Cantinflas, un genio del siglo XX

Su nombre real, el de estar por casa era Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes (Ciudad de México, 12 de agosto de 1911-ibídem, 20 de abril de 1993) aunque para todos nosotros, los que aún lo recordamos y los que aún nos partimos de la risa con sus películas lo reconoceremos siempre como Cantinflas.

Y fue tanto su éxito como Cantinflas, que el nombre ha pasado a definir una manera de actuar ante la vida. A driblar los problemas de la existencia cotidiana con cintura de sabio callejero porque, hermanos y hermanas, si algo describe el humor de este maestro de la comedia con acento español (español latino para puristas) es su fuerte carga crítica contra los poderosos, los mangantes y los corruptos. Basta verlo en la que considero una de sus mejores películas, una de Cantinflas en su estado más puro: El portero, donde da una lección a un grupo de estirados académicos sobre qué es la gramática.

Todavía se deslizan bajo los ojos las lágrimas de la carcajada que suelto cuando repesco algunas de las escenas de un largometraje que presenta a un personaje que ya ha tomado forma y que aprovecha cualquier momento para disparar su verborrea ininteligible.

Llegué a Cantinflas gracias a las salas de cine. Es decir, que accedí al humor del actor cuando era un renacuajo… hace ya mucho tiempo, en la noche de los tiempos y tiempos, tiempos…

Recuerdo ver sus películas a colores en cines de mi pequeña capital de provincias como el Teatro Baudet y aunque no me enterara de nada cuando hablaba sí que me reía observando cómo se movía, cómo cantaba y bailaba Cantinflas. Con los años comencé a entender su verborrea que ya no resultaba tan ininteligible y terminé por unir en dos las dos mitades de un actor que gustaba tanto a los más pequeños como a los más grandes.

En Tenerife, y quiero creer en Canarias en general, Cantinflas era un Dios que reconocía la gente que se destroza la manos todos los días. Y fue tanto su éxito que un periódico en el que trabajaba regalaba con la edición de los domingos sus películas, no todas, pero sí las más conocidas, El barrendero, Su excelencia, Por mis pistolas y dos por las que no siento demasiado entusiasmo porque no es el Cantinflas desarrapado que conocí: El padrecito y El patrullero 777.

Pero uno le perdona estos deslices porque se trata de Cantinflas, el que enmudece al estirado de David Niven en La vuelta al mundo en ochenta días o desafía a la autoridad no con los puños sino con la fuerza de sus palabras aunque no se entienda o no lo entienda casi nadie pero eso no era culpa suya sino de los demás. Es decir, por “la falta de (agri)cultura que tiene la gente”.

¿Cantinflas? Un genio del siglo XX.

Saludos, a reir, desde este lado del ordenador

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