Dios salve a Gutiérrez

I.- EL EQUIPO

La delegación canaria del Ministerio del Tiempo (MI) se encuentra situada en un punto indeterminado del Océano Atlántico que rodea a las islas. Ni los funcionarios del Ministerio saben dónde se encuentra aunque trabajen de sol a sol en sus instalaciones.

La mañana del 25 de julio del año 2020 el delegado del MI recibió en su despacho a tres de los agentes que operaban en aquella zona:

Hernando de Solís, nacido en algún lugar de Valladolid, Castilla la Vieja. Se le reconocía por su baja estatura, su aspecto nervioso y por una desagradable cicatriz que atravesaba el lado derecho de su cara. Como hombre de acción había participado en las conquistas de La Palma y Tenerife a finales del siglo XV y fue reclutado porque era de esa clase de hombres que golpea antes de pensar. Era diestro además en el manejo de la espada y el arcabuz, aunque no tenía muchas luces, la verdad.

Guetón, pertenecía a la nobleza guanche y no terminaba de acostumbrarse a los tiempos. Había combatido contra el mismo Hernando en la batalla de Acentejo y se creía, pero no estaba demostrado, que había sido uno de los responsables de la pedrada que derribó al orgulloso conquistador de su rocín dejándole la desagradable cicatriz que cruzaba su cara a modo de recuerdo. No obstante, habían terminado por congeniar con el paso de los años y por las misiones en las que habían trabajado juntos. Destacaba por su dominio de las lenguas indígenas y su certera puntería tirando belillos. O velillos, que también.

Guacimara Hernández, natural de Fuerteventura, nació a principios del siglo XX, y entre sus muchas cualidades se encontraba la de ser una experta en negociar cualquier cosa. “¡Es capaz de sacarle dinero hasta un gallego”, se chismeaba en los pasillo del MI. Fue reclutada por uno de los agentes del Ministerio. don Miguel de Unamuno, durante los días que el escritor pasó en la isla majorera. Nadie pone la mano en el fuego, pero se dice que hubo algo entre los dos. Pero no me piensen mal porque ese algo fue que Unamuno le entregó cierta cantidad de dinero que, insisten esas mismas lenguas, le fue devuelto quintuplicado.

II.- LA MISIÓN

El caso es que aquella mañana estaban los tres agentes escuchando la misión que les dictaba el jefe, así llamaban a la máxima autoridad regional del MI en el archipiélago. El jefe les ordenaba con la voz estrangulada por la preocupación que viajaran al Santa Cruz de Tenerife de 1797, concretamente al 25 de julio, la fecha en que los británicos firmaron la rendición tras el fracasado intento de tomar la plaza. Al parecer, dijo el jefe moviendo el dedo de la mano derecha que apuntaba al techo, se tenía noticias de que el general español Antonio Gutiérrez de Otero sería ¡¡¡asesinado!!!

III.- EL VIAJE

Tras escuchar la misión y sin saber cómo, este era otro de los grandes misterios que rodeaban a la delegación del MI en Canarias, se encontraron en unas galerías subterráneas con el fin de entrar en una de las miles de cuevas diseminadas por aquel gigantesco tubo volcánico excavado en la roca. Al salir por el otro lado, reaparecieron en un Santa Cruz de Tenerife agitado por la fiesta y la alegría. Se escuchaba sonidos de tambores en la plaza de La Pila, así que tuvieron que avanzar hacia ella dando golpetazos al público que inundaba las calles.

- Un poco de respeto.- decía un espectador.

- Ayyy.- se quejaba una señora cuando Hernando, vestido de mago, pisó sin querer.

El sol lucìa en el cielo y las palomas volaban dibujando zig zag.

- Recordar que la misión es proteger al general, así que abrir bien los ojos porque cualquiera de estos –Guacimara señaló a la masa apretujada– puede ser un espía inglés.

Fue decirlo cuando recibió un topetazo en la cabeza. Cerró los ojos cuando alguien gritaba… ¿dónde está Nelson?

IV.- EL REGRESO

¿Nelson?, preguntó Guacimara cuando regresaron al año 20 del siglo XXI. Se encontraban los tres agentes en el despacho del “jefe”, ausente unos minutos por problemas estomacales.

Hernando y Guetón se miraron a los ojos.

- Pues sí.- respondieron al unísono.

- ¿Seguro, seguro?.- repitió Guaci señalándoles el cuadro que presidía el despacho.

- ¿Eh? Dijo Hernando.

´- ¿Eh? Dijo Guetón.

Se abrió una puerta secreta y por ella salió el “jefe” frotándose las manos. Sonrió cuándo vio al equipo reunido. Sobre la mesa humeaba un servicio con cuatro tazas y una tetera.

“Good save the Qeen”.- exclamó el “chief”, sonrió al retrato de la reina Isabel II y observó con una sonrisa a los tres agentes:

“A tea?”

Saludos, no hubo brazo, no hubo derrota, desde este lado del ordenador.

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