Llena eres de gracia

No me canso de ver Stromboli (Roberto Rossellini, 1950) porque además de ser una de las mejores películas de su director, ese colosal maestro del cine, lo es también de su actriz protagonista, Ingrid Bergman (Estocolmo, 29 de agosto de 1915 – Londres, 29 de agosto de 1982), a quien recordarán por papeles más amables pero no menos románticos como el que hace en Casablanca y Encadenados, pero que alcanza el estado de gracia, el bendita tú eres entre todas las mujeres, en una cinta, Stromboli, que me enseñó muchas cosas cuando la descubrí hace ya mucho, mucho tiempo en televisión….

¿Dioses, quién era esa mujer?, ¿por qué diablos transitaba en aquel infierno, en aquella isla labrada por la lava del volcán?

Claro que conocía de antes a Ingrid Bergman pero claro también que no la conocía como mujer y como actriz sino como un referente tierno, de ojos casi siempre humedecidos por las lágrimas, que se despedía de Rick en el aeropuerto de Casablanca, ayudaba a Gregory Peck a que recuperara la cordura o se convertía en la primera ministra de Israel en una serie sobre la vida y la obra de Golda Meir, entre otros filmes y series de televisión que guardo a buen recaudo en el disco duro de mi memoria.

El caso es que me enamoré perdidamente de esta mujer por… Stromboli, y que volví a enamorarme de ella en Te querré siempre. Aquel amor platónico no se hizo trizas al verla en otras películas que no me terminaron de convencer aunque, como me pasa con Ava Gadner, por estrafalarias que resultasen no dejaban de seducirme por ella.

Siempre ella.

Ingrid Bergman nos enseñó además que detrás de aquella desarmante y tan cinematográfica belleza se escondía una actriz talentosa, capaz de enfrentarse a papeles difíciles, esos que entrañan una cierta complejidad para construir al personaje.

Otros años y llegado este mismo día, suelo recordarla con versos que saco del Ave María, que es una de las pocas oraciones que me sé de memoria por –y la verdad es que poco recordadas– clases de Religión que recibí en la primavera de mi vida.

Siempre me gustó lo de “bendito es el fruto de Tu vientre Jesús” y también lo de “bendita Tú eres entre todas las mujeres” porque es poesía pura, directa, que además de hacerte temblar las ideas te hace temblar el corazón…Y las ideas y el corazón tienen que temblar dentro de tu fortaleza porque si no, no sirve de nada. Desaparece de la memoria y regresas a esa nada en la que terminaremos todos un buen día…

Pero no iba por ahí la cosa. Iba de recordar a Ingrid Bergman que es algo más que una mujer y una actriz.

Desde este lado del ordenador continuamos adorándola. Sobre todo, ya se dijo, por su presencia incendiaria en esa isla de ceniza que es Stromboli...

No la recuerden solo como Ilsa, la protagonista de Casablanca, o como la amante a la que tortura sentimentalmente Cary Grant en Encadenados. Ni siquiera como a la iluminada Dama de Orleans en Juana de Arco.

Hay muchas Ingrid Bergman pero sí aún permanece en espíritu entre los que la recordamos es porque siendo muchas en el cine solo fue una en la vida real. Tanto que, si observan la fecha de su nacimiento y su deceso, dijo hola y adiós a este valle de lágrimas el mismo día.

Para Ingrid Bergman nunca sonaron las campanas.

Fue y es una mujer llena de gracia.

Saludos, orad, orad, orad, desde este lado del ordenador

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