mostrar la fortaleza de hombres y mujeres que se enfrentaron solos y ante el peligro contra la injusticia institucionalizada del régimen franquista.

Ismael Lozano Latorre lo cuenta en dos tiempos (la actualidad y los años 50 del siglo pasado) y revela unos hechos poco o nada conocidos en las islas: la existencia de una colonia agrícola penal en la que se hacinaban presos políticos y comunes así como homosexuales, estos últimos y según la doctrina del sistema, más maleantes que vagos por el delito de amar a personas de su mismo sexo.

Esta colonia, o campo de concentración como lo describe en ocasiones Ismael Lozano Latorre, se encontraba en Tefía, Fuerteventura. Afortunadamente, hoy es un albergue juvenil que recuerda con una placa lo que fue aquel centro y a los presos que cumplieron condena allí.

El escritor lanza varios mensajes y construye varias tramas que forman un todo en la novela. Una novela con ambiciones no solo de entretenimiento sino de estimular posiciones ante cualquier clase de totalitarismo. Y el régimen franquista lo fue, no tanto fascista como afirman algunos sino totalitario. Para narrar este relato, que cuenta con una voz principal pero también con otras voces no tan secundarias, Lozano Latorre no se pierde en los relatos que dispone para cada una de las historias que cruza y descruza en el libro y revela a un escritor capaz de presentar tipos humanos que resulten creíbles. En este aspecto, resulta muy atractiva la galería de personajes que se despliegan a lo largo de la obra ya que todos ellos cumplen bien sus funciones. De eso se trataba. De paso el autor invita a tomar conciencia al lograr que como lector se sienta más próximo a unos que a otros.

El escritor maneja con soltura estos mecanismos y sabe transmitir emociones en las cuatro partes en las que estructura la historia (y que llevan los títulos de Vagos y maleantes; Invertido, sarasa, violeta; Tefía y Nueva York) y disemina secretos que han hecho creer a los personajes historias que no eran tales y que solo serán desvelados al final.

El libro se caracteriza también por su retrato de ambientes como la Residencia Cumbres Doradas donde pasa la vejez el protagonista y la colonia penitenciaria donde perdió su juventud. Estos dos encierros, que casi parecen los terribles paréntesis que han desgraciado una vida, hace que, pese a su en ocasiones luminosidad, se trate de una novela con sus tinieblas, sobre todo por el retrato que ofrece de Manuel, don Manuel Artiles Fajardo, a quien conocemos anciano y joven.

La novela cuenta dos historias paralelas, la de un joven, Acoydan, que trabaja en el centro geriátrico y al que se le encarga como misión que se ocupe de Manuel, y el relato carcelario del mismo Manuel. En torno a esto dos personajes los relatos se hacen más densos con sus historias de amor. El de Manuel por Lorenzo, el sobrino del cura en unos tiempos donde estaba prohibido el amor homosexual, y la de Acoydan con Antía en la actualidad. Un amor que fluctúa entre la indecisión del personaje masculino al que le devora por dentro sus debilidades y su novia, Antía, menor de edad pero con mucho carácter.

Se tratan así de dos historias de amor. Dos historias profundamente sentimentales amenazadas por el entorno, la sociedad.

En la de Manuel se retrata el odioso universo carcelario en el que termina pero en el que también se encuentra con personajes sobresalientes y extremadamente humanos como La Marquesa, una transexual encerrada en la colonia penitenciaria por ser lo que es, una transexual, y el director del centro penitenciario a quien se describe como el facha clásico en este tipo de literatura que desea ajustar cuentas con el pasado, pero que en esta ocasión sí que resulta creíble por las debilidades que esconde. Destacaría también entre los personajes femeninos, la mayoría de ellos con mucho peso aunque no sean los protagónicos, a Remedios, una andaluza enamorada del hombre equivocado y que termina ejerciendo la prostitución en las islas en aquellos tiempos de “vagos y maleantes”.

Vagos y maleantes está escrita con oficio. El escritor combina con acierto los elementos de los que dispone y exprime de todos ellos el jugo posible. El resultado son historias que conmueven, algunas más que otras pero son suficientes para hacerse una composición de lugar y del valor que tuvieron muchos homosexuales que, como Manuel, aguantaron y no perdieron la dignidad.

En el caso de Manuel, un personaje que en tiempos muy inhóspitos se atrevió por corazón y no por la cabeza a enfrentarse a la autoridad. La novela reivindica su ejemplo y sirve para explicar como gracias a gente como él lesbianas, gays y transexuales alcanzaron los derechos de los que disfrutan en la actualidad.

La novela, que hasta su primera parte no se desarrolla en la colonia penitenciaria –salvo a modo de flash back– sino ya entrado el siglo XXI, se lee con interés y hace que la espera merezca la pena. La forma de contarlo es clave para que funcione. E Ismael Lozano lo consigue aunque le sobre al libro unas cuantas páginas de más. Con todo, Vagos y maleantes funciona y cumple con los objetivos: entretiene y denuncia una manera de hacer las cosas que debe de ser condenada.

Más allá de lo que tiene Vagos y maleantes de reivindicación, la novela debe entenderse como un reconocimiento para todas esas personas que se atrevieron a desafiar al sistema franquista siguiendo el dictado de su corazón e invita igualmente a imaginar lo que tuvo que suponer para dos jóvenes enamorados vivir esa relación en una isla como Lanzarote, igual de cerrada que las otras seis (o siete, que ya no sé, no sé) islas Canarias.

Saludos, calima, lluvia, calima, desde este lado del ordenador

2 Responses to “Vagos y maleantes, una novela de Isamel Lozano”

  1. Editorial siete islas Says:

    Mil gracias por la reseña

  2. admin Says:

    A usted por el libro

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